TRÁNSITO DE LOS SERES, CONSIDERACIONES
Consideraciones para el tránsito de los seres
CÓDIGO DE AMOR UNIVERSAL TOMO II
CAPÍTULO QUINCE
DECRETO:
Conforme con las leyes anteriores y para dar toda clase de consuelos al transitante por ser un acto natural de necesidad y de justicia al progreso del espíritu y aún de la materia se les hablará, si están en estado de lucidez en sano conocimiento de las consideraciones siguientes; pero, de todos modos, una vez entrado en la agonía, sólo palabras de ánimo y miradas amorosas le dirigiréis.
Téngase presente los dos casos; el primero o sea el dar lectura o hablar de estas consideraciones en conocimiento de la razón es, para que el mismo transitante rememore a sus solas, los beneficios recibidos desde su principio y haga conciencia de las muchas veces que ha tenido que pasar por ese trance en muchas peores condiciones que al presente y la necesidad que tiene de renovar ese acto para su progreso.
Y el segundo, o sea entrado en la agonía para animar al espíritu a desprenderse con dulzura y rapidez y darse cuenta de su tránsito desde el primer momento, haciéndole comprender y aún sentir la ayuda y compañía de sus guías y afines espirituales.
Siendo el último auxilio que por esa existencia se le presta al transitante, se manda a las familias el cumplimiento de este decreto que sólo podrá suplirse por la posesión de un médium.
Háblesele con mucho amor en estos términos o parecidos: Escúchame, hermano, en nombre de Eloí, nuestro Padre y Creador amoroso en su sabiduría, justicia y amor, que sea fortaleza a tu espíritu, consuelo a tu alma y alegría a todo tu ser.
(Léase o háblese despacio, y claro y con tono dulce). No siempre has tenido la ayuda amorosa de los que te han rodeado en los muchos tránsitos que has tenido en tu larga vida de espíritu, por lo cual, hoy debes gracias al Padre, que después de tremendas luchas pasadas, te encuentres rodeado del amor de tus afines y de toda la cosmogonía, que en solidaridad, con los pobres seres de la Tierra nos ayudan en su sabiduría, progreso y amor.
Rememora con alegría, hermano amado, tu pasado; y al encontrarte hoy en el camino de luz que te lleva seguro al punto de partida, al puerto deseado de paz donde verás tu balance en progreso, te verás satisfecho de tu trabajo y bendecirás a Eloí.
1° Rememora, tu primera existencia material, cuando por primera vez tu espíritu fue lanzado por la ley de la justicia divina, sencillo e ignorante del mal al mundo embrionario, donde te envolviste en un cuerpo también embrionario y que sin conciencia de tu ser, eras dirigido sólo por el instinto que llevabas impreso en tu destello de luz divina; no eras hombre en la acepción de la palabra; obrabas, como los demás seres del reino animal, pero allí también eras el rey de aquel mundo, porque los irracionales son en esos mundos, creados al unísono, para respetar el ser superior y darle al hombre las primeras lecciones de lucha y trabajo.
Allí solo el instinto pudiste adquirir; no podías saber si aquello era vida; pero el espíritu ya se había vestido de su traje material, del alma, que tiene que guardar y purificar cada vez más, y una y otra vez tomaste cuerpo allí, hasta que todos tuvieron el instinto de conservación y la ley que los movía sin ellos comprenderlo ni darse cuenta, los sacaba a la prueba en otro mundo de un grado mayor en luchas y progresos: aquellos niños, manejados por la Ley divina hasta adquirir el instinto de vida, porque se movían; éramos hermanos, todos los que hoy pertenecemos a la bella Tierra y uno de ellos eres tú, hermano amado, ya que eres sabio y caminas en la luz de la inteligencia.
2° Ya vivíamos, vida animal, es cierto; pero la Ley de la Justicia nos guiaba en nuestro instinto y éramos trasplantados al mundo de prueba; íbamos en familia, porque la Ley de afinidad nos reunió: entre ellos estabas tú, como yo. Rememora y ríe porque es Ley, de las travesuras de niños inexpertos que allí hemos cometido.
