11 abril 2020

CONOCIMIENTO DE CAUSAS Y EFECTOS

CONOCIMIENTO DE CAUSAS Y EFECTOS

CONOCETE A TI MISMO  
CAPÍTULO VIII



PÁRRAFO I

EL CRIMEN EN GENERAL 

El crimen es, todo aquello que causa daño a otro y aun a sí mismo, ya sea intencionadamente, por imprevisión, indolencia o ignorancia. 

Pero el mayor crimen es, el que no suele verse o palparse, es decir, el crimen moral, porque necesariamente hiere la dignidad del hombre y lo somete a  un sufrimiento  que  no cura la cirugía ni la medicina, por que se hiere el sentimiento, el alma y el espíritu y se provocan hecatombes  espantosas en el individuo, en toda una familia y aun en todo un pueblo. 

Tomemos una tesis jurídica y general, para tener base en este trascendental  estudio y sentemos que: todo arrebato de cólera es una falta; la calumnia y el asesinato, en cualquier  orden, es un crimen que determinaría su cuantía, su calidad; la mentira, los juicios falsos, los juramentos falsos y las temeridades de conciencia, ya pasan de crimen; los denominaré pecado; desafíos y contrabandos, son delitos; el envenenamiento y  los  incendios donde no se deja lugar a salvación, es maldad refinada; pero el infanticidio y anexos, es abuso y cobardía vil. 

De modo que el crimen en general, se divide en falta, fechoría, ruindad, vileza, delito, pecado y maldad: pero sólo se puede faltar, al hombre y al creador.

Las faltas contra el hombre, son  crímenes;  mas las faltas contra el creador, son pecados. Esto es en síntesis, todo el código divino y humano. 

Como en el «código de amor» están  desentrañados  los puntos más interesantes  a la humanidad  y esto es una pauta  de estudios que os facilita entrar en los efectos para llegar a las causas y atrás os quedan todos los conocimientos  de  sabiduría  necesarios  a  este  fin  y  desaparecen,  en  la  comuna, las tres causas principales de todos los males, que son,  odio, ignorancia y religión,  sólo haré aquí puntos sintéticos; no porque habrán de necesitarse, sino porque  todo hay  que  saberlo  y tenerlo  cada  uno en  su archivo,  porque así  lo  exige  la  sabiduría  y  todo  hombre  tiene  que  saber  lo  que  es  causa  y  lo que es efecto. 

Punto primero 

LOS ARREBATOS 

El arrebato, aparte de los males o daño que pueda causar a otro, es una falta de dominio  propio;  y  aun  en  las  cosas  en  que  origine  un  bien,  será una falta el arrebato, porque obra con precipitación y violencia y es imprudencia. 

Cuando todas esas circunstancias son congénitas al arrebato, es seguro, que para una vez que del arrebato se reciba beneficio, noventa y nueve veces se recibirá daño colectivo; pero el arrebatado recibirá siempre daño moral y material y aún será responsable en aquella vez que haya podido ocasionar bien, porque habrá demostrado no tener capacidad de dominarse a sí mismo. 

Más si no es prudente ser arrebatado, tampoco lo es ser indolente y pasivo (que es el extremo opuesto) y en ambos casos, se demuestra ignorancia e inconsciencia; y ni el arrebatado ni el indolente, llevarán el bien a la colectividad. 

Se confunde muchas veces también, la prudencia con la indolencia, lo mismo que el arrebato con el celo; pero todo ha de estudiarse  por los efectos producidos y los que pudo producir y se determina entonces si fue prudencia o indolencia, o arrebato o celo. 

Mas no se puede olvidar en ese estudio, lo moral  y material en el bien o el mal producido y puede ser que, un mal material origine un bien moral; pero esto no será caso  para  justificar el arrebato ni la indolencia, a la que hay que oponer necesariamente la diligencia y la prudencia, que es lo que nos llevará al bien en alta sabiduría. 

El premio al arrebato (aun cuando  hubiera reportado un bien) será ponerle delante el mal que pudo ocasionar, si otra circunstancia de ley que opusieron a su fuerza e imprevisión, no hubieran mediado; y que seguramente, el arrebato y la precipitación les llevaría al desastre. 

Suponed este caso: se ha caído un hombre al río y la corriente lo arrastra golpeándolo; otro lo vio y, precipitado, se tira vestido al río, sin medir las consecuencias del peligro; suponemos que lo hace por un impulso de amor; es laudable el acto; pero estudiemos. 

El caído, no se puede valer a sí mismo por la fuerza de la corriente y sabe o no sabe nadar; pero un el caso de que sepa nadar, no puede valerse, porque la ropa le impide luchar, porque se hinchó de agua y sus pliegues y peso le oponen una gran resistencia. 

El que se tiró a salvarlo sabe también nadar y lleva el celo de salvar también al caído; pero se ha precipitado, ha sufrido un arrebato y se tira vestido sin medir el peligro, aún teniéndolo a la vista en el caído que no puede valerse por causa de la ropa; va a salvarlo y no lleva ventaja ninguna sobre el caído, porque se expone al mismo peligro:  ha  sido  imprudente;  si lo salva, merecerá aplauso y admiración, pero no es justo; habrá habido una circunstancia que habrá salvado a los dos; un remanso que el agua forma y aminora la correntada; un vado en donde el agua tiene menos profundidad, u otra cualquiera y sino; perecerían los dos, por haberse arrebatado el que se tiró vestido para luchar con dificultades iguales a las del caído; se ha suicidado por su precipitación, pues debió tener capacidad para reflexionar el peligro de la ropa y desnudarse, para tener más seguridad en el éxito del salvamento. 

Tenemos el deber del auxilio, hasta el sacrificio, por amor; pero con reflexión para no exponernos por impremeditación estulta, sin ser expertos en  lo  que  vamos  a  luchar  y  exponernos  nosotros solos; pero cuando vemos que hemos de comprometer otros bienes y otras vidas,  entonces se reagrava la falta del arrebato: pero tampoco se ha de pasar todo el tiempo en la indolencia  del  tardo  medir de las circunstancias, pues entonces puede originarse el daño, sin esperanza del bien. 

Por esto hay que ser diligentes, y previsores, mirando siempre primero los intereses corporales; segundo, los intereses  morales; y por último,  los intereses materiales;  y  si  cuando  ha  habido  prudencia,  diligencia  y  previsión se produce un mal,  habrá causa de justicia  fatal  y nadie  podrá ser acusado; pero entonces, estudiad con más ahínco para aprender aquellas leyes fatales que pudieron más que toda la previsión, diligencia y cordura del  hombre, pues en  toda obra hay mucho siempre que aprender y, por añadidura, tenemos obligación de sacar bien del  mal:  pero  sepamos  siempre dominarnos en nuestro arrebato, ímpetu o precipitación y sobre andar seguros sobre la vía del  bien, nos  mostraremos  firmes  y  con  marcada  majestad  en nuestro ser y no ofreceremos el triste espectáculo del soberbio rabioso del que todos huyen, por su aureola repulsiva. 

Punto segundo 

LA CALUMNIA Y EL ASESINATO

Bajo cualquier punto que se mire, la calumnia no será menor crimen que el asesinato; antes puede llegar a ser el crimen más horrendo que en la clase de asesinatos pueda cometerse, porque siempre  será más vil  el calumniador que el asesino, aun en la premeditación y alevosía; puede el crimen tener atenuantes y eximentes, pero jamás la calumnia puede invocar más que cobardía, hipocresía,  abuso, astucia y quizá  engaño y soborno de la justicia; la calumnia es lo más difícil de reparar, y sólo puede ser castigado el calumniador con las penas que el código señala para el crimen vil, con alevosía y premeditación, agregándose las penas del infanticidio cobarde; esto, tratándose de las leyes humanas que castigan la calumnia con penas corporales, que tampoco tienen valor bastante para castigar la calumnia, la que, en las leyes divinas no veo penas señaladas a la calumnia, como no las veo señaladas a la ofensa al  creador, por lo que llamo pecado. 

Esto indica muy claro, que es tal el tamaño de la falta en la calumnia, que la ley divina no ha señalado pena, como para demostrar, que la calumnia las merece todas y que,  es tan horriblemente despreciable  la calumnia que la divina ley no quiere ni tenerla codificada: de tenerla, tendría que castigarla y sería la única falta de dificilísimo perdón, pero no imposible,  pues al fin, el tiempo es eterno y a todo se llega. Pero el no haber una pena señalada a la calumnia en la ley divina, como la tiene por ejemplo el cortar la existencia a un ser, cuya  pena es darle una nueva existencia, debe alarmar mucho más a los hombres, que si condenara a vivir cien existencias  mudo  y  con  fino  oído  y  vivir  entre  enemigos envidiosos: ¿Suponéis lo horrible de ese sufrimiento moral? Pues debería darse por satisfecho el hombre con esa pena, que podría pasarla en diez mil años. 

Más no hay siquiera en la ley divina esa pena, dulce aunque terrible; pero el no haberla, es lo más terrible. 

Al calumniador «más le valdría no haber nacido»; porque mientras no apague en él el fuego de la calumnia, sufrirá miles y aun millones de siglos, los más horribles remordimientos en su conciencia, que no le darán paz ni descanso un solo segundo; y, sabed, que el Dante, en su descripción del infierno, (como llamó a los mundos primitivos) retrató a los calumniadores acometidos de bestias y serpientes que continuamente les destrozaban las entrañas, sin arrancárselas nunca; es la manera más digna de retratar el sufrimiento de calumniador. 

Es, a la verdad, horriblemente  feo el vicio o pasión de la calumnia, porque tiene  que envolverse  el  calumniador  en muchos otros vicios y pasiones, como la mentira, la falsedad,  la  hipocresía,  el abuso, la desfachatez, la ruindad  y  el  soborno, que  cada uno por sí  es  un  crimen  cobarde,  eludiendo el  encuentro del  y de  los hombres que inhabilita desde la sombra, coronando toda su obra con la delación, que en la ley divina es prohibida, aun existiendo el delito, si no es comunal. ¿Cuánto más, cuando la delación por calumnia es falsa?. 

