07 abril 2020

TRÁNSITO DE LOS SERES, CONSIDERACIONES

TRÁNSITO DE LOS SERES, CONSIDERACIONES 


Consideraciones para el tránsito de los seres 

CÓDIGO DE AMOR UNIVERSAL TOMO II 

CAPÍTULO QUINCE 

DECRETO:

Conforme  con  las  leyes  anteriores  y  para  dar  toda  clase  de  consuelos  al  transitante  por  ser  un  acto  natural  de  necesidad  y  de  justicia al  progreso  del  espíritu  y  aún  de  la  materia  se  les  hablará,  si  están en  estado  de  lucidez  en  sano  conocimiento  de  las  consideraciones siguientes;  pero,  de  todos  modos,  una  vez  entrado  en  la  agonía, sólo palabras de ánimo y miradas amorosas le dirigiréis. 

Téngase presente  los  dos  casos;  el  primero  o  sea  el  dar  lectura o  hablar  de  estas  consideraciones  en  conocimiento  de  la  razón  es, para  que  el  mismo  transitante  rememore  a  sus  solas,  los beneficios recibidos desde su  principio  y  haga  conciencia  de  las  muchas  veces que  ha  tenido  que  pasar  por  ese  trance  en  muchas  peores  condiciones  que  al  presente  y  la  necesidad  que  tiene  de  renovar  ese  acto  para su  progreso.  

Y  el  segundo,  o  sea  entrado  en  la  agonía  para  animar al  espíritu  a  desprenderse  con  dulzura  y  rapidez  y  darse  cuenta  de su  tránsito  desde  el  primer  momento,  haciéndole  comprender  y  aún sentir la ayuda y compañía de sus guías y afines espirituales. 

Siendo  el  último  auxilio  que  por  esa  existencia  se  le  presta  al transitante,  se  manda  a  las  familias  el  cumplimiento  de  este  decreto que  sólo  podrá  suplirse  por  la  posesión  de  un  médium.  

Háblesele con mucho amor en estos términos o parecidos: Escúchame, hermano, en nombre de Eloí, nuestro Padre y Creador amoroso en su sabiduría, justicia y amor, que sea  fortaleza  a tu espíritu,  consuelo  a  tu  alma  y  alegría  a  todo  tu  ser.  

(Léase o háblese despacio, y claro y con tono dulce). No  siempre  has  tenido  la  ayuda  amorosa  de  los  que  te  han  rodeado en los muchos tránsitos  que  has  tenido en tu larga  vida de espíritu, por lo cual, hoy debes gracias al Padre, que  después  de  tremendas luchas pasadas, te encuentres rodeado  del amor de tus afines y de toda la cosmogonía, que en solidaridad,  con  los  pobres  seres  de  la Tierra nos ayudan en su sabiduría, progreso y amor. 

Rememora con alegría, hermano amado, tu pasado; y al  encontrarte  hoy  en  el  camino  de  luz  que  te  lleva  seguro  al  punto  de  partida, al  puerto  deseado  de  paz  donde  verás  tu  balance en progreso, te verás satisfecho de tu trabajo y bendecirás a Eloí. 

1°  Rememora, tu primera existencia material, cuando por  primera  vez  tu  espíritu  fue  lanzado  por  la  ley  de  la  justicia  divina, sencillo e ignorante del mal al mundo embrionario, donde te envolviste en un cuerpo también embrionario y que sin conciencia  de  tu  ser,  eras dirigido  sólo  por  el  instinto  que  llevabas  impreso  en  tu  destello  de luz  divina;  no  eras  hombre  en  la  acepción  de  la  palabra;  obrabas, como  los  demás  seres  del  reino  animal,  pero  allí  también  eras  el rey  de  aquel  mundo,  porque  los  irracionales  son  en  esos  mundos, creados  al  unísono,  para  respetar  el  ser  superior  y  darle  al  hombre las primeras lecciones  de lucha y trabajo.

Allí solo el instinto pudiste adquirir; no podías saber si aquello era vida; pero el espíritu ya se había vestido de su traje material, del alma, que tiene que guardar y purificar cada vez más, y una y otra  vez  tomaste  cuerpo  allí,  hasta  que  todos  tuvieron  el  instinto de  conservación  y  la  ley  que  los  movía  sin  ellos  comprenderlo  ni darse  cuenta,  los  sacaba  a  la  prueba  en  otro mundo de un grado mayor en luchas y progresos:  aquellos  niños,  manejados por la Ley divina hasta adquirir el instinto de vida, porque se movían; éramos hermanos, todos los que hoy pertenecemos a la bella Tierra y uno de ellos eres tú, hermano amado, ya que eres sabio y caminas en la luz de la inteligencia. 