A un mundo de prueba llegamos, sólo con el instinto de vida; pero este instinto nos llevó a encontrar el goce de la materia, al que nos entregamos, con desconocimiento del dolor, que pronto sentimos; el dolor era el primer maestro; habíamos cometido una travesura de niños y nos ocasionó dolor, es que nuestra alma rudimentaria, compuesta ya de las esencia de la materia de los dos mundos, empezaba a despertar, por el dolor, de su inexperiencia; veía el goce, pero temía el dolor; luchaba consigo mismo y la materia vencía y se entregaba al goce de la materia y sucumbía. En ese mundo, la tempestad, el huracán, el fuego del volcán, le hacia temblar; y de escarmiento en escarmiento, de dolor en dolor, empezó a hacer conciencia del Creador, pasando quizás miles de siglos en esa lucha del goce y del dolor sin conciencia, hasta que despertó en su alma la conciencia de que vivía y que esa vida alguien se la daba; no sabía quién, pero estaba sobre él; el rayo se lo decía; el dolor se lo confirmaba; la tenue luz de su espesa atmósfera lo llamaba; él no sabía, podía llamar, pero quería salir de aquella lobreguez, de aquella incertidumbre, de aquella confusión que lo atormentaba: él vivía, él obraba, pero su ignorancia lo envolvía y el deseo lo devoraba, y llegó el fin en aquella prueba de horrible vida, cuando se afirmó en su alma la conciencia de que era algo, y la ley lo oyó y lo sacó de aquella morada de prueba, y uno de ellos eres tú.
3° Hemos hecho conciencia, hermano, de que somos seres; hemos comprendido que sobre nosotros hay un ser que nos domina; pero aún no sabemos si es horrible o bello; llevamos nuestro espíritu envuelto en un alma de esencias de materia muy rudimentaria de los dos mundos anteriores y la materia tiene predominio.
El espíritu va luchando, pero aún no tiene fuerzas para vencer al ser animal, porque su arma es el amor, y no puede vencer a la materia más que por esa ley; pero ya ha podido hacer conciencia de que el alma vive y que esta vida él se la da y él la recibió del Creador; él lo presiente, pero en su fuerte envoltura de esencia rudimentaria, extenuado en la tremenda lucha, no acierta a comprender esta sabiduría y la desea, y es trasplantado a otro mundo, que llamamos primitivo, donde hemos de reconocer al Creador.
En el mundo de prueba que hemos dejado, hasta que el sufrimiento nos hizo tener conciencia, estábamos envueltos en la oscuridad que no nos dejaba ver más que bultos y no podíamos comprender que vivían otros semejantes y, al encontrarnos, nos hemos destrozado unos a otros; nuestro espíritu lo rememora al entrar en el mundo primitivo, porque ya hizo conciencia de que es un ser de vida y que hay quien se la da, y aquí, en el mundo primitivo, tercero de nuestra existencia espiritual, lo ha de reconocer.
Rememoremos, hermanos, ahora en la luz, la tristeza de aquel mundo, ¡cómo corríamos despavoridos de la horrorosa tempestad!, ¡cómo la tromba de candente arena nos arrastraba asfixiándonos en su calor terroso!, ¡cómo la lengua del volcán nos amedrentaba!, y la vida en largas temporadas bañadas en las aguas humeantes y manchadas de sustancias minerales que nos hacían de dulce bienestar en medio de su horror, preferible a los otros sufrimientos; rememoremos también, en medio de esta luz y armonía, lo lóbrego de aquellos bosques que después de largos siglos y muchas existencias, con la visita de los hermanos espirituales que nos inspiraban ya en nuestra alma rudimentaria, su conquista a la bestia feroz que los ocupaba; aquello ya era progresar, ya empezamos a ver la vida más racional y más simpática porque lográbamos juntarnos individuos que juntos nos defendíamos unos otros, pero que en nuestra indomable primitividad nos acometíamos y nos destrozábamos, por apropiarnos de lo mejor que hubiéramos conquistado; pero que, de pronto, la voz del Creador resonaba en el estampido del trueno y entonces nos reuníamos de nuevo y el miedo y el dolor nos hacían llamar al ser que entre nosotros se manifestaba de la manera más amorosa que podíamos oírle en nuestra fiereza e ignorancia, y que al fin, en muchas existencias, acabamos por reconocer al Padre, que nuestro espíritu, envuelto en un alma espesa y pesada pero que ya lleva la esencia de tres mundos, se hizo oír la conciencia, que le decía: «Contra el Creador nada podrás».