Además, el  calumniador,  envuelve  otras personas en su delito, ya como testigos comprados o sobornados y también los deudos de su víctima, que sufren las consecuencias de la infamia privándoles de amistades, cerrándoles el camino de la subsistencia y sometiéndolos a miradas recelosas; y aun cuando al fin se probara su inocencia, ya tienen cortada su forma de vida; por lo que sabiamente dijo Voltaire, «de la calumnia algo queda». 

No es difícil ver caer grandes hombres de sus pináculos y reducirse a la miseria y muy frecuente tener que  abandonar toda una  familia  su casa  natal  y siempre, de una calumnia, se ven grandes desgracias de hombres de valía perdidos y, sin acción, suicidios, hombres en la cárcel o en el manicomio y mujeres en la vida desesperada de un prostíbulo, después de haber arrastrado todas las miserias.

La calumnia, tiene generalmente su principio en la envidia; pero su raíz es el odio: y tener entendido que, nunca se calumnia a un delincuente, ignorante, o inepto: siempre la calumnia, es contra otro más honrado y digno que el calumniador y esto, tratándose de casos ordinarios; que si entramos en la vida política, aquí nos helaremos de espanto en lo rastrero de la calumnia; mas si entramos en  el  campo religioso, aquí será tal el asco que nos dará, que no nos libraremos de terribles náuseas, porque las religiones calumniaron bajo pretexto de derecho divino y su retrato son las excomuniones.
  
La crítica razonada, no es calumnia; y digo esto, porque hay ignorancia en los hombres; sino estaría de más escribirlo. La  crítica  es  conveniente  sobre  los  hechos  públicos  para  depurarlos  de vicios  que puedan adolecer, así de leyes, como  de  costumbres;  de  educación cívica  y hechos  del  común,  en  cuanto no afecten personalidad determinada, ni  entre en el sagrado interno de la conciencia  del individuo; pues de ese recinto, sólo es juez cada uno mismo: si entráis en ese recinto aun cuando vuestra crítica fuese cierta, calumniáis a conciencia, porque descubrís secretos y escandalizáis a otros. 

Para esto, tenéis  el  título  de hermanos  y debéis,  en secreto, advertirle con gran amor pero, sabiendo que no oyen las paredes y pasando antes tres veces vuestra  lengua  por la lima de vuestra  conciencia, para saber, si  aquello que vais a reprender no está en vosotros también, o está sólo en vosotros y creéis que está en vuestro hermano; porque «es fácil ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo». Si pasada la lengua por esa lima áspera, veis que no está en vosotros la falta y que no os heriría  el  ser  corregidos,  entonces, evocad  todo  el  amor del Padre antes de hablar a vuestro hermano y consultarlo bien primero y ver si su estado psíquico es propicio  para advertirle  y hacedlo con mesura y sin términos tétricos, ni rebuscados, no eximiéndoos vosotros de la posibilidad de caer en aquel defecto y que le agradeceríais que él os advirtiera, si un día lo echase de ver en  vosotros;  pero  sobre  todo,  la  corrección  es  con  el ejemplo mejor que con las palabras, ganándose la amistad del corrigendo. 

Hermanos míos: No cometáis faltas de ninguna clase a sabiendas, ya que, por desgracia, muchas cometemos inadvertidamente por la imperfección de la materia.  Pero mejor es que cometáis todas las faltas de hombres, antes que una sola calumnia, pues ésta, básteos saber que no esta  codificada en la ley divina,  por lo  miserable que es en sí.  

Una sola palabra de calumnia, es un crimen más vil que un asesinato premeditado y hecho a traición. Por esto fue arma de las religiones.  

La calumnia es tan imposible de reparar, como recuperar el tiempo perdido; éste, no vuelve. 

Punto tercero 

EL PECADO 

La mentira en los juramentos; los juramentos de falsedad y las temeridades de  conciencia, son lo que  llamo pecado, porque  entrañan directamente a las cosas del  creador; no al  creador, porque a él, ni entre todos los seres del infinito llegamos a entrañarle en nada. 

Pero si no entrañamos al  creador, entrañamos a sus  leyes, con nuestra intención;  y como éstas son las que nos rigen, cometemos pecado que no pueden las leyes perdonar, porque  éstas ni  el  Creador, no perdonan:  hay que cumplir las leyes y nada más; ésta es la sentencia y su incumplimiento por malicia  u oposición, es lo que constituye pecado; mas no lo constituye la ignorancia y es por esta aclaración  que hago este párrafo, muy necesario a la inteligencia de los hombres. 

Al  jurar  con  mentira  en  un  juicio  de  hombres,  donde según  las  leyes, el reo, habrá de sufrir una pena grave o la pena capital, las palabras dejan de ser juramento, para convertirse en  calumnia,  amparada  por la  inhabilitación del que sufre la justicia. 

Jurar en falso un hecho que se ignora, es ponerse un testigo terrible de su falsedad y querer hacer cómplice, al ser que bajo el nombre de Dios se invoca para el juramento. 

He ahí dos  casos  de pecado contra el ser divino, que sólo tienen pena semejante  a la calumnia:  y es terriblemente,  un grado más que la calumnia, en la intención; pero es un grado  infinito que no sabemos cuál es su valor: por esto lo llamo yo pecado. 

Más es de advertir, que para eso, es necesario que el que lo cometa sea sabio de las cosas que jura y es entonces que hace un  hecho de conciencia temerario;  éste  pecó al  tenor de  la  exclamación  de  David  «Pequé,  Padre, contra  el cielo y contra ti»; y este temerario, hasta que con conciencia pueda  clamar  en esa  forma  para  ser  oído,  estará  como extraño  y  forastero  en todas  partes  y  solo,  aún en medio  de  las  multitudes, (como  hombre  y  como espíritu)  porque  sobre sí lleva  el  título  de  falaz,  embustero e  impostor, en aureolas roja, amarilla y negra. felizmente, hay muy pocos de estos pecadores; pero no tan pocos que no nos merezcan atención y son, todos aquellos que emplean la sabiduría para el mal, sus condecoraciones y facultades para pecar a sabiendas; es decir, que se burlan de su conciencia, para las cosas del padre y sus leyes. cargo que hacemos a los que, sabiendo la grandeza del espiritismo luz y verdad, practican el espiritualismo, amalgama para los comodines y cobardes. 

Mas la  causa  de  esto  es,  una  mala  costumbre  hecha  ley  en  los  tribunales  civiles  y  religiosos,  de  exigir  juramento;  y  si  un  pobre  ignorante  que jura lo que no comprende,  sólo comete  la falta  de su ignorancia,  no así los jueces civiles o religiosos que dicen conocer lo trascendental del acto. 

Estos, cometen una temeridad y mienten siempre, porque juran lo que no pueden cumplir. 

Por eso no se debe jurar por nada, como decía  Jesús: «Ni aun por un cabello  de tu  cabeza  jurarás» Es, pues, lo más  cuerdo prometer, porque generalmente,  el  juramento  no  es  cumplido  y  al  fin,  el  juramento  es  un  dogma terrible y mata la libertad. 

El espíritu en luz  puede jurar, porque tiene conocimiento de causa y le admitirá o no el juramento,  según sea de justicia;  pero siempre le será admitida  la  promesa  hecha,  según el  monto  de su conciencia; es decir, de su potencia; que se medirá en su sabiduría a la  que se ajusta para prometer o jurar. 

Huid pues, del juramento y prometed el amor; pero olvidad la temeridad de conciencia, los  falsos juicios y la  mentira  del  juramento  y, ni aun en bien de nadie mintáis, porque esto, puede encuadrar en la caridad, pero es contrario a la justicia, a la verdad y al amor y se castiga con la espantosa soledad, porque todos se retiran del falso: es pecado. 

Punto cuarto 

DESAFÍOS Y CONTRABANDOS, SON DELITOS 

Aun en lo material  son delitos los desafíos y contrabandos;  y entended bien, que no digo delito,  sino delitos;  porque es muy difícil que no sean dos y aun más personas culpables en estos actos;  y los pongo juntos también, porque el delito de desafío se hace burlando la ley que pena el asesinato y eso es un contrabando; pero resulta que los hombres han llamado «actos de caballeros» a lo que es un acto  facineroso  además  del  crimen  de asesinato. 

Ya dejé dicho en el  código lo referente al duelo y senté que, «es un suicidio y un crimen premeditado» y son responsables duelistas y padrinos; y  esto  nos  confirma,  que  no  sólo  es  delito,  sino  varios  delitos  a  la  vez,  todos criminales; y es contrabando, porque se efectúan esos lances, burlando la ley humana y divina. 

Lejos de ser un acto de honor, son varios delitos premeditados, incluso el contrabando que se considera facineroso. 

Más se reagrava  mucho  más  esa  colección de crímenes  que  se cometen en el desafío, por el escándalo que se da sentando cátedra  de criminales esos... caballeros de honor... y dejan  sentados cimientos de odio entre las familias y aun entre los amigos de ambos contrabandistas. 

Se tiene por fascinerosos a los que, burlando las leyes de opresión que fiscalizan la entrada  de los medios de vida en las ciudades que encarecen la vida con las tarifas aduaneras y se ven precisados (muchos hombres y mujeres) a introducir algunos víveres que  compran fuera  más baratos que  en la ciudad y eso no es ni puede ser falta; la que falta, es la ley que encarece por esas gabelas la vida en las ciudades. 

Pero en cambio,  es  contrabandista el comerciante que burla la ley, introduciendo fraudulentamente artículos que vende al precio de otros comerciantes  que pagaron sus derechos, o bien rebaja un algo para  hacer  la competencia al que pagó los impuestos de ley y arruina a éstos, para quedarse dueño de la plaza. 