2°  Ya  vivíamos,  vida  animal,  es  cierto;  pero  la  Ley  de  la  Justicia nos guiaba en nuestro instinto y éramos trasplantados  al mundo de prueba; íbamos en familia, porque la Ley de afinidad nos reunió: entre ellos estabas tú, como yo. Rememora  y  ríe  porque  es  Ley,  de  las  travesuras  de  niños  inexpertos  que  allí  hemos  cometido.  

A  un  mundo de prueba  llegamos, sólo con el instinto de  vida;  pero este instinto nos llevó a encontrar el  goce  de  la  materia,  al  que  nos  entregamos, con desconocimiento del dolor,  que  pronto sentimos; el dolor era el primer maestro; habíamos  cometido una travesura de niños y nos ocasionó dolor, es que  nuestra alma rudimentaria, compuesta ya de las esencia de la materia de los dos mundos, empezaba a despertar, por el dolor,  de su  inexperiencia; veía el goce, pero temía el dolor; luchaba  consigo mismo y la materia  vencía y se entregaba al goce de  la materia y sucumbía. En ese mundo, la tempestad, el  huracán, el fuego del volcán, le hacia temblar; y de escarmiento en escarmiento,  de  dolor en  dolor,  empezó  a  hacer  conciencia  del  Creador,  pasando  quizás miles  de  siglos  en  esa  lucha  del  goce y del dolor sin conciencia, hasta que despertó en su  alma la conciencia de que vivía y que esa vida alguien se la daba; no sabía quién, pero estaba sobre él; el rayo se lo decía; el  dolor se lo confirmaba; la tenue luz de su espesa atmósfera  lo llamaba; él no sabía, podía llamar, pero quería salir de aquella lobreguez, de aquella incertidumbre, de aquella confusión que lo atormentaba: él vivía, él obraba, pero su ignorancia lo envolvía y el deseo lo devoraba, y llegó el fin en aquella prueba de horrible vida, cuando se afirmó en su alma la conciencia de que era algo, y la ley lo oyó y lo sacó de aquella morada de  prueba, y uno de ellos eres tú. 

3° Hemos hecho conciencia, hermano, de que somos seres; hemos comprendido que sobre nosotros hay un ser que nos  domina; pero aún no sabemos si es horrible o bello; llevamos  nuestro  espíritu envuelto en un alma de esencias de materia  muy rudimentaria de los dos mundos anteriores y la materia  tiene  predominio.  

El espíritu va luchando, pero aún no tiene fuerzas para vencer al  ser  animal, porque su arma es el amor, y no puede vencer a la materia más que por esa ley; pero ya ha podido hacer conciencia  de  que  el  alma  vive y  que  esta  vida  él  se  la  da  y  él  la  recibió del Creador;  él  lo presiente, pero  en  su  fuerte  envoltura de esencia rudimentaria, extenuado en la tremenda lucha, no acierta a comprender esta sabiduría y la desea,  y es  trasplantado a otro mundo, que llamamos primitivo, donde  hemos de reconocer al Creador. 

En el mundo de prueba que hemos dejado, hasta que el sufrimiento nos hizo tener conciencia, estábamos envueltos  en la oscuridad que no nos dejaba ver más que bultos y no podíamos comprender que vivían otros semejantes y, al encontrarnos, nos hemos destrozado unos a otros; nuestro espíritu lo rememora al entrar en el mundo primitivo,  porque ya hizo conciencia de que es un ser de vida y que hay quien se la da, y aquí, en el mundo primitivo, tercero de nuestra existencia espiritual, lo ha de reconocer. 

Rememoremos, hermanos, ahora en la luz, la tristeza de aquel mundo, ¡cómo corríamos despavoridos de la horrorosa tempestad!, ¡cómo la tromba de candente arena nos arrastraba asfixiándonos en su calor terroso!, ¡cómo la lengua del volcán nos amedrentaba!, y la vida en largas temporadas bañadas en las aguas humeantes y manchadas de sustancias minerales que nos hacían de dulce bienestar en medio de su horror, preferible  a  los  otros sufrimientos; rememoremos también, en  medio de esta luz y armonía, lo lóbrego de aquellos bosques que después de largos siglos y muchas existencias, con la visita  de  los  hermanos  espirituales que nos inspiraban ya en  nuestra alma rudimentaria, su conquista  a  la  bestia  feroz  que los  ocupaba;  aquello  ya  era  progresar,  ya  empezamos  a ver  la vida más racional y más simpática porque lográbamos juntarnos  individuos que juntos nos  defendíamos unos  otros, pero  que  en  nuestra indomable primitividad nos acometíamos y nos destrozábamos, por apropiarnos de lo mejor que hubiéramos conquistado; pero  que, de pronto, la voz del Creador  resonaba  en  el  estampido  del  trueno  y entonces nos  reuníamos  de  nuevo y el  miedo  y  el  dolor  nos  hacían llamar al ser que entre nosotros se manifestaba  de  la manera más amorosa que podíamos oírle en nuestra fiereza e ignorancia, y que al fin,  en muchas existencias, acabamos por reconocer al Padre, que nuestro  espíritu,  envuelto  en  un  alma espesa y pesada pero que ya lleva la esencia de tres mundos, se  hizo oír la conciencia, que le decía: «Contra el Creador nada podrás».  