Aquel momento fue feliz. Reconocimos por primera vez en nuestras almas al creador de ellas y su misericordia no se hizo esperar y nos sacó de aquel mundo de tantos horrores y sufrimientos. Uno de aquellos, eras tú.
4° Ya, hermano mío, estamos en camino ascendente. Hemos salido de tres mundos horribles: nuestros espíritus están cargados de una deuda tremenda; nos hemos matado muchas veces unos a otros; nos hemos opuesto millones de veces al mandato de amor del Creador; pero él es rico, él es nuestro Padre, él es nuestra herencia: le debemos mucho, pero a él nada le hace falta y no tiene prisa porque le paguemos tan tremenda cuenta y nos da una transición; nos da Maestros que nos instruyan, porque ya lo hemos reconocido; pero nuestros espíritus, envueltos en tan pesada alma, no podrían ni mantenerse en el espacio y nos da un mundo de transición donde rememoraremos nuestras tres tremendas luchas, donde aprendemos el trabajo que nos ha de regenerar y donde a la luz prestada de espíritus y amor y progreso, mensajerosdel Creador, nos enseñan el nombre agradable de Padre y se nos presenta el mundo en que tenemos que trabajar, en donde tenemos que aprender sabiduría; donde tenemos que vestirnos de luz propia de nuestra inteligencia; donde nos tenemos que reconocer como hermanos porque se nos ha mostrado al Padre, al que debemos prometerle pagar nuestras deudas y, nos fue dado este mundo expiatorio en el que habíamos de trabajar seis días en los cuales aprenderías el amor, iniciando en ellos ser aprendices de sabios; y Él, en grandeza, nos daría su Ley de Amor para que en el séptimo día le devolviéramos este mundo agreste, hecho florido jardín y tomamos posesión de este mundo y uno de aquellos seres eres tú.
5° Rememora hermano amado, las tres tremendas luchas que nuestros espíritus habían sufrido antes de tomar en posesión esta bella tierra; aquellas grandes deudas y las que aquí hemos creado, no se pueden pagar en una existencia; las obras que cada uno tenemos que hacer en cada mundo y sobre todo en los de expiación, no se pueden desempeñar sino en muchas existencias y el amor y la justicia del Padre, no podían desconocer la necesidad del trabajo y del descanso, del aprendizaje y el desempeño del oficio, y tampoco podía tener parcialidad con ninguno de sus hijos, no forzarlos más que a cumplir su ley y nuestras promesas y no con imperio de señor, sino con amor de Padre, poniéndonos al frente los medios necesarios y las moradas de galardón a nuestras deudas pagadas o a nuestra morosidad.
Nos ha mandado sus hijos de luz, nuestros hermanos mayores, que nos han señalado el camino con sus pasos y no se ha inmutado nuestro Padre de que los hayamos desoído y aniquilado, él no tiene penas dispuestas para sus hijos, sino que la justicia la llevamos en nuestra conciencia; nos dio libre albedrío, pero nos enseño que somos todos hermanos porque Él sólo es el Padre común; por lo que, es libertinaje ocasionado por la ignorancia el causar daño a un segundo: este remordimiento, es la pena de nuestros espíritus, que en los diferentes y continuados tránsitos rememoramos, porque grabados quedan en nuestro archivo, pero es tan amoroso, que le basta que le llamemos con humildad y nos atienda; pero no oye a los soberbios.
Desde que tomamos posesión de este mundo hemos delinquido muchas veces y gravado nuestras cuentas, pero el Padre sabe que éramos infantes y nos lo dice por Abraham: «Mi ley di en Adán para mis hijos, y cuando la conozcan me serán fieles».
Hemos pasados seis días de trabajo, en los que hemos luchado hermanos con hermanos; nos creamos dioses de nuestra fantasía, y éstos, por sus sacerdotes, nos hicieron por largos siglos sus esclavos, no consiguiendo hartar nuestras concupiscencias; y por estos errores hemos desconocido la verdad y al Padre y él no se inmutó. Éramos niños.