Aquí hay más de un culpable, porque tiene que estar  entendido con el remitente y con los vistas y despachantes de la aduana  y esto  es soborno, el  que  generalmente  lleva  consigo el contrabando. 

Este contrabandista, perjudica a toda la ciudad porque no paga el canon establecido que se designa para levantar las cargas comunales; y además, hace pagar  al  vecindario  los artículos  a precio  corriente,  cual  si hubiera satisfecho los derechos comunales.

Mas se comete otro delito, que muchas veces abarca  terribles proporciones en la salud pública, porque el género así puesto en venta, no ha sido sometido al análisis sanitario;  e  incurren en el mismo delito, todos los  que adulteran los géneros, después de la inspección sanitaria. 

¿Cuántos  delitos han cometido aquí? No han pagado al fisco comunal la contribución por aquello que agregan en la adulteración; además, si no pagaron el derecho aduanero, esto es sencillamente  un robo a todo un pueblo y se le vuelve  a robar al consumidor en el precio  de venta: y por la adulteración, o no haber pasado el análisis sanitario, se juega peligrosamente con la salud pública.  ¿con qué pena puede castigarse  esto?  Todas las de los códigos son pocas. 

Es cierto,  que  todo  el  régimen  y sus leyes  son erróneas hasta hoy; pero  si  no  lo  han  mejorado  los  hombres,  es  porque  no  ha  sido  tiempo;  es porque,  los estados,  nacieron  de  las  religiones  o  de  la  supremacía;  pero  aun en este caso, la supremacía nació de las religiones y lo prueba, que todos los estados tienen religión y dependen en lo moral de ella, hasta los reyes y emperadores, que cuando no sean éstos, súbditos de un pontífice,  son ellos el pontífice religioso, al par que el emperador civil y entonces, son todos los poderes, feudos de las religiones, que tienen una moral imperfecta  y mala;  y de esa insana moral, nacen las leyes y los códigos civiles que quieren regir el mundo, pero subyugado. 

Esta  es  la  causa  de  que  el  régimen,  aún  el  democrático  y  republicano sea arcaico y contrario a la verdad pura de la ley divina de libertad, por la que únicamente, los pueblos pueden progresar ampliamente  sin trabas ni tropiezos; y del único modo que se evitan los contrabandos y los desafíos es, llegando, por la fraternidad, al amor mutuo.

Se ha dicho (y es verdad) que: «los pueblos tienen  los gobiernos que se merecen»  ¿Son malos?  No merecen  más, y tiene  todo ciudadano  el  deber de acatar la ley común. 

Pero también  tiene el deber de luchar dentro de la ley y la razón para mejorar la ley y cambiar el régimen, gradualmente hasta llegar a la comuna, con la que desaparecen  aduanas y gabelas, contrabandos y desafíos, a que los incitan las leyes de hoy. 

Más  mientras  exista  la  religión  y  supremacía, existirá  el  contrabando porque de él,  en él  y por él  viven las religiones  que se han hecho superior res al estado civil y se eluden, con toda trampa y subterfugio del impuesto y no les empacha  invocar el nombre de Dios, que no debe pagar aduana ni impuesto; pero tiene  derecho a cobrarlo de todos. 

¡Es tan singular la moral de las religiones!...  Para ellas,  todo es lícito y tributario, por lo que, además de estar cometiendo  continuamente  el  robo a toda  la  humanidad  y comerciar con cosas que en el hombre son sagradas (aunque algunas en la realidad sean basura nauseabunda como el sacramento de la eucaristía y sus seis compañeros que envenenaron y enferman a todo el que los toma) y aun los venden muy caros sin pagar ni patente  ni aduana y esto es un constante desafío a los hombres y las ideas. 

Todo  esto,  dejará  de  ser  en  estos  días  de  la  llegada  del  Padre  con  la luz  que  todo  lo  transforma  y  pasa  a  la  historia  y  los  contrabandos,  ya  no tendrán lugar. ¿Pero puede  el  hombre  en  la  comuna  cometer  contrabando y desafío? Puede  y seguramente  aún  lo  cometerá  en los primeros  tiempos, porque aun gravitará  sobre él el recuerdo terrible  del pasado de miseria y de opresión y habrá quien piense llenar su casa de los productos que libres estarán en los campos, sin marcas de propiedad: pero pronto se cerciorará  de su estupidez, porque  verá  que  cada  día  lo  tienen  todo  fresco  en  el  depósito  común,  donde con alegría cargan a diario todos los ciudadanos todos sus menesteres. 

Por lo demás, no habrá lugar al desafío ni a ningún otro triste  delito  de los que hasta hoy nos han sido baldón; y para eso, sólo tenéis que observar el  «código  de amor», porque  os conoceréis  a vosotros mismos, en  vosotros al universo y en el universo, a Eloí. 

Punto quinto 

EL ENVENENAMIENTO Y LOS INCENDIOS, SON LA MALDAD REFINADA

Según  se  eleva  la  cobardía  y  refinamiento  de  los  hechos,  se  eleva  el grado de culpabilidad;  por eso hemos visto que hay  falta, delito, crimen, pecado y,  ahora  nos  encontramos  con  maldad  refinada  en  el  envenenamiento y  el  incendio,  de  donde  sólo  se  puede  exceder,  en  el  cobarde  infanticidio  que veremos en párrafo aparte. 

El  envenenamiento  y  el  incendio,  lo  hemos  de  considerar  material  y espiritual  y  en  ambos  casos  es  un  crimen  y  de  refinada  maldad;  porque,  no solo está en la acción el hombre bruto, sino el estudio, la premeditación  y la  ciencia;  de  aquí  su  grado  de  maldad  refinada  que  lleva  el  máximum  del odio y la traición. 

El  envenenamiento  de una persona supone la  mayor  sangre fría  para el  crimen,  sin  dejar  lugar  a  salvación  y  acrecienta  su  maldad,  porque  extrae de la  ciencia  los conocimientos  que tanto  han costado  en trabajo,  sudor y estudio, para extraer las esencias de la naturaleza. 

Además, es el colmo de la hipocresía, porque con una mano adula a su  víctima  y  con  la  otra  le  da  la  muerte  irremisible,  porque  la  intoxicación perdura  en  la  sangre  y el  organismo,  aun  cuando  se consiga  evitar  la  muerte momentánea;  pero  que  al  fin,  será  víctima  del  veneno  más o menos  pronto; pero en  ese tiempo su enervamiento  será bien marcado y al final, si se hace la autopsia cuidadosamente después de la muerte, aunque hayan pasado años, se encontrará el veneno, causa de la defunción. 

Esta  arma  traidora  ha  sido usada  (más que por todo el  mundo) dentro del Vaticano,  «inmenso  buzón  de  crímenes  del  pontífice  cristiano» y de allí se ha propagado por todos sus tendones y tentáculos, ya en el veneno puro, ya en el acero envenenado, para no errar la puñalada. 

Los casos más tremendos de ese abuso fueron los de los Borgias, cuyo pontífice, Alejandro VI (Rodrigo Borgia),  murió  en las horribles convulsiones del veneno preparado para otro que le estorbaba y por una equivocación lo bebió él; y su famosa hija y concubina Lucrecia, que tantas vidas quitó con sus polvos blancos, hubo de tomarlos sobre el cadáver de su hijo, forzada por su marido último, el duque de Este. 

En la antigüedad, se envenenaba con víboras y áspides la historia nos cuenta  el caso de  cleopatra; en la Grecia, ya os he dicho que se daba la cicuta como muerte, cayendo por ella,  Antulio y Sócrates. 

De modo que, el veneno, fue siempre arma cobarde de las religiones; pero llegó (como es natural)  al dominio  del  pueblo,  que con sangre fría se quitaban un rival, con la mayor frescura y esto reasume  todos los crímenes, en un solo hecho.

Los incendios, donde no se deja lugar a salvación, son más horribles aún que el veneno; y son también  del dominio de las religiones y de los supremáticos  y déspotas, y se nos ofrece en la historia una Roma incendiada por Nerón y miles de ciudades por las guerras continuadas. 

Pero todo esto, por horroroso, terrible y cobarde que sea, podrá acabar con unos  cuantos  millones  de cuerpos  en los  hechos  de guerra y la inquisición y  al  fin,  los  autores,  pagarán  esas  vidas  dando  vida  a  los  caídos.  

Pero, ¿cómo pagarán el envenenamiento  de las conciencias  por el error dogmático?  ¿Y los incendios de las pasiones, con sus pasiones, en el pueblo? Esto ya pasa de  crímenes y delitos  y entra  en la  categoría de  pecado; no hay pena  señalada en  la  ley  y  esto  es  lo terrible;  son  acreedores  a  todas las penas  y las  sufrirán  hasta  tanto  que  sus víctimas  no hayan sido revalidadas. 

Pero pasarán miles y quizás millones de siglos, porque muchos de esos envenenadores  e  incendiarios  de  las  conciencias  han  sido  condenados a segunda muerte; y esos millones de siglos estarán encendidas esas llamas, consumiéndolos  en su conciencia  por remordimiento,  pues «han de pagar hasta el último cornado». 

Párrafo  II

EL INFANTICIDIO ES EL MÁS COBARDE DE LOS CRÍMENES

Todos los crímenes y delitos pueden tener algunas atenuantes; pero el infanticidio, no puede tentar más que uno; la locura o enajenación  mental: pero a pesar de eso, habrá quien tenga la responsabilidad a poco que se ahonde, porque,  el  niño no se hizo solo en las entrañas de la madre, ni se gestó de la noche a la mañana, sino que hubo que pasar, por lo normal, siete a nueve meses en su encierro y es tiempo largo para que sea notado el  embarazo  y el  estado  perturbado de la  madre,  o ésta  el del  padre,  u otros vecinos que conocieron la enfermedad de uno de los dos padres. 