Aquel momento fue feliz. Reconocimos por primera vez en nuestras  almas  al  creador  de  ellas y su misericordia no se hizo  esperar  y  nos  sacó  de  aquel  mundo  de tantos horrores y sufrimientos. Uno de aquellos, eras tú. 

4° Ya, hermano mío, estamos en camino ascendente. Hemos salido  de  tres  mundos  horribles: nuestros  espíritus  están cargados de una deuda tremenda; nos hemos matado muchas veces  unos  a otros;  nos  hemos opuesto  millones de veces al mandato de amor del Creador; pero él es rico, él es nuestro Padre,  él  es  nuestra herencia: le debemos  mucho, pero  a  él nada  le  hace  falta  y  no  tiene  prisa porque  le paguemos  tan tremenda  cuenta  y  nos  da  una  transición; nos  da  Maestros que nos instruyan, porque ya lo hemos reconocido; pero nuestros  espíritus,  envueltos  en  tan pesada alma, no podrían ni  mantenerse en el espacio y nos da un mundo  de  transición donde rememoraremos nuestras tres tremendas luchas, donde aprendemos el trabajo que nos ha de regenerar y donde a la luz prestada de espíritus y amor y progreso, mensajerosdel Creador,  nos  enseñan el  nombre  agradable de Padre y se nos presenta  el  mundo  en  que tenemos que trabajar, en donde tenemos que aprender sabiduría; donde tenemos que  vestirnos de  luz  propia  de  nuestra  inteligencia;  donde  nos  tenemos que  reconocer  como  hermanos  porque  se  nos ha  mostrado al  Padre, al  que  debemos  prometerle pagar  nuestras deudas y,  nos  fue  dado  este  mundo  expiatorio  en  el  que  habíamos de trabajar seis días en los cuales aprenderías el amor, iniciando en ellos ser aprendices  de  sabios;  y  Él, en  grandeza, nos daría su Ley de Amor para que en el séptimo día le devolviéramos este mundo agreste, hecho florido jardín y tomamos posesión de  este mundo  y uno de aquellos seres eres tú. 

5°  Rememora  hermano  amado, las tres tremendas luchas  que nuestros espíritus habían sufrido antes de tomar en posesión esta bella tierra; aquellas grandes deudas y las que aquí hemos  creado, no se pueden pagar en una existencia; las obras que cada uno tenemos que  hacer en cada mundo y sobre todo en los de  expiación, no se pueden desempeñar sino en muchas existencias y el amor y la justicia del Padre, no podían desconocer la necesidad del trabajo y del descanso, del aprendizaje y el desempeño del oficio, y tampoco podía  tener parcialidad  con  ninguno  de  sus hijos, no forzarlos  más  que a  cumplir  su  ley  y  nuestras  promesas  y  no con  imperio  de  señor,  sino  con  amor  de  Padre,  poniéndonos  al frente  los  medios  necesarios  y  las  moradas  de  galardón  a  nuestras deudas pagadas o a nuestra morosidad. 

Nos ha mandado sus hijos de luz, nuestros hermanos mayores, que  nos  han  señalado  el  camino  con  sus  pasos y no se  ha inmutado nuestro Padre de que los hayamos desoído y aniquilado,  él  no  tiene penas  dispuestas para sus hijos, sino que  la  justicia  la  llevamos en nuestra conciencia; nos dio libre albedrío,  pero  nos  enseño que somos todos hermanos porque Él sólo es el Padre común; por lo que, es libertinaje ocasionado por la ignorancia el causar daño a un segundo: este remordimiento, es la  pena de nuestros espíritus, que en los diferentes y continuados tránsitos rememoramos, porque grabados quedan en nuestro archivo, pero es tan amoroso, que le basta que le llamemos con humildad y nos atienda; pero no  oye  a  los  soberbios. 

Desde que tomamos posesión de este mundo hemos delinquido muchas  veces y gravado nuestras cuentas, pero el Padre sabe que éramos infantes y nos lo dice por Abraham: «Mi ley di en Adán para mis hijos, y cuando la conozcan me serán fieles». 