En estos seis días, luchaban los espíritus de progreso, con los retrógrados; y hasta que estuvieron la mayoría en la luz, ¡cuántos sinsabores para los espíritus de amor! ¡Cuán tremendas caídas de los obcecados! ¡cuántas veces sucumbieron los hijos de la luz! y, ¡cuántas existencias hubieron de tomar en este Mundo de Expiación, tremendo valle de lágrimas! Había llegado el desequilibrio por la ambición y la corrupción, por la concupiscencia de tantos dioses y religiones, todos faltos de razón y amor que la humanidad, que había prometido al Creador al posesionarse de la tierra, pagar sus grandes deudas de los tres mundos anteriores, no sólo no le había pagado sino que se había cargado con deudas de mayor responsabilidad, porque ya conocía al Creador, porque tenía luz, calor y vida con discernimiento por el bello sol, y la luna y las estrellas, que no había tenido en las anteriores moradas; clamaba el espíritu a grandes voces, pero el alma se había encenagado en el nuevo goce de la materia que le embellecía y no se acordaba del Creador, más que cuando volvía al espacio y veía su error, y tenía que volver para corregirse y desempeñar otra parte de la obra, en la materia, que según la ley le había de servir de base y escala; no conocíamos la ley porque no habíamos descubierto en nosotros la trinidad; el Padre sabía que éramos infantes y no se inmutó.
6° Finalizaba el tercer día; habían pasado grandes catástrofes y hundiéndose vastas ciudades y contingentes en la Atlántida, para envolver en las aguas la mayor inmundicia y corrupción y aparece una nueva raza sabia y valerosa, cuyos jefes fueron Adán y Eva que nos trajeron el conocimiento de un único Dios, la ciencia con principios sanos y la sabiduría de un mundo que sufrió entonces la justicia cumplidos los seis días de trabajo, y para la tierra fue día de grandeza.
Luchó esta raza heroicamente uniendo los hombres bajo un sólo credo y difundiendo el amor durante 22 siglos y nos fue enviado Abraham que recibe de Hellí el contrato entre él y sus hijos, en el que nos declara sus herederos y nos da el universo por heredad, porque suyo es el infinito que tenemos que conquistar, por el trabajo y el amor.
7° Marca Abraham el principio de otro día, con la publicación del testamento a los que podían comprenderlo, y su nieto Jacob forma el pueblo de Israel que quiere decir fe en Eloí, y se dispone aquel pueblo a propagar esa fe, aún a costa de caer esclavo: pero en la esclavitud conserva el principio santo por lo que el Creador, mandó a Moisés a libertarlo combatiendo al que lo esclavizaba con sus mismas armas, mostrándonos nuestro padre, que del mal sabe sacar bien.
8° Moisés, una vez librado el pueblo de la esclavitud, recibió, dada por los espíritus del padre, la ley escrita y el hombre ya no puede alegar ignorancia de la ley de amor; pero está fuerte el enemigo del progreso, porque vive de la materia y no quiere comprender que la materia purificada es la base del espíritu y sacrifica en su concupiscencias a los enviados del Padre, llegando Juan, Jesús, María y muchos más que los acompañaban, para salvar el principio santo; pero fueron aniquilados Juan y Jesús marcando éstos, el fin del 5° día y el principio del sexto, el más tremendo de la humanidad.
9° Juan y Jesús habían predicado al pueblo; sus apóstoles y discípulos propagaron sus doctrinas por toda la tierra, sembrando en todas partes y en todas las almas el grano de mostaza que recibieron de sus maestros pagando casi todos, con sus vidas, la fortaleza de dar el mentís a los supremáticos y retrógrados.
Carecían de base todas las religiones, porque la doctrina llevada por los apóstoles y discípulos de los mesías populares Juan y Jesús era de amor y libertad, y la opresión de los supremáticos sacerdotes sólo encuentra el medio de permanecer un tiempo más, amalgamando aquellos principios salvadores y encubriéndose los protagonistas con los títulos de ídolos divinos, para lo cual crearon dogmas impíos haciendo a los preclaros varones de la libertad, baluarte de la opresión y el despotismo y de las guerras y las persecuciones que se habían propuesto los degenerados para hacer prevalecer la mentira y la impostura sobre la verdad y la razón.
Más los misioneros del libre pensamiento van y vienen muy de prisa: hay hermanos, de éstos, que en los 19 siglos del sexto día, día de los titanes, han reencarnado 14 veces, cayendo y levantándose en la tremenda lucha.