Y si quieren  descartarse  los que  tienen  conocimiento  de  la  perturbación  de  los cónyuges  de  responsabilidad,  con  no ser sus parientes  o no ser deber  de  ellos,  manifiestan  claramente  su  ignorancia  de  las  leyes  naturales  y divinas;  un  egoísmo  refinado  y  completa  falta  de  sentimientos  humanitarios, de justicia y,  muertos al amor. Ignoran por completo  la  vida  comunal  del  espíritu  que es el  que forma las familias  y busca las compañías  en justicia  y que por algo que no es casualidad,  sino  fatalidad,  se  reúnen  bajo  el  mismo  techo,  o  buscan  amistad con quien vinieron a reunirse por ese lazo;  esto, en la ley divina,  obliga  a todos, unos por los otros, sin tener en cuenta, razas, castas y clases. 

Hay  otras  ocasiones  en que,  el  infanticidio,  se  comete  por  falta  de medios de subsistencia  y aquí hay hechos culpables;  pero los primeros son los convecinos y conocedores de la situación;  los segundos y siempre,  las autoridades que no tienen leyes previsoras y no educaron a la niña en sus deberes de madre. fuera de estos casos fortuitos y forzados por las circunstancias  y la falta  de amor, aunque  la  madre  pueda  ser la  menos  responsable,  en  todos los demás casos, es el más cobarde crimen. 

¿Qué defensa tiene el niño  para oponerse al golpe traidor y cobarde de su ejecutor? ¿Qué propósitos envuelve en su acción  ese  verdugo vil? ¿Qué demuestra  un hombre o una mujer, que no se muere de vergüenza ante el indefenso infante que se sonríe inocente  a su verdugo y no sabe leer en la mirada  de  aquellos  ojitos  de bondad e inocencia, que no buscan más que caricias y amor? Siendo nula la defensa del infante, su ejecutor se rebaja de las fieras y lo demuestra al  no caerse  muerto  de  horror;  ese,  está  muerto al sentimiento y obra lo que no hacen las fieras; pues éstas; defienden a sus cachorros con sus cuerpos y antes caerá la hembra que le quiten  sus crías;  lo que revela ese criminal es, la mayor desnaturalización del ser hombre, porque no le entraña  la  sonrisa  inocente  del  infante; sonrisa angelical, que millones de veces salva la vida de sus adres, les da ánimo y valor en la lucha de la vida, apaga las penas de sus corazones y une siempre con su mira tranquila  y su sonrisa, los desavenidos corazones. 

El no leer nada  el  infanticida en los ojos del  infante, demuestra claramente, que está divorciado de la naturaleza,  por una  vil  ruindad;  no tiene derecho  a  la  vida de  hombre; debe  salir  de  la  sociedad;  es el  único  ser que  no puede  participar  de  la  vida  en  común;  sólo  debe vivir  con  las  fieras,  por  que es el rey de ellas por sus hechos, pero mucho más bajo que ellas, porque no tiene ningún sentimiento. 

Los niños, despiertan los  sentimientos dormidos  de largo tiempo; y el que no despierta de su letargo ante un niño  ese es muerto sin remedio por esa existencia  y será un gran amor el rigor del castigo para revolucionarle la conciencia. 

Más busquemos la raíz del infanticidio,  pues ha de tenerla, no sólo en lo  espiritual,  sino  también  en  lo  moral,  civil  y religioso  y  veamos  esas  causas para  analizarlas  y que en la  comuna,  desde su principio,  no registremos un solo infanticidio:  y prevengo que, en el «código», es el único delito al que señalé  la pena que debería  imponerse  y es «meter  en una jaula,  a los delincuentes  y  exponerlos  en  el  parque  zoológico»;  porque  no  son  dignos de otra cosa. 

Que hubo infanticidios en las tribus primitivas hasta Adán, no podemos menos de confirmarlo; pero ¿qué era la humanidad  hasta  esa  fecha? La  humanidad  era  selvática,  ignorante, incivilizada; no eran hombres, sino aspirantes a hombres; no conocían más derecho que el de la fuerza; eran niños revoltosos que todo lo destrozaban y jugaban con todo en inconsciencia: no había temor, ni amor, en lo civil, ni en lo religioso; y baste saber, que se sacrificaban  hombres  como  holocausto  a  sus  dioses:  no  podemos  fundarnos en esa  sociedad para establecer la causa del infanticidio vulgar que  se comete hoy;  pero  hay  allí  una  causa  primera  y  es  el  odio espiritual, por ignorancia; más no hay más responsabilidad que  la  del  crimen, que  en  ley divina  se  paga, dándole de nuevo la vida y amando a su enemigo;  ya tenemos que,  la raíz primera o fundamental del infanticidio es, el odio espiritual. 

Desde Adán en que se empezó  a legislar  en la tierra  con principios  de amor, debía empezar la civilización y fueron todos  los  esfuerzos  encaminados a evitar  el infanticidio.  Tenemos los grandes ejemplos  en todo Israel en sus grandes madres y matronas y nos da el más alto ejemplo Jacabel, burlando la ley de faraón, que ordenaba el infanticidio  de todos las varones nacidos en  el  pueblo  esclavo:  y,  Jacabel,  sí,  echa  al  río  a  Moisés, pero  de  modo  que no pueda ahogarse y en ocasión propicia  de que lo salve la misma hija del faraón; y aun puso  de guardia, Jacabel, a su hermana Miriam, para ofrecerle inmediatamente una nodriza, que sería la misma Jacabel, madre del niño. 

Todavía  nos dan  otro  ejemplo  grande  aquellas  matronas;  a  pesar  de la ley de infanticidio,  faraón, veía  gallardos mancebos  que según la ley no debían vivir, porque debieron morir al nacer; y  faraón, llama a las parteras de Israel,  Sephora y Phulla, para  condenarlas,  «porque no mataban  a los niños  de  los  israelitas  al  nacer»  y, ellas  se disculpan  muy  sabiamente  y  con valor, diciendo: «Señor, las mujeres israelitas, no son como las egipcias, porque son más robustas y paren antes de que lleguen  las parteras:  y, ¿quién les  quitará  sus hijos  después  de  besarlos?  ¡oh, qué sabiduría  encierra  esa contestación!...»  «Son más robustas, dicen  al rey, por no decirle,  aman más que las egipcias», pero le añaden: ¿Quién les quitará  a sus hijos, después de besarlos?  ¿Quién  no  ve  el  universo  en  los ojos  del infante  con  su candidez  y la  armonía  toda  en  esa candidez?  Y, ¿quién  si besa  un niño, no recuerda  que él  lo fue  como él  que  enjugó lágrimas y suavizó las asperezas del  corazón del hombre y dio valor a sus  padres para luchar en la vida y aun redimió a sus progenitores, porque en verdad de verdad  es esta la misión principal  que el espíritu trae para sus padres, porque es la raíz de la vida? Pues el infanticidio, (aparte del crimen cobarde que representa la ruindad más vil de un hombre) corta la raíz de la vida;  la  raíz que le había de  absolver de muchas otras faltas de la ley divina, porque por la procreación existen las humanidades; para  la procreación  de los seres se crean los mundos y sufren todos los tres reinos de  la  naturaleza,  aquel  gran cataclismo  que  atrás  os queda  descrito  para  la aparición maravillosa  del hombre en los mundos y a todo esto reniega y se condena el hombre por el infanticidio y,  no puede tener atenuante. 

Mas ya, la humanidad tiene los ejemplos dados por Israel y en ello han de  ver  que,  ni  reyes  ni  emperadores  deben ser respetados en  sus mandatos contra la infancia; y si bien los hombres deben respetar las leyes y los poderes constituidos y defender su patria (mientras hay fronteras) luchando dentro  de la ley de gentes, todo hombre debe levantarse con coraje, de cualquier nación, casta  y  clase que  sea  contra aquel  bárbaro  que  diese  una  ley infanticida;  y será más gloriosa la hazaña, cuanto mayor sea el bárbaro a quien se castigue por  una  ley  irracional;  y  si  hoy  fuera  la  china, con  cuatrocientos  cincuenta millones de habitantes  la  que tuviera  esa  ley  de  infanticidio  y  se levantara contra la china, por esa causa la república  de Andorra que sólo tiene 14.000 habitantes, ésta triunfaría y redimiría a la china, porque su ejemplo  sería secundado por todas las madres chinas; la justicia divina prevalecería en favor de la infancia y tenemos la prueba de esto en Israel, que triunfan las parteras, de faraón, no por ellas, sino porque son secundadas por las madres israelitas; y es que, la ley está en las madres y ellas la imponen. 

¿Por qué pues, hay hoy tantos y tan horrorosos infanticidios, con tan hermosos ejemplos  y tantos progresos que hay en el  mundo,  aunque  no haya civilización? Busco y  rebusco entre todas las naciones constituidas legalmente y encuentro en todos sus códigos, penado, el infanticidio: luego no está la causa en las instituciones civiles, pero sí está en ellas los efectos vergonzosos de esos cobardes crímenes  y el  estado  civil  es el  responsable, por cuanto estudiado  queda  atrás  para  todas  las  cosas de  la  vida civil; y más porque en todas las constituciones veo  «la religión del estado es tal o cual». 

¿Será entonces la religión la causante? Estudiemos por las constituciones que dicen «la religión  del estado es tal  o cual»:  examinamos  éstas  y  todos  sus  sacerdotes, patriarcas  y  pastores, son casados y con hijos y viven la vida  común  de familia. 