Hemos pasados seis días de trabajo, en los que hemos luchado hermanos con hermanos; nos creamos dioses de nuestra fantasía, y  éstos,  por  sus sacerdotes,  nos  hicieron por largos siglos sus esclavos, no consiguiendo hartar nuestras concupiscencias; y por estos errores hemos desconocido la verdad  y  al  Padre  y  él  no  se inmutó. Éramos niños. 

En  estos  seis  días,  luchaban  los  espíritus  de  progreso,  con los retrógrados;  y  hasta  que  estuvieron  la  mayoría  en  la luz, ¡cuántos sinsabores para los espíritus de amor! ¡Cuán tremendas caídas de los obcecados! ¡cuántas veces sucumbieron  los  hijos  de  la  luz!  y, ¡cuántas  existencias hubieron  de  tomar  en  este  Mundo  de  Expiación, tremendo valle de lágrimas! Había llegado el desequilibrio por la ambición y la corrupción, por la concupiscencia de tantos dioses y religiones,  todos  faltos  de razón  y  amor  que  la humanidad, que  había  prometido  al  Creador al  posesionarse de  la  tierra, pagar  sus  grandes  deudas  de  los  tres mundos  anteriores, no  sólo  no  le  había  pagado  sino  que  se  había cargado  con deudas de mayor responsabilidad, porque ya conocía al Creador,  porque  tenía  luz,  calor  y  vida  con discernimiento por  el bello  sol,  y  la  luna  y  las estrellas,  que  no  había tenido en las anteriores moradas; clamaba el espíritu a grandes voces,  pero  el  alma  se había  encenagado  en  el  nuevo  goce de  la  materia  que  le  embellecía y  no  se  acordaba  del Creador,  más  que  cuando  volvía  al  espacio  y veía  su  error, y  tenía  que  volver  para  corregirse  y  desempeñar  otra parte de  la  obra,  en  la  materia,  que  según  la  ley  le  había  de servir de  base  y  escala;  no  conocíamos  la  ley  porque  no habíamos  descubierto  en  nosotros  la  trinidad;  el  Padre sabía  que  éramos  infantes y no se inmutó. 

6° Finalizaba el tercer día; habían pasado grandes catástrofes y hundiéndose vastas ciudades y contingentes en la Atlántida, para  envolver  en las aguas la mayor  inmundicia y corrupción y aparece una nueva raza sabia y valerosa, cuyos jefes fueron Adán y Eva que nos trajeron el conocimiento de un único Dios, la ciencia con principios sanos y la sabiduría de un mundo que sufrió entonces la justicia cumplidos los seis días de trabajo, y para la tierra fue día de grandeza.

Luchó  esta  raza  heroicamente  uniendo  los  hombres  bajo  un sólo  credo  y  difundiendo  el  amor  durante  22  siglos  y  nos  fue  enviado  Abraham  que  recibe  de  Hellí  el  contrato  entre  él  y  sus  hijos, en  el  que  nos  declara  sus  herederos  y  nos  da  el  universo  por heredad,  porque  suyo  es  el  infinito  que  tenemos  que  conquistar, por el trabajo y el amor. 

7°  Marca  Abraham  el  principio  de  otro  día,  con  la  publicación del  testamento  a  los  que  podían  comprenderlo,  y  su  nieto  Jacob forma  el  pueblo  de  Israel  que  quiere  decir  fe  en  Eloí,  y  se  dispone aquel  pueblo  a  propagar  esa  fe,  aún  a  costa  de caer esclavo: pero en  la  esclavitud  conserva  el  principio  santo  por  lo  que  el  Creador, mandó  a  Moisés  a  libertarlo  combatiendo  al  que  lo  esclavizaba  con sus  mismas  armas,  mostrándonos  nuestro  padre,  que  del  mal  sabe sacar bien. 

8°  Moisés,  una  vez  librado  el  pueblo  de  la  esclavitud,  recibió,  dada por  los  espíritus  del  padre,  la  ley  escrita  y  el  hombre  ya  no  puede alegar  ignorancia  de  la  ley  de  amor;  pero  está  fuerte  el  enemigo  del progreso,  porque  vive  de  la  materia  y  no  quiere  comprender  que  la materia  purificada  es  la  base  del  espíritu  y  sacrifica  en  su  concupiscencias  a  los  enviados  del  Padre,  llegando  Juan,  Jesús,  María  y muchos  más  que  los  acompañaban,  para  salvar  el  principio  santo; pero  fueron  aniquilados  Juan  y  Jesús  marcando  éstos,  el  fin  del  5° día y el principio del sexto, el más tremendo de la humanidad. 

9°  Juan  y  Jesús  habían  predicado  al  pueblo;  sus  apóstoles  y discípulos  propagaron  sus  doctrinas  por  toda  la  tierra,  sembrando  en todas  partes  y  en  todas  las  almas  el  grano  de  mostaza  que  recibieron de  sus  maestros  pagando  casi  todos,  con  sus  vidas,  la  fortaleza  de dar el mentís a los supremáticos y retrógrados. 