Jesús había sido desfigurado con el apócrifo e ignominioso Cristo, y María su madre por la ley de la carne es declarada con el absurdo de madre de Dios y más de 11.000 títulos, que a la iglesia del Cristo le servían de otros tantos filones de oro y de anestésico para la conciencia, sufriendo estos espíritus lo inenarrable, hasta no poder más, teniendo que ser auxiliados por sus hermanos de amor.
Las lágrimas de estos dos seres, Jesús y María, con los de sus hermanos de amor y la sangre vertida en la tierra por los mártires defensores de la verdad, pueden equipararse en volumen a las aguas de la tierra, y en ello, hermano amado, has participado tú.
10° Marcaba por fin la hora fijada por el Padre para la redención definitiva de la humanidad de la Tierra, contenida en el testamento de Abraham, cuando dice:
«Y los siglos serán 36 desde que escribiré mi ley hasta que la tierra la sabrá».
«Y de este siglo mis hijos serán de luz porque verán la luz de su Padre que les darán mis espíritus» y esto se cumplió.
Esta profecía la repitió Jesús, anunciando la venida del «Hijo del hombre» a juzgar vivos y muertos y con él, el advenimiento del Espíritu de Verdad, Mesías regenerador, representante del Padre del que guarda los secretos de sus decretos.
El despotismo, el orgullo, la malicia de los sacerdotes de la falsa iglesia católica cristiana, comete los dos actos más irracionales que la locura puede idear: saca a María de la Ley general declarándola obra extra y el pontífice se declara Dios infalible.
Y no pueden esperar más los Consejos de Sión y decretan el advenimiento del Anticristo, como Juez entre los hombres; forma su tribunal en la Tierra y desciende el Espíritu de Verdad en toda su majestad y llamó a juicio y fue juzgada la humanidad, justificados Jesús, María, y los hijos del libre pensamiento: son expulsados los espíritus perturbadores al mundo primitivo, donde han de pagar sus deudas y para la Tierra se escribe el Código de Amor Universal, que tú, hermano amado, si aún no has acatado, tienes que acatar y observar, para quedar entre los llamados y luego ser de los elegidos.
11° Con el Juicio Final, hemos marcado el fin del tremendo sexto día y hemos entrado en el séptimo: día de Paz, de unión, de sabiduría, de Comuna y de Amor, en el que hemos de acabar de pagar al Creador nuestras deudas todas, por el trabajo y por el progreso en la vida de amor, y al final de este día, los espíritus de la humanidad terrestre, que no fueron expulsados en el Juicio Final, serán sabios, tendrán luz propia y la Tierra, madre amorosa, que cumple fielmente la ley de los mundos, nos habrá entregado todo el caudal de sus riquezas y saldremos en triunfo, por los espacios y los mundos, bendiciendo a Eloí y recibiendo la felicitación de nuestros hermanos de mundos más perfectos y luego fijaremos nuestra residencia, para otra etapa en un mundo de dicha y perfección para empezar de nuevo un nuevo estudio, superior al que en la Tierra y otros mundos de expiación podemos conquistar.
12° No es aquel nuestro fin; aquel mundo, donde la noche plena no existe porque es iluminado por soles de diferentes colores, donde la belleza mayor de la Tierra sería el desconcierto, donde las auras perfumadas de fragancias suaves y el amor, no son para ser descritas y sólo pueden sentirse, es sólo una morada perentoria también, pero que será larga, infinita parecería si sus años no fueran 36 veces mayor que los de la tierra y que aún así, serán millones los siglos que en él hemos de residir, hasta terminar el proceso de la materia del mundo, enriqueciéndonos con su valor en luz y sabiduría, para poder repetir la salida de allí en nuevo triunfo, como el de la tierra y así infinitamente, en cumplimiento de la promesa del Padre a Abraham cuando dice: «Los mundos son infinitos y el hombre ha de vivir en todos los que existen, pero la creación sigue y no se acaba».