Estas religiones, aunque malas  como religiones,  en lo civil, sus hombres, viven como todo honrado ciudadano, con sus esposas e hijos; éstos, pues, no pueden ser causa de infanticidio; tienen hijos. Sólo nos queda  la desgraciada religión cristiana o romana, que sus hombres y mujeres, sacerdotes, legos y monjas, son célibes renegados de la ley de procreación y ya, el análisis dice inequívocamente que, estos son la causa del infanticidio, del homicidio, del uxericidio, del fratricidio y también del regidio. 

¿Pero hasta cuando saldrá, como el aceite  sobre el agua, la inaudita acción  de la religión  cristiana,  católica  y no católica,  sobre las aguas del mal mundial?  ¡Acaba  ya, Padre mío,  con tanta  vergüenza  que hay sobre la  tierra por esta condenada iglesia y religión cristiana y, acaben todas; porque ya es hora de sacudir el baldón ignominioso que han cargado a los hombres! ¡Sólo tu justicia puede reducirlas al no ser, en un instante que con ansia espero! Yo os confieso, hermanos míos, que no quisiera tener que revolver más fango abominable  de  esa bestia  inmunda; pero es tal su maldad; está tan metida en todas partes y en todas las cosas como el agua en la tierra, que en cualquier punto, a mayor o menor profundidad, se encuentra; pero ella sola es la que pierde ya, pues a cada paso recibe un cañazo y, como las serpientes, queda doblada  y llegan  los caminantes  y la aplastan en el polvo, sin miedo y con coraje; ella se lo preparó, justo es que lo sufra. como ya está encontrada  la raíz del infanticidio que es el odio; y hoy sólo radica esa planta de ponzoña en los célibes para el infanticidio, no tengo porque estudiar más  en esta materia.  

Los remito al libro «Buscando a Dios» y al «código  de Amor» y en ellos veréis todo lo que aquí no haya dicho; y soy relevado  también del párrafo que correspondería  aquí bajo esta sentencia: 

Los medios  contra  la  procreación,  son la  negación  de  la ley, puesto  que  en los  mismos  libros  está  estudiado  y codificado:  por  lo  que,  cierro  este  párrafo, diciendo:  El infanticidio corta la raíz de salvación al que lo comete. 

Párrafo III

¿QUÉ ES EL ROBO Y QUIÉN LO COMETE?

Poco voy a decir, del robo material,  pues dije  ya bastante al  tratar  de la  caridad  y de ello  se desprende  que,  si a unos les sobra y a otros les falta, es hijo todo del desequilibrio, por causa de las religiones, que realmente son las únicas que roban el sudor del trabajador: por lo que,  pasan de ladrón con  patente  divina.  

Y  roban,  no sólo el  sudor del  trabajador, si no también las conciencias y esto es lo más grave. Pero sin robar a las conciencias  por el  engaño,  no  podrían  robar  lo  material,  que  al  fin  del  estudio,  es  lo  único que se propusieron todas las religiones. 

Mas  hay otros que roban, pero no merecen el facineroso nombre de ladrón: más bien les encuadra el de «bandoleros» que, aunque sea vergonzoso es  más  noble,  porque  sale  al  descubierto  y  se  expone  y  con  sus  fechorías llama  sobre  sí  a  la  justicia;  no así  el  ladrón  que  se vale  de  malas  mañas, buena cara y modismos hipócritas  sin sonrojarse para  nada,  cuando  como las  religiones,  viven  de  todo  trapo  por su astucia,  hipocresía  e  imposición y son ladrones  facinerosos  de lo material  y llegan  a la  altura  del  vampiro; chupa sangre! Más cuando roban las conciencias; cuando se ponen sobre los secretos  de  las  conciencias  (en  donde  aún  el  creador  no  entra  más  que  una vez  en  los seres y es en  el  juicio  de  cada  mundo),  ¿qué  nombre  les  cuadra? El  idioma  es muy  pobre  para  componer  la  palabra  que  pueda  encerrar  tan miserable  acción. 

¿Será  bastante  llamarlos,  miserables?  No, no es bastante, ni  en  el  significado  extremo  que  indica  «vil  y  despreciable»  y  aun  será  dulce llamarles  «ladrones miserables  de ley divina» en cuanto a lo espiritual;  que en lo material,  son miserables ladrones de vidas y haciendas con vileza. 

No hay nada en la vida humana  y espiritual  que no haya sido objeto de  robo por las  religiones;  y la  prueba  es, que  todo  lo  tienen  sin producir nada,  y aun  han  obstaculizado  el  progreso  a  sangre  y  fuego condenándolo todo, para aprovecharlo ellos solos. 

Mas hay un punto culminante ya anunciado en el «código de amor» que lo dice todo y es la «bula de composición»  creada  para absolver a los bandoleros, que luego voy a descubrir. 

Esta  «bula  de  composición»  que  se  expide  a  favor  del  que  posee  bienes ajenos,  con  la  cual,  el  pontífice  cristiano  absuelve  al  que  usurpó  bienes  con tal de que alegue «que no sabe de quién son», pone de relieve que,  esa bula es una patente de bandolerismo y asesinato, porque para obtenerla tiene que poseer  antes  otra  que  se  llama  «bula  de  la  santa  cruzada»,  la  que  tiene  por  fin «hacer  la  guerra  a  los  infieles  de  esa  religión»  y  fue  expedida  para  absolver las matanzas que la religión  católica  llevó  al pueblo judío e israelita y luego a todo pueblo y religión  que no fuese católico y cristiano: y, ¡aun conceden indulgencias  plenarias por cuantos hechos notables haga todo forajido en la  destrucción  de  la  humanidad! .

Esto  indica  muy  claro  el  fin  primordial  de esta  religión,  que  luego  lo  coronó  con  el  celibato;  y  al  fin,  se  puso  la  palma con el...  «conservad y defended  la  iglesia  a costa  de la sangre de toda  la humanidad» del testamento del infalible Pío IX. 

¿Qué más se puede hacer  para consagrar el robo y el asesinato en sacramento religioso, que estas letras llamadas «apostólicas» de las que protestan los apóstoles, misioneros y Mesías y todo hombre honrado? ¿Qué más quieren los  bandoleros,  sino  que  se les  dé  patente  de  tales  con  esa  bula, por la que tienen  que pagar un tanto por ciento de lo mal  adquirido  al jefe  de bandoleros, que inmunizado con la infalibilidad dirige a la inmensa compañía de salteadores, por lo cual  les pide una pequeña  parte de lo que saquearon sea como sea, aunque sea matando o deshonrando? Porque, ¿qué más fácil para el bandolero que matar al que ha de despojar, para luego poder alegar que no sabe a quién pertenece su botín?... Si por la bula de composición perdona  el  pontífice  cristiano  al  que  robó,  y  por  la  de  la  santa  cruzada, no  sólo  absuelve  por  matar  a  los  infieles  de  esa  religión,  sino  que  aún  los condecora con indulgencias para que entren en el cielo con honores por ser fieras  inhumanas,  ¿no  son  bastantes  esos  documentos  para  vergüenza de los cristianos? ¿No son todos ellos  bandoleros?  Si no  lo  son, están  en  peligro  de serlo, porque: «dime con quién andas y te diré quién eres», dice el proverbio. 

Mas  el jefe y sus  castas, ¿creéis que tienen esas patentes de bandolero y asesino para sus adeptos sólo? No; los tiene  para todo asesino y bandolero de otra religión; basta que para solicitarla  se bautice  y luego haga confesión general,  que  es lo  mismo  que  hace  el  capitán  de  una  cuadrilla  cuando  ha  de admitir  un nuevo bandolero:  se le  somete  a  toda  prueba  de  valor  temerario, astucia, sangre fría y resistencia, y si no le agrada, no lo admite. 

Lo  mismo hacen con el que pide una bula de composición  a  la  iglesia católica,  cuando  el  peticionante  es  neófito;  pero  no  se  le  niega  nunca  si  es un señor de visos o títulos, aunque sea muy ladrón, muy bandolero y cuanto más mejor; no hay límite en su reglamento. 

Y si el novato tiene  tantos méritos que merezca  ser el director  de la cuadrilla,  va derechito  al  cardenalato;  pero, en  el  primer  jicarazo  que le darán  al  pontífice,  le  calzan  la  tiara  por  méritos  y  por  ser  un  gancho  tendido a otros bandoleros grandes, de otras cuadrillas. 

Así  han  seguido  y  seguirían  hasta  el  fin  de  los  siglos,  sino  llegara  la justicia con su manto a cubrir tanta vergüenza. 

Llégame  una voz, de alguien  que ve lo que escribo  y resuena  en los espíritus  con  estridencia  que  se hace  oír  de  todos.  oigo  esa voz,  y  el  que  la pronuncia se agarra a mi muslo, del que es rechazado  y dice: «todo eso es puro  odio».  Yo  llamo  a  todo  ser  amante  de  la  verdad  y  la  justicia  a  examinar mis palabras escritas y mi conciencia  y sentimientos  y,  millones de voces me dicen:  «adelante, adelante, adelante!» y adelante sigo. 

No es mucho pronunciar palabras; lo grave es dejarlas escritas, porque ellas  se  exponen  a  la  crítica  y  la  razón  y, ¿qué podrá haber que no apruebe y confirme mis acusaciones  de  «ladrones  miserables  hasta  la  vileza»  y de bandoleros  forajidos,  si  las  pruebas  están  más  claras  que  la  luz  del  sol  con sus mismas bulas? ¿Quién  en sana razón  no verá,  que si se tiene  sin haber  producido,  el que lo tiene robó al productor? Pues  ese es el robo y lo comete todo el que consume y no produjo; y será ladrón miserable o bandolero sin patente o patentado por bulas pontificias o por leyes  arbitrarias que  examinadas,  se verá que son hijas del de las bulas religiosas. 

¿Más quiénes  son los bandoleros, ya que los ladrones  miserables  ya sabemos quiénes son?  Ya quedó dicho algo en el párrafo «desafíos y contrabandos»;  pero son todos los que por cualquier  maña  atesoran  lo que no produjeron; y lo serán mientras no estén cubiertas todas las necesidades de la vida de los trabajadores, con la misma holgura que ellos las cubren. 