Carecían  de  base  todas  las  religiones,  porque  la  doctrina  llevada por  los  apóstoles  y  discípulos  de  los  mesías  populares  Juan  y  Jesús era  de  amor  y  libertad,  y  la  opresión  de  los  supremáticos  sacerdotes sólo  encuentra  el  medio  de  permanecer  un    tiempo  más,  amalgamando  aquellos  principios  salvadores  y  encubriéndose  los  protagonistas con  los  títulos  de  ídolos  divinos,  para  lo  cual  crearon  dogmas  impíos haciendo  a  los  preclaros  varones  de  la  libertad,  baluarte  de  la  opresión  y  el  despotismo  y  de  las  guerras  y  las  persecuciones  que  se habían  propuesto  los  degenerados  para  hacer  prevalecer  la  mentira y la impostura sobre la verdad y la razón. 

Más  los  misioneros  del  libre  pensamiento  van  y  vienen  muy  de prisa:  hay  hermanos,  de  éstos,  que  en  los  19  siglos  del  sexto  día,  día de  los  titanes,  han  reencarnado  14  veces,  cayendo  y  levantándose en la tremenda lucha. 

Jesús  había  sido  desfigurado  con  el  apócrifo  e  ignominioso  Cristo, y  María  su  madre  por  la  ley  de  la  carne  es  declarada  con  el  absurdo de  madre  de  Dios  y  más  de  11.000  títulos,  que  a  la  iglesia  del  Cristo  le  servían  de  otros  tantos  filones  de  oro  y  de  anestésico  para  la conciencia,  sufriendo  estos  espíritus  lo  inenarrable,  hasta  no  poder más,  teniendo  que  ser  auxiliados  por  sus  hermanos  de  amor.  

Las lágrimas  de  estos  dos  seres,  Jesús  y  María,  con  los  de  sus  hermanos de  amor  y  la  sangre  vertida  en  la  tierra  por  los  mártires  defensores  de la  verdad,  pueden  equipararse  en  volumen  a  las  aguas  de  la  tierra, y en ello, hermano amado, has participado tú. 

10°  Marcaba  por  fin  la  hora  fijada  por  el  Padre  para  la  redención definitiva  de  la  humanidad  de  la  Tierra, contenida en el testamento de Abraham,  cuando dice:  
«Y los  siglos  serán  36  desde  que  escribiré mi  ley  hasta  que  la  tierra    la  sabrá».  

«Y  de  este  siglo  mis  hijos  serán de  luz  porque  verán  la  luz  de  su  Padre  que  les  darán  mis  espíritus» y esto se  cumplió. 
Esta  profecía  la  repitió  Jesús,  anunciando  la  venida  del  «Hijo del  hombre»  a  juzgar  vivos  y  muertos  y  con  él,  el  advenimiento  del Espíritu  de  Verdad,  Mesías  regenerador,  representante  del  Padre  del que guarda los secretos de sus decretos. 

El  despotismo,  el  orgullo,  la  malicia  de  los  sacerdotes  de  la  falsa iglesia  católica  cristiana,  comete  los  dos  actos  más  irracionales  que la  locura  puede  idear:  saca  a  María  de  la  Ley  general  declarándola obra  extra  y  el  pontífice  se  declara  Dios  infalible.  

Y  no  pueden  esperar más  los  Consejos  de  Sión  y  decretan  el  advenimiento  del  Anticristo, como  Juez  entre  los  hombres;  forma  su  tribunal  en  la  Tierra  y  desciende  el  Espíritu  de  Verdad  en  toda  su  majestad  y  llamó  a  juicio  y fue  juzgada  la  humanidad,  justificados  Jesús,  María,  y  los  hijos  del libre  pensamiento:  son  expulsados  los  espíritus  perturbadores  al mundo  primitivo,  donde  han  de  pagar  sus  deudas  y  para  la  Tierra  se escribe  el  Código  de Amor  Universal,  que  tú,  hermano  amado,  si  aún no  has  acatado,  tienes  que  acatar  y  observar,  para  quedar  entre  los llamados y luego ser de los elegidos. 