13° En cada mundo, el hombre tiene que desempeñar todos los grados de trabajo de que es capaz allí y todos necesitan un tiempo determinado; no se puede desempeñar todo en una existencia y menos aprenderlo; por lo que, la ley del progreso impone ascender Joaquín Trincado de grado en grado, rigurosamente correlativos, demostrándonoslo en cada existencia que pasamos por las fases de niñez, la pubertad, la juventud, la ancianidad, pero allí ya no, la decrepitud. Por otra parte, está la Ley de afinidad, que necesita para su cumplimiento largos siglos; la de igualdad, que impone que todos, en el término de los mundos , consumamos la misma cantidad de energías y pasemos por todas las fases del progreso; todo lo cual nos pone de manifiesto y así es en justicia, que para cada parte que tenemos que desempeñar en el progreso del mundo y del espíritu, hayamos de sufrir la transformación debida y adecuada, por lo que hemos venido al mundo tantas veces como hemos necesitado al desempeño de tantas y variadas funciones como conocemos y volveremos, para desempeñar otras que aún no conocemos y que las aprendemos en la libertad del espíritu. He ahí hermano amado el engranaje de la vida de los seres. He aquí la necesidad de la desencarnación. He aquí, porque el espíritu se emancipa cuando el cuerpo no le sirve para el desempeño de otro oficio que el que vino a desempeñar con ese instrumento.
El espíritu que tiene sabiduría, cuando ha logrado descubrir su trinidad, cumple con alegría la inflexible ley del tránsito y premia a su misma materia con un ósculo amoroso y la deja dormir y en su sueño, la ley la disgrega, mandando vivificada sus partículas a alimentar y formar otros cuerpos, conforme a la depuración que alcanza cada vez.
Esto ha pasado por tu espíritu muchas veces en la tierra y mundos anteriores donde hemos vivido iniciándonos en la vida y eternamente pasará en todos los mundos: mas encarnado, vive el espíritu prisionero; por amor a la desencarnación entra de nuevo a la patria verdadera, donde ve y vive la realidad de la vida, y a esto te dispones en este tránsito, por lo que debes acatar la ley, evocar tus guías y afines que te rodean y bendice el amor de Eloí, y que Él te bendiga: pide, y pedimos nosotros y di: Padre mío. Dios de Amor, cuyo asiento es el infinito universo poblado de humanidades que te adoran en sabiduría y amor: oye el ruego de éste tu hijo que acata la justicia de tu santa ley.
Padre, era un infante inexperto y que mis travesuras fueron efecto de mi ignorancia: A ti ¡oh Eloí! No puede llegar mi imprecación, pero sí ha llegado el mal de mis travesuras a mis hermanos, tus hijos amados, que sabían cumplir tu ley y en ellos ofendí a mi Padre, a la vista del Sol, Padre de mi materia por tu ley; a la vista de esas estrellas, moradas de otras tantas humanidades sabias y amorosas que te adoran en espíritu y verdad, de las que yo debía recibir los efluvios de su amor y solidaridad, que debían ponerme el la fruición de tu bondad; híceme sordo a las máximas de mis hermanos en la tierra, tus hijos de luz, misioneros de la verdad y de su amor me mofé, ciego en mis juegos de niño que no quise elevar a obras de hombres, por no verme pequeño ante su grandeza y negándolos negué a mi Padre y me negué a mí mismo.
No me han bastado los avisos de los mártires de la santa libertad; no influyó en mi sordera la fuerte voz del fuerte Juan; no quise abrir los ojos de mi razón a la luz de Jesús; no quise avivar la llama del amor, con el gran amor de la mujer grande, de la gran María Reina del Amor, ni me bastó a derribar mi aferrada obcecación, el potente soplo del Espíritu de Verdad, que limpio la negra atmósfera de la tierra en el tremendo día del Juicio Final.
Hoy, por fin, Padre mío; las puertas de la verdad a las que la ley me lleva, mi espíritu ve la realidad de las cosas y su equívoco, y rememoro, en la ley sagrada que nos legaste por el Juez y su tribunal que te representó en el Juicio Final de la Tierra a aquel temido Anticristo desfigurado por la maldad de los enemigos de la verdad, que justificó a los mártires y a Jesús y María; que el Espíritu de Verdad tendiendo su ancla salvadora, reconoce y confirma al juez y al tribunal; y a todos los confirman y justifican los maestros de la cosmogonía. Acato, reconozco y confieso a mi Padre Eloí y por esta tu ley pido me admitáis de nuevo al trabajo, por los méritos de mis hermanos a quienes pido su perdón, su oración y su amor y tu bendición y fuerzas para cumplir con los mandatos de la ley de Amor que quiero observar. 14° Si el transitante estuviere en la agonía declarada francamente, se le hará la siguiente invitación o se dejará ésta para el momento oportuno.