Pero si entonces, éstos, no trabajaran y consumieran,  quedarían aún denominados vampiros, porque viven del sudor de otros; de lo que se colige claramente  que,  la honradez  es el trabajo a prorrateo equitativo, porque es la ley del progreso. 

El trabajo común, es dulce y llevadero;  después de él, se disfruta con fruición  el  bienestar  y quedan todos  los hombres  invitados a  probarlo;  y  los que hoy me maldicen  por mi dureza, de seguida me bendecirán;  porque, aunque  hoy creen  que disfrutan  de la  vida,  están  engañados, porque no han participado de los  goces  del espíritu en su alma, y tan pronto dejen las  mañas y se consagren  al  trabajo  productor, dirán  llorando  de  alegría:  maldito  el  latrocinio  y el bandolerismo que nos privó del verdadero goce: probadlo. 

Hoy están  muertas  las  conciencias;  porque  fluyen  las  bulas-patentes  de  latrocinio y  bandolerismo  expedidas  «in  nomine  Dei;  pero  yo  os  probé  que  ese  Dios es antropófago de  concupiscencia;  no es el  «Dios de  amor»  que  con  tanto trabajo busqué y encontré en su  asiento y os  lo declaré, con el que habéis de subir la cuesta de la  montaña  de  la  sabiduría  y allí  oiréis  y comprenderéis  su verdadero nombre que yo recibí y os doy y es en todo el Universo, Eloí. 

Esta  es la  medicina  que resucita  la  conciencia;  tomadla  satisfechos, pues sabéis que aunque sea amarga como es toda verdad, ella  cura la enfermedad  de muerte  que se llama  «letargo» por anestesio  de las bulas e indulgencias  de todas las religiones y,  dejad de ser ladrones miserables y bandoleros y vampiros y trabajad y tendréis alegría y abundancia. ¿Acaso se os condena con la pena de  Talión? No; sólo se os dice, que todos seáis iguales en derecho, y obligaciones, y os doy yo el  primer ejemplo. 

He  sufrido  y  sufro  todas  las  miserias  de  los  hombres  y  en  mi  existencia han pasado días en que no he tenido que llevarme a la boca, siendo momentos antes  rico  materialmente,  por el  trabajo;  hoy sufro persecución  y calumnia, de todos esos que obcecados ven odio en mi justicia; y no acuso.

Pero,  yo recibí al Espíritu de verdad, a los maestros de la cosmogonía, a  Jesús  y  los  suyos  y  no  los  quiero  para  mí  solo;  los  necesitáis  todos  y  es  mi deber daros primero sus palabras y luego recibir  también  al mismo espíritu de verdad que os  repita lo que yo escribo de su dictado, para que seáis  sabios. 

Yo he recibido  la  auscultación  del  padre  en  su misma  morada,  siendo partícipe  de  su  vista  hasta  mi  imperfecta  materia  en  la  que  reflejó  por  mi alma  y,  no  lo  quiero  para mí  sólo  y  os lo  doy,  señalándoos  el  camino  que os dejé trazado para que lleguéis y,  llegaréis todos;  hasta  los  que  expiden las patentes de bandolerismo  y asesinato, porque yo recibí amor del Padre creador y lo doy a todos sus hijos, que son todos los hombres y espíritus.  

Yo recibí  por credencial  el  gran «electro  magno»  que  es la  divisa  del  maestro de todos los misioneros y lo doy en usufructo común y ni aun lo quiero para dominar y tener riquezas, ni aun lo necesario  para mí si no lo tienen  todos los hombres de la tierra. ¿Por qué no recibiréis mi ejemplo? Yo soy el maestro y juez de vivos y muertos en la tierra  y no lo quiero para  mí sólo.  

Quiero  que  todos seáis  maestros  y jueces  de vosotros mismos, conociéndoos en verdad de verdad y os lo pruebo con esta obra, por la que sabréis con verdad eterna, lo que cada uno sois.  Y, yo tengo la potencialidad toda  del  universo  por  la  solidaridad  que  firmé  con  la  cosmogonía  y  no  la quiero  para  mí  sólo  y  os enseño  como  seréis  omnipotentes por  el  espiritismo y llegaréis en el tiempo,  queráis y no queráis. 

¿Por qué habréis de retardaros poniéndoos yo el camino jaloneado de luz? Hay un punto medio,  hijos de la  tierra;  bajad  un escalón en el  que no tenéis equilibrio los que os creéis arriba y os caéis; subid vosotros, otro, los que lloráis abajo en la miseria; los que fuisteis robados y con mi ejemplo de tolerar (sin ser cómplices) daos el abrazo fraternal  y quedaos en ese escalón f irme  y  amplio  de  la  comuna,  donde  nadie  baja,  todos  suben  de  la  mano  en armoniosa  cadena  y  así  llegamos  hasta  el  pie  de  la  morada  de  Eloí  y  cuyo  director de esa escala es  el espíritu de verdad, que yo recibí y vosotros esperáis. 

Mas la aberración  es tal en las religiones;  su concupiscencia es tan insaciable,  que aun con el  «código de amor»  y la  luz  de nuestra  credencial, sería  llamada  vana  para  rendirse  y el  mundo  racionalista  tendría  que  luchar la más terrible  de las batallas, porque sería la de desalojo de las religiones y del error: y lo sabemos cierto, porque, al nacer en la tierra el  Anticristo, los espíritus del padre hablaron para traer el nombre del Espiritismo,  porque su reinado había llegado; y los que hicieron bulas de bandolerismo y asesinato, decretaron la muerte del Anticristo y del Espiritismo, sin reparar que venía del creador. ¿cómo les había de asustar eso, si en su intención  y ritos  lo  sacrifican  en  todo  instante  bajo  la  personalidad de Jesús,  en  el  impío sacramento de la eucaristía? Al Anticristo lo libró el  Padre, encerrándolo entre  los que lo buscaban. 

Pero al espiritismo  lo persiguieron  y lo amalgamaron  con todos los dogmas, componiendo  el  espiritualismo.  

Hoy está  tísico  el  espiritismo  en las  sociedades;  pero  no saben  que  es de  vida  eterna  y  omnipotente  y  que  si  sufre un momento  por  amor  mientras  llegarán  todas  las  cosas  a  su  fin,  llega  también la  justicia  y  aplasta  terriblemente  a  los  envenenadores  de  la  causa  única  y, ese  tísico,  reducido  a  cenizas  por el  fuego  de  los dogmas  y las  pasiones,  sale triunfante  y como es; omnipotente,  invencible,  resucitando  de sus cenizas, porque es el verdadero Fénix. 

Y el espiritismo reina, anunciándose su reinado con el mayor cañonazo que  la  tierra  sintió  desde  que  el  hombre  está  en  ella  y  quedará  iluminado  de la eterna iluminación  del electro  magno y un nuevo luminar nacerá en el que todos leeréis «Sólo Eloí es Dios y fuera de él, no hay otro Dios». Es el Dios fuerte de Jacob, creador universal. 

Mas todos los que en la  tierra  están,  oirán  el  cañonazo;  pero todos no verán ni el electro  magno ni el nuevo luminar, a pesar de los frecuentes avisos que  se  os dan en estos últimos momentos con los constantes temblores de tierra, incendios, terribles tormentas, inundaciones no conocidas en magnitud;  posiciones de la tierra  no vistas y, hasta  avisos impresos de algunos observadores; pero, ¡todo pasa desapercibido!  ¡Todo es casualidad!  ¡No se encuentra  una conciencia  despierta!  ¡Todos duermen!  Por lo que pido al Padre que, hoy mejor que mañana, haga el trueno y los despierte: es amor.

Párrafo  lV

CONOCIMIENTOS PARA JUZGAR LOS HECHOS EN GENERAL 

¿Qué cosa hay más satisfactoria  que poder juzgar los hechos que a nuestra vista se operan, ya sean de los hombres o de la naturaleza? Atrás os dejé el ejemplo práctico  de la  subida del  escalón.  

¿Qué cosa hay más sencilla  y rutinaria  que esa práctica?  Sin embargo tiene  un estudio muy profundo y largo, científicamente. 

Las cosas, no consisten en hacerlas,  sino en comprenderlas; y en la ignorancia,  todo lo hacemos  y poco comprendemos;  pero en la sabiduría,  se exige,  que  todo  se  comprenda  antes  de  hacerlo;  es  como  no  se  puede  errar  ni equivocar. 

El que dice «haré lo que salga», al tomar en sus  manos un material  y  una  herramienta,  ese  es  un ignorante;  el  que  toma  la  herramienta  y  el material  y  dice  voy  a  hacer  tal  cosa  y  la  hace  pero  no  sabe  explicar  las  leyes a  que  se  sujeta  su hazaña,  es  un  obrero,  pero  no  es  un  maestro;  la  industria  es servida,  pero no la  sabiduría.  

Es necesario  saber el  por qué de  las cosas; qué leyes las sujetan o producen y a esto tienen que aspirar todos los hombres. 