11°  Con  el  Juicio  Final,  hemos  marcado  el  fin  del  tremendo sexto  día  y  hemos  entrado  en  el  séptimo:  día  de  Paz,  de  unión, de  sabiduría,  de  Comuna  y  de  Amor,  en  el  que  hemos  de  acabar de  pagar  al  Creador  nuestras  deudas  todas,  por  el  trabajo  y  por  el progreso  en  la  vida  de  amor,  y  al  final  de  este  día,  los  espíritus    de la  humanidad  terrestre,  que  no  fueron  expulsados  en  el  Juicio  Final, serán  sabios,  tendrán  luz  propia  y  la  Tierra,  madre  amorosa,  que cumple  fielmente  la  ley  de  los  mundos,  nos  habrá  entregado  todo el  caudal  de  sus  riquezas  y  saldremos  en  triunfo,  por  los  espacios  y los  mundos,  bendiciendo  a  Eloí  y  recibiendo  la  felicitación  de  nuestros  hermanos  de  mundos  más  perfectos  y  luego  fijaremos  nuestra residencia,  para  otra  etapa  en  un  mundo  de  dicha  y  perfección  para empezar  de  nuevo  un  nuevo  estudio,  superior  al  que  en  la  Tierra  y otros mundos de expiación podemos conquistar. 

12°  No  es  aquel  nuestro  fin;  aquel  mundo,  donde  la  noche plena  no  existe  porque  es  iluminado  por  soles  de  diferentes  colores,  donde  la  belleza  mayor  de  la  Tierra  sería  el  desconcierto, donde  las  auras  perfumadas  de  fragancias  suaves  y  el amor, no son  para  ser  descritas  y  sólo  pueden  sentirse,  es  sólo  una  morada perentoria  también,  pero  que  será  larga,  infinita  parecería  si  sus años  no  fueran  36  veces  mayor  que  los  de  la  tierra  y  que  aún  así, serán  millones  los  siglos  que  en  él  hemos  de  residir, hasta  terminar el  proceso  de  la  materia  del  mundo,  enriqueciéndonos  con  su  valor en luz  y  sabiduría,  para  poder  repetir  la  salida  de  allí  en  nuevo  triunfo, como el de la tierra y  así  infinitamente,  en  cumplimiento  de  la  promesa del  Padre  a  Abraham  cuando  dice:  «Los  mundos  son  infinitos  y  el hombre  ha  de  vivir  en  todos  los  que  existen,  pero  la  creación  sigue y no se acaba». 

13°  En  cada  mundo,  el  hombre  tiene  que  desempeñar  todos  los grados  de  trabajo  de  que  es  capaz  allí  y  todos  necesitan  un  tiempo determinado;  no  se  puede  desempeñar  todo  en  una  existencia  y menos  aprenderlo;  por  lo  que,  la  ley  del  progreso  impone  ascender Joaquín Trincado de  grado  en  grado,  rigurosamente  correlativos,  demostrándonoslo en  cada  existencia  que  pasamos  por  las  fases  de  niñez,  la  pubertad, la  juventud,  la  ancianidad,  pero  allí  ya  no,  la  decrepitud.  Por  otra parte,  está  la  Ley  de  afinidad,  que  necesita  para  su  cumplimiento largos  siglos;  la  de  igualdad,  que  impone  que  todos,    en  el  término de  los  mundos  ,  consumamos  la  misma  cantidad  de  energías  y  pasemos  por  todas  las  fases  del  progreso;  todo  lo  cual  nos  pone  de manifiesto  y  así  es  en  justicia,  que  para  cada  parte  que  tenemos  que desempeñar  en  el  progreso  del  mundo    y  del  espíritu,  hayamos  de sufrir  la  transformación  debida  y  adecuada,  por  lo  que  hemos  venido al  mundo  tantas  veces  como  hemos  necesitado  al  desempeño  de tantas  y  variadas  funciones  como  conocemos  y  volveremos,  para desempeñar  otras  que  aún  no  conocemos  y  que  las  aprendemos  en la libertad del espíritu. He  ahí  hermano  amado  el  engranaje  de  la  vida  de  los  seres.  He aquí  la  necesidad  de  la  desencarnación.  He  aquí,  porque  el  espíritu se  emancipa  cuando  el  cuerpo  no  le  sirve  para  el  desempeño  de  otro oficio que el que vino a desempeñar con ese instrumento. 

El  espíritu  que  tiene  sabiduría,  cuando  ha  logrado  descubrir  su trinidad,  cumple  con  alegría  la  inflexible  ley  del  tránsito  y  premia  a  su misma materia con un ósculo amoroso y la deja dormir y en su sueño, la ley la  disgrega,  mandando  vivificada  sus  partículas  a  alimentar  y formar  otros  cuerpos,  conforme  a  la  depuración  que  alcanza  cada  vez. 