Eloí, único santo, único justo, único Creador, Padre común y Dios de Amor por quien todas las cosas fueron hechas y por su ley existen, a quien reconocen y adoran como única causa los mundos del infinito y cantan el eterno hosanna; al que confesaron los justos de todos los tiempos, al que confesarán en la eternidad todos los obcecados, al que nos enseñaron Adán y Eva; al que dio a Abraham su contrato entre él y sus hijos de la tierra declarándolos herederos de su infinita heredad, hasta sus hijos negros de hollín; al que prometió a Jacob la redención de Israel representado en los que le oyen y le creen; al que dictó la ley que Moisés escribió después de libertar a Israel del cautiverio de Egipto; al que los profetas clamaron en demanda de misericordia y de justicia; al que los patriarcas adoraban en el altar de su corazón; al que Juan o Elías, anunció descubiertamente al pueblo prevaricador, por quien fue sacrificado en aras de la liviandad, al que el mesías Jesús apóstol de la libertad lo predicó en palabras y obras con alto amor; al que mandó a la gran mujer María, como tabernáculo de amor para la pobre humanidad de la Tierra; al que los mártires y apóstoles de la verdad, de la libertad, del progreso y del amor confesaron, cantaron y adoraron en sus fatigas y martirios, al que el Espíritu de Verdad, Maestro de los Maestros, y sol del Plano primero representa con su ancla salvadora de las humanidades; al que el Maestro-Juez buscó en su asiento del santo espiritismo que es la unidad del espíritu en el infinito y la eternidad, y que de él recibió la Ley Máxima para el séptimo día, te invitamos hermano N.N. todos tus afines, todos tus hermanos de la Tierra bella y todos los espíritus del Padre y en especial los arriba mencionados, más tus amorosos guías y protectores que presentes están, a pasar en dulce calma a tu patria verdadera, al seno del Creador.
Hermano N.N. (aquí su nombre) para que tus guías y protectores te auxilien y te acompañen en amor de Eloí, pasa, que los que por ti lucharon para darte su ayuda y luz te esperan amorosos por Eloí: pasa, que Jesús ya no se te mostrará con la cruz que ya la justicia le quitó y alegre con María te esperan, para conducirte al Espíritu de Verdad, que te tiende su ancla; pasa y llega a Sión, donde tus cuentas están a la vista y sabrás que pronto volverás al mundo que por un momento dejas. Pasa y ve tranquilo, que los seres queridos que en el trabajo dejas, quedan a cubierto de todas sus necesidades y continúan tu obra de progreso; pasa alegre, que entras en la gran universidad para aprender un nuevo punto de progreso, que luego nos traerás; pasa de la estreches de este cuerpo a la gran mansión del espíritu, a la gran ciudad de sabiduría y luz y acuérdate cuando despiertes, de tus hermanos que luchan en el trabajo, en cumplimiento de la ley; pasa en fin y descansa un momento de las luchas de la materia, mientras las partículas de ese instrumento se disgregan por la ley y por la ley se vivifican y ocupan y forman parte de otro cuerpo o de otra forma en la eterna creación; pasa, oye las armonías, las vibraciones de la creación, las melodías de los espíritus de amor en el eterno concierto; pasa en brazos de tus protectores; pasa al amor de Jesús, de María y de la solidaridad y en él asiéntate en el ancla salvadora del Espíritu de Verdad, que te conduzca a Eloí, pasa. . . N.B.: Si el tránsito fuese relativamente corto, lo que se observará, o también se reconoce que el transitante es un hermano de amor y sabio, sólo pueden suprimirse los primeros puntos descriptivos de los mundos aunque el espíritu sabio siempre saca consecuencias; pero esta advertencia tiene el fin de enseñar que no es riguroso en todos los tránsitos la lectura de todas las consideraciones; pero en todo caso, consúltese al Consejo de Higiene, el que mandará un médium si ya no lo hubiera en la familia o afinidades, que será raro que no lo haya antes de pasar la tercera generación de la transición.
El Maestro Juez Joaquín Trincado
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