Es  muy  pequeña la capacidad  humana, científicamente;  pero  es  infinita la  capacidad  del  espíritu,  cuya es la  sabiduría.  ocurren casos muy notables, en que un obrero ejecuta  una acción  sin poseer universitariamente  títulos de  ciencia  y  no  la  ejecuta  el  que  tiene  el  conocimiento  científico  de  la  obra. ¿cuál  es la  causa?  Aquí la  eterna  pregunta.  ¿cuál  es primero,  el  huevo o la gallina? Primero, quedad sabidos  que es antes el huevo que la gallina; porque todo ser en la creación, primero  aparece  en el  huevo, hasta para el hombre; ahora, veamos quién es primero;  si el arte o la ciencia,  ya que el obrero ejecuta  una obra sin los conocimientos  y mejor  dicho, sin la posesión del título universitario de aquellas reglas y leyes a que se sujeta la obra. ¿Si el mundo no se hubiera  creado, estaría sujeto a leyes?  Y  si una ley  no  existiera  ¿el  mundo  hubiérase  creado?  Sin  la  ley  de  la  creación  que es  amor,  que  es  sabiduría,  no  se  crearía  un  mundo;  pero  si  no  existiera  el espíritu  que es el que crea  los mundos, la ley no los crearía.  ¿Qué es pues, el  espíritu?  Es  el  artista;  es  el  arte.  Luego  es el  arte  y  el  artista  antes  que  la ciencia  que hace la ley; como es antes el espíritu, que la ley que se crea por el espíritu. 

La ley se creó, por el trabajo  del espíritu; y así también,  la ciencia  que legisla  un arte, ha nacido  del arte  mismo;  lo que nos dice  claro  que,  el arte que es progreso es antes que la ciencia.
Mas luego  nos encontramos  con que, una vez  que se legisla  un arte por  la  ciencia  y  sus leyes  que  se crearon  de  ese  arte,  el  arte,  después,  con esas leyes  y reglas,  se desarrolla  rápidamente.  

De aquí  nace  el  equívoco de  anteponer  la  ciencia  al  arte.  

Es un error;  la  ciencia  será  siempre  hija  del progreso y el progreso es el arte del cual nace la ciencia. ¿Queréis una prueba concluyente?  La tenéis atrás bien descripta, en la  aparición  del  hombre  que, desde el  cataclismo  de la  tierra  para fundir todas las cosas del globo en una sola materia  y todas las almas animales en una  sola  alma,  para  la  creación  y aparición  del  hombrecillo  que alcanzó cincuenta  centímetros  de desarrollo, pasaron diez millones  de siglos; y hoy, el hombre, desde su concepción a su nacimiento,  sólo pasa encerrado  en la matriz de su madre 275 días (9 meses) en lo normal. ¿Por qué esto?  Aquí se amontonan  muchas  circunstancias; la  vida  ya iniciada  y hecha;  el  alma  ya  creada  y viva  racionalmente,  por su maridaje irrompible  con  el  espíritu;  la  mayor  pureza  de  la  materia  que  le  sirve  de huevo y albergue, cuya diferencia la tenéis, en lo que ya de la tierra fría e insensibilidad  de esta y del tronco del quino, al cuerpo humano que ya es sólo esencia,  pero que para esto, invirtió  el arte  (diremos  así) en hacer  nacer al  hombr,  diez  millones  de  siglos;  pero  el  espíritu  se  perfeccionó  en  el  oficio y luego pudo hacer leyes y reglas, para conocer, al menos, el porqué de la concepción,  del nacimiento  y del desarrollo, aunque ignoren el cómo, hasta hoy que se les dice y lo probarán. 

De  modo  que,  si  no  existiera  el  embarazo  y  luego  el  parto  por  el  que nacen los seres, no tendría la medicina  el estudio y luego las leyes de la obstetricia,  porque el arte no existía; y si hoy hay ciencia  obstétrica,  es porque existe  el  embarazo  y  el  parto  sobre  el  cual  se  estudia  para  hacer  ciencia,  ley y reglas para su conocimiento. 

Así pues, si el hombre no hubiera hecho primero casa, no hubiera nacido la ingeniería  y la arquitectura;  y si antes no hubiese fundido los metales, no habría las leyes de fusión que tanto adelantan  la belleza  y fuerza por las aleaciones de unos con otros: de donde se deduce claro, terminante e  incontrovertible  que,  es el  arte  antes  que  la  ley;  pero  es natural;  la  ley, la belleza  del  arte,  la  armonía  del  arte  y de  las  cosas, es el  producto  del  arte;  es la demostración del porqué, del cómo y el descanso del hombre en el arte: es decir, que la ciencia es el progreso del arte. 

¿Por qué pues, el artista obra sin títulos y él con título (obraría también) pero con imperfección,  la obra que bellamente  él dibuja  y legisla  en los números matemáticos?  observemos. Sabemos, que todo se mueve a la justicia  de la ley; la ciencia, nace de la  experiencia  de  hechos  consumados  en  el  arte,  sea  el  que  sea  el  arte  y  el artista;  luego  la ciencia  es el mismo  arte,  pero espiritualizado,  porque es la esencia  del  producto del  arte; y por lo tanto,  la  ciencia,  se acerca  al  espíritu, que es sabiduría.  Aquí, la  ciencia,  está  ya por encima  del arte  material  y por lo tanto, el sabio de una ciencia,  está en un valor esencial  sobre el artista manual, porque los números dan la facilidad  de amenguar el trabajo muscular  del  artista  y dar  mayor  producción,  más  belleza  y armonía  con  menor esfuerzo y peligros; es pues, la ciencia,  la conquista del secreto del arte;  el porqué de las cosas y el  modo de producir las cosas; pero no la producción de las cosas que están reservadas al arte solamente. 

Mas si el ingeniero, el arquitecto y el matemático no hubiera ya ejecutado  todo  aquello  que  legisla  y somete a números, no lo  sometería ni legislaría, porque no tendría en su archivo, en su conciencia, los conocimientos prácticos por experiencia propia de haber sufrido los mil inconvenientes de la  materia  muerta,  que  por el  trabajo se le  hace  vivir  en forma  de  casas, de muebles, de herramientas, de juguetes o de panes que lo alimenten;  de esa experiencia nace su ciencia,  que  la  fundamenta  en  ley  inexorable cuando dice: 5 + 5 = 10: y le ha costado poder llegar a sentar esa ley, nada menos que haber desempeñado prácticamente todos los oficios  y  artes:  y  si  non, non. 

Esto  es  un  axioma  puramente  material  y  tangible,  que  sólo  puede rebatirse desconociendo la razón;  pero aunque  un sistemático quiera negar este  principio,  no  podrá  negar  la  sentencia  firme  de  que  «la  experiencia  es madre de la ciencia», salvo que quiera también desconocer que el embarazo y el parto es antes que la obstetricia y prueben, que antes del hombre, había médicos y parteras. 

Por  este  mismo  axioma,  se  prueba  materialmente,  la  necesidad  de la reencarnación  del espíritu, tantas veces cuantas necesita para aprender prácticamente  todos  los  oficios,  todas  las  artes,  todas  las  industrias,  todos  los cargos  y  ser mandado  y mandante, aprendiz y  maestro  para,  de  esa experiencia hacer la ciencia  que es ley  y por ésta y por aquéllas,  llegar  al principio de la sabiduría,  a la  unidad  espiritismo,  porque,  el  espíritu  no puede  ser que no sea, sin dejar de ser el Creador... 

Y pues el  creador es eterno y de  él  procede  el  espíritu y es su consubstancial y la vida es movimiento y acción,  el espíritu, no pudiendo reencarnar, no  puede  demostrar la  vida.  

Y  como  toda  la  obra  de  los  mundos  y  hasta  la del  propio  cuerpo  que  ocupa  el  espíritu  en  cada  existencia  es  hecho  por  el mismo,  sin  la  acción  del  espíritu,  no  existirían  los  mundos ni  los  hombres y la vida sería una ficción. Y pues la vida es real y las ciencias se completan  para volver a la sabiduría de donde salen como ramas de un árbol para sazonar los frutos del tronco  y por cuyas ciencias  el  hombre  comprende  el  por qué  de las cosas, es porque el espíritu va  y viene tantas veces  cuantas necesita  en su incesante carrera, que jamás termina; porque si mientras como hombre artista es aprendiz,  y cuando hombre de ciencia  es obrero consciente,  cuando ha aprendido  todas las  ciencias,  es  maestro;  y  si luego  no  pudiera  comunicarse y gozar como  espíritu  enseñando a otros aprendices  ¿dé qué le  serviría  su trabajo?  Dónde  estaría  la  compensación  de  sus  luchas?  ¿Dónde,  en  fin,  la vida de progreso  y la justicia?...  ¿No vivió en la tierra entre seres que amó, entre  obreros como  él  que de ellos  aprendió  y enseñó y que con ellos  sufrió?  ¿cómo  podrán  borrarse  esos efectos,  luchas  y peripecias  del  arte  en el aprendizaje?  Y  cuando maestro. 

¿No tuvo compañera,  hijos, hermanos y padres,  que  por  justicia,  misión  o  afinidad  estarán  algunos  en  la  tierra?  ¿Por qué ley no podría venir a ellos? Sabed que  todos los seres de la tierra tenemos que encontrarnos unidos  (Como  os  dije)  como  el  copo  del  algodón:  que  de  cualquier  fibra  que tiréis,  arrastraréis todo el  copo: y si así  estuviéramos  ya, la  tierra  habría terminado  su misión, por que el hombre habría llegado a su plenitud y, aún falta  para eso pasar largos siglos en el disfrute de la comuna,  enlazándonos en puro amor  y sin conocer el  odio:  y pues hay  odios e imperfecciones  y vemos  el  colmo  de  la  injusticia,  es que  aun  estamos  en  el  rudo trabajo  de  la materia  que tenemos que apurar, para luego disfrutar el sabroso trabajo  de la sabiduría,  que es del espíritu y que recién  empieza  en la tierra;  por lo que, los espíritus, pueden comunicarse y lo hacen, para trabajar en la unidad de materia y espíritu. «Uno es el principio. Uno es el fin»: hemos hecho ley.

Antes que el  espíritu  tome  carne,  ha aprendido  en el  espacio  el  arte, oficio  o  ciencia  que  ha  de  desempeñar  en  aquella  existencia:  pero  sabe  que al  encerrarse  en la  materia  se opaquiza  el  espíritu  y por esto  necesita  de  las afinidades,  de  sus  guías  y  sobre  todo  no  equivocarse  en  la  elección  de  materia, de padres y de ambiente. 

Si todo le  favorece,  recibe  la  inspiración  y hasta  se lo  hacen  ver  en  sueños para  ayudarle  más;  pero  la  maldad  de  las  religiones que prejuician la conciencia desde niño, hizo detenerse al progreso; es  decir, andar  a  paso de  tortuga:  y  si cuando  empezaron  a  aparecer  las  ciencias  no hubieran  sido  éstas  el  producto  de  una  bien  poseída  experiencia  por  el  trabajo ya pasado de aquel espíritu  encarnado,  que deja el germen de la ciencia  en desarrollo para continuarlo  él mismo luego a su vuelta: y que entre tanto que él se retira a perfeccionarse en sus  conocimientos,  otros lo cultivan,  la ciencia no nacería. 

Pero  tened presente  que,  el que en un  mundo  empieza  un trabajo,  en  él  trabajarán  muchos como  buenos ayudantes;  pero  es  él  el  que  lo lleva a la perfección, si no prevarica; pero la ley no cede y le costará volverlo a empezar y terminarlo  quizás en mundo  más retrasado;  pues no trabajamos para un mundo sólo porque,  en el universo es todo común, hasta el amor y los productos de la sabiduría. Ahora bien: sabemos  ya  cierto  que,  es  antes  el huevo que  la gallina; el huevo del que nace la ciencia es el arte y así,  es antes el arte que la ciencia: pero el huevo es el embrión  y la gallina  la perfección:  por lo tanto,  el arte es el  embrión  de la  ciencia,  y mejor  dicho,  el  arte es el árbol y  la  ciencia el fruto; pero si no hay raíz o árbol, no puede haber fruto; como no habría gallina,  sino hubiera  huevo; por lo que  siempre será el  huevo primero  y el arte  también,  porque representa  el  progreso  que  procede  de  la  sabiduría primero que la ciencia  a iniciar la vida y las formas, de las que nacerán  las leyes que las han de regir. 

Mas donde no hay primero ni segundo es, entre el obrero manual y el hombre de ciencia  ; porque puede ser (y es seguro en las alturas que nos encontramos) que el obrero albañil por ejemplo, fue ya el hombre de ciencia en  otra  rama  de  la  vida  y el  químico  fue  ya  el  albañil  y en  el  archivo  del  albañil  está  la  ciencia  de  la  química  y en  el  químico,  la  albañilería;  porque no tenemos  más remedio que practicarlo todo y saberlo todo hasta ser maestros en todo y completar la sabiduría, sirviéndonos todos a todos, de ayudantes y maestros. Esta es la sentencia y es de la más alta justicia.

Por esto la necesidad de conocer el árbol por su fruto: por esto es sabiduría conocerse  a  sí mismo; y por esto la necesidad de la justicia estricta de la comuna de amor y ley, sin la cual, la justicia, el amor y la sabiduría, son un imposible.

Ya podéis ahora con estos razonamientos, conocer las causas de los hechos en general y particular y no erraréis nunca en vuestros juicios; y cada descubrimiento  de una causa por los efectos  que la produzcan,  será una hoja de palma que os agregaréis a vuestra corona.

Párrafo  V 

ESTUDIO DE LOS HECHOS EN PARTICULAR 

El estudio de los hechos en general, es fácil para todos los hombres; mas no es fácil  el de un hecho en particular, porque en la singularidad  va envuelta  una  personalidad  y es necesario  medir  justamente  los hechos,  los medios,  las  facultades  y  las  circunstancias,  atomizando hasta lo microscópico, todo  lo  que  se  refiere  al  hecho, así material,  corporal,  moral y espiritualmente, pues  en  el  juicio,  debe  recaer  una  sentencia  que  justifique  o corrija al individuo; y si en vez de darle un aplauso que lo anime a ir más allá, por la mala justificación  le  dais  una  mala  corrección,  lo  invalidáis  y  cometéis  injusticia. Mas aunque  los hechos  requieran  corrección  por  justicia,  si dais  la corrección  (que  al  fin  es  castigo)  y no dais los  medios  en  amor  para corregirse el hombre, no hacéis  obra de justicia;  pues si la justicia  no va precedida y procedida del amor, a pesar de ser justicia, será injusticia; y no por la justicia, sino por vuestra falta de amor. 

Os recordaré  una sentencia  del  apóstol  Santiago, en sus cartas  de justicia  que  hace  al  caso  y  encierra  toda la filosofía necesaria: «si a vosotros llega vuestro hermano, decía, estando hambriento  y frío y le dijerais «Dios te  ayude» mas no le  dierais  lo necesario  a quitarse  el  hambre  y el  frío ¿de qué le aprovechará vuestro consejo? Mas dadle  el consejo y los medios y haréis buena obra». 

Ya veis cómo en todos tiempos se le han dado al mundo las enseñanzas de sabiduría, justicia y amor. Pero la maldad, el egoísmo, el yo personalísimo de los hombres, ha cometido injusticia de juzgar, el mayor, al menor (aparentemente) y las apariencias engañan a los sentidos; los sentidos mal educados, engañan a la conciencia,  que por esas causas está adormecida  o anestesiada y así, al juzgar los hechos individuales, se comete injusticia. 

Lo primero que hay que tener en cuenta  para juzgar  los hechos en particular  es,  la  capacidad  y  posición  que  existe,  entre  el  hecho  y  el  actor; y si la capacidad  del hecho es superior a la del actor, el actor, ha cometido imprudencia y temeridad; si la capacidad del actor es  igual o superior a la del hecho  y  éste  resultó  defectuoso o  incompleto,  hubo  en  el  actor,  imprevisión o negligencia;  pero aquí aún no se puede sentenciar  por las apariencias;  es necesario,  (cuando ya estamos ciertos  que el actor  es capaz) saber las condiciones  en  que  se encontraba,  moral,  psíquica  y corporalmente;  y si éstas eran buenas, entonces, aún no hemos llegado al caso competente para juzgar y sentenciar  en justicia,  pues tenemos  que  saber, si todas  las  partes  que  concurren  al  hecho  material  o espiritual,  también  estaban  todas  en  condición  de producir  perfecto  el  hecho;  y  sólo  cuando  estamos  ciertos  de  que  todas las partes del hecho y del actor están en su plenitud  de acción, entonces será responsable el actor, de negligencia o imprevisión. 

Podéis corregirlo en amor dándole más luces, diciéndole: por esto, o por aquello, no se produjo el hecho y debes hacerlo de nuevo hasta que lo des por terminado y producido. 

Mas no olvidar y tened presente que los hechos, jamás se producen perfectos en la primera  vez que el espíritu los intenta;  la causa es, que se crea  una  forma que no existía, pero  que  es  forma ya aunque sea  muy rudimentaria,  después de hecha la primera vez; luego, al repetirse, va cada vez adquiriendo belleza y perfección; y si el hecho que registráis y juzgáis no se había producido nunca, por muy mal hecho que resultase, merecería aplauso, ánimo y ayuda el actor del hecho imperfecto. 

¿Acaso el hombrecillo  de 50 centímetros,  era lo que es el hombre del  día  séptimo  aunque  aquel  tenía  el  organismo,  alma  y  espíritu  del  bello y sabio de hoy? La imagen es  la misma y el hecho igual; pero aquel era el embrión del bello y sabio de hoy. La física, la química,  la ingeniería,  la arquitectura,  ¿fueron lo que son hoy, cuando nacieron?  Aquello fue el embrión de la perfección y aún perfectible  de hoy. 

La ley que dio Shet hace  57 siglos, (que es el  Veda) aunque tiene el mismo principio, ¿es igual a la que hoy da esta Escuela que dicen, del  Anticristo?... Pues sin aquella ley, no habría podido dar la de  Confucio; sin el  Confucio, no habría podido  dar  los fundamentos  del  Sinaí;  sin la  ley del  Sinaí, no  habría  podido  dar  los  axiomas  de  Sócrates;  sin  todo eso,  no habría  podido  predicar  la  ley  de  amor  y libertad  Jesús y  Juan;  y  sin estos,  no habría  llegado  hoy  el espiritismo  y  el Anticristo,  reduciéndolo  todo  a  una  sola ley de amor, a un solo credo y a un solo Dios que  deja de ser Dios  porque no  encuadra  en  la  sabiduría  y  sólo  es  Eloí en  el  infinito,  el  que  llena  la  total aspiración del espíritu su hijo. ¿Por qué todas estas evoluciones? Porque de grado a grado, de escalón a escalón, hay una distancia marcada; ésta es la que hay que medir en cada hecho, para bien juzgar de los hechos en particular. 

Tomemos  algunos ejemplos  prácticos, que nos sirvan de  norma al estudio de los hechos en particular:  sea el primero  la construcción de un edificio  el  que  sin  tener  en  cuenta  la distribución de él, el ingeniero no puede calcular matemáticamente su costo y su estabilidad  y la  requiere  del  que encarga el edificio. 

Entonces levanta el plano divisorio y de altura  y calcula el peso de los  materiales  y  lo  que  el  edificio  ha  de  soportar  al  ser  habilitado  para  lo que se le destina y entonces  entrará  a medir  la resistencia  de la tirantería,  de los  puentes,  arcos,  columnas  y  muros,  porque  ya  tiene  el  máximum  de  peso que ha de soportar; ahora le queda la parte más delicada;  la cimentación; porque  sabe  que  si  cimienta  en  falso,  la  obra  caerá  y  excava  hasta  encontrar un  terreno  firme  y  allí  fundamenta  su  obra  y  la  levanta  en  perfecta  plomada y  nivel;  llegáis  vosotros y  os cercioráis  que  es  así;  pero  he  aquí  que  la  obra se  resquebraja  y  aun  se  hunde  una  parte  y  se increpa  al  ingeniero.  ¿Es  justo eso?  Examinad  los  planos;