Esto  ha  pasado  por  tu  espíritu  muchas  veces  en  la  tierra  y mundos  anteriores  donde  hemos  vivido  iniciándonos  en  la  vida  y eternamente  pasará  en  todos  los  mundos:  mas  encarnado,  vive  el espíritu  prisionero;  por  amor  a  la  desencarnación  entra  de  nuevo  a la  patria  verdadera,  donde  ve  y  vive  la  realidad  de  la  vida,  y  a  esto te  dispones  en  este  tránsito,  por  lo  que  debes  acatar  la  ley,  evocar tus  guías  y  afines  que  te  rodean  y  bendice  el  amor  de  Eloí,  y  que Él te bendiga: pide, y pedimos nosotros  y di: Padre  mío.  Dios  de  Amor,  cuyo  asiento  es  el  infinito  universo poblado  de  humanidades  que  te  adoran  en  sabiduría  y  amor:  oye  el ruego  de  éste  tu  hijo  que  acata  la  justicia  de  tu  santa  ley.  

Padre,  era  un  infante  inexperto  y  que  mis  travesuras  fueron efecto  de  mi  ignorancia: A ti  ¡oh  Eloí!  No  puede  llegar  mi  imprecación, pero  sí  ha  llegado  el  mal  de  mis  travesuras  a  mis  hermanos,  tus  hijos  amados,  que  sabían  cumplir  tu  ley  y  en  ellos  ofendí  a  mi  Padre, a  la  vista  del  Sol,  Padre  de  mi  materia  por  tu  ley;  a  la  vista  de  esas estrellas,  moradas  de  otras  tantas  humanidades  sabias  y  amorosas que  te  adoran  en  espíritu  y  verdad,  de  las  que  yo  debía  recibir  los efluvios  de  su  amor  y  solidaridad,  que  debían  ponerme  el  la  fruición de  tu  bondad;  híceme  sordo  a  las  máximas  de  mis  hermanos  en  la tierra,  tus  hijos  de  luz,  misioneros  de  la  verdad  y  de  su  amor  me  mofé, ciego  en  mis  juegos  de  niño  que  no  quise  elevar  a  obras  de  hombres, por  no  verme  pequeño  ante  su  grandeza  y  negándolos  negué  a  mi Padre y me negué a mí mismo. 

No  me  han  bastado  los  avisos  de  los  mártires  de  la  santa  libertad; no  influyó  en  mi  sordera  la  fuerte  voz  del  fuerte  Juan;  no  quise  abrir los  ojos  de  mi  razón    a  la  luz  de  Jesús;  no  quise  avivar  la  llama  del amor,  con  el  gran  amor  de  la  mujer  grande,  de  la  gran  María  Reina del  Amor, ni  me bastó  a derribar  mi aferrada  obcecación,  el  potente soplo  del  Espíritu  de  Verdad,  que  limpio  la  negra  atmósfera  de  la tierra  en  el  tremendo  día  del  Juicio  Final.  

Hoy,  por  fin,  Padre  mío;  las puertas  de  la  verdad  a  las  que  la  ley  me  lleva,  mi  espíritu  ve  la  realidad de  las  cosas  y  su  equívoco,  y  rememoro,  en  la  ley  sagrada  que  nos legaste  por  el  Juez  y  su  tribunal  que  te  representó  en  el  Juicio  Final de  la  Tierra  a  aquel  temido Anticristo  desfigurado  por  la  maldad de los enemigos  de  la  verdad,  que  justificó  a  los  mártires  y  a  Jesús  y  María; que  el  Espíritu  de  Verdad  tendiendo  su  ancla  salvadora,  reconoce  y confirma  al  juez  y  al  tribunal;  y  a  todos  los  confirman  y  justifican  los maestros  de  la  cosmogonía. Acato,  reconozco  y  confieso  a  mi  Padre Eloí  y  por  esta  tu  ley  pido  me  admitáis  de  nuevo  al  trabajo,  por  los méritos  de  mis  hermanos  a  quienes  pido  su  perdón,  su  oración  y  su amor  y  tu  bendición  y  fuerzas  para  cumplir  con  los  mandatos  de  la ley de  Amor que quiero observar. 14°  Si  el  transitante  estuviere  en  la  agonía  declarada  francamente,  se  le  hará  la  siguiente  invitación  o  se  dejará  ésta  para  el  momento oportuno. 

Eloí, único santo, único justo, único Creador, Padre  común  y  Dios  de  Amor  por  quien  todas  las  cosas  fueron hechas  y  por  su  ley  existen,  a  quien  reconocen  y  adoran  como única  causa  los  mundos  del  infinito  y  cantan  el  eterno  hosanna;  al que  confesaron  los  justos  de  todos  los  tiempos,  al  que  confesarán en  la  eternidad  todos  los  obcecados,  al  que  nos  enseñaron  Adán y  Eva;  al  que  dio  a  Abraham  su  contrato  entre  él  y  sus  hijos  de  la tierra  declarándolos  herederos  de  su  infinita  heredad,  hasta  sus hijos  negros  de  hollín;  al  que  prometió  a  Jacob  la  redención  de Israel  representado  en  los  que  le  oyen  y  le  creen;  al  que  dictó  la ley  que  Moisés  escribió  después  de  libertar  a  Israel  del  cautiverio de  Egipto;  al  que  los  profetas  clamaron  en  demanda  de  misericordia  y  de  justicia;  al  que  los  patriarcas  adoraban  en  el  altar  de  su corazón;  al  que  Juan  o  Elías,  anunció  descubiertamente  al  pueblo prevaricador,  por  quien  fue  sacrificado  en  aras  de  la  liviandad,  al que  el  mesías  Jesús  apóstol  de  la  libertad  lo  predicó  en  palabras y  obras  con  alto  amor;  al  que  mandó  a  la  gran  mujer  María,  como tabernáculo  de  amor  para  la  pobre  humanidad  de  la  Tierra;  al  que  los mártires  y  apóstoles  de  la  verdad,  de  la  libertad,  del  progreso  y  del amor  confesaron,  cantaron  y  adoraron  en  sus  fatigas  y  martirios,  al que  el  Espíritu  de  Verdad,  Maestro  de  los  Maestros,  y  sol  del  Plano primero  representa  con  su  ancla  salvadora  de  las  humanidades; al  que  el  Maestro-Juez  buscó  en  su  asiento  del  santo  espiritismo que  es  la  unidad  del  espíritu  en  el  infinito  y  la  eternidad,  y  que  de él  recibió  la  Ley  Máxima  para  el  séptimo  día,  te  invitamos  hermano N.N. todos  tus afines,  todos tus hermanos  de  la  Tierra  bella  y todos los  espíritus  del  Padre  y  en  especial  los  arriba  mencionados,  más tus  amorosos  guías  y  protectores  que  presentes  están,  a  pasar  en dulce calma a tu patria verdadera, al seno del Creador. 
Hermano  N.N.  (aquí  su  nombre)  para  que  tus  guías  y  protectores te  auxilien  y  te  acompañen  en  amor  de  Eloí,  pasa,  que  los  que  por ti lucharon  para darte  su ayuda  y luz  te esperan  amorosos  por  Eloí: pasa,  que  Jesús  ya  no  se  te  mostrará  con  la  cruz  que  ya  la  justicia le  quitó  y  alegre  con  María  te  esperan,  para  conducirte  al  Espíritu de  Verdad,  que  te  tiende  su  ancla;  pasa  y  llega  a  Sión,  donde  tus cuentas  están  a  la  vista  y  sabrás  que  pronto  volverás  al  mundo  que por  un  momento  dejas.  Pasa  y  ve  tranquilo,  que  los  seres  queridos que  en  el  trabajo  dejas,  quedan  a  cubierto  de  todas  sus  necesidades y  continúan  tu  obra  de  progreso;  pasa  alegre,  que  entras  en  la  gran universidad  para  aprender  un  nuevo  punto  de  progreso,  que  luego nos  traerás;  pasa  de  la  estreches  de  este  cuerpo  a  la  gran  mansión del  espíritu,  a  la  gran  ciudad  de  sabiduría  y  luz  y  acuérdate  cuando despiertes,  de  tus  hermanos  que  luchan  en  el  trabajo,  en  cumplimiento de  la  ley;  pasa  en  fin  y  descansa  un  momento  de  las  luchas  de  la materia,  mientras  las  partículas  de  ese  instrumento  se  disgregan por la  ley  y  por  la  ley  se  vivifican  y  ocupan  y  forman  parte  de  otro  cuerpo o  de    otra  forma  en  la  eterna  creación;  pasa,  oye  las  armonías,  las vibraciones  de  la  creación,  las  melodías    de  los  espíritus  de  amor  en el  eterno  concierto;  pasa  en  brazos  de  tus  protectores;  pasa  al  amor de  Jesús,  de  María  y  de  la  solidaridad  y  en  él  asiéntate  en  el  ancla salvadora del Espíritu de Verdad, que te conduzca a Eloí, pasa. . . N.B.:  Si  el  tránsito  fuese  relativamente  corto,  lo  que  se  observará, o  también  se  reconoce  que  el  transitante  es  un  hermano  de  amor  y sabio,  sólo  pueden  suprimirse  los  primeros  puntos  descriptivos  de los  mundos  aunque  el  espíritu  sabio  siempre  saca  consecuencias; pero  esta  advertencia  tiene  el  fin  de  enseñar  que  no  es  riguroso  en todos  los  tránsitos  la  lectura  de  todas  las  consideraciones;  pero  en todo  caso,  consúltese  al  Consejo  de  Higiene,  el  que  mandará  un médium  si  ya  no  lo  hubiera  en  la  familia  o  afinidades,  que  será  raro que  no  lo  haya  antes  de  pasar  la  tercera  generación  de  la  transición.      
        
El  Maestro  Juez Joaquín Trincado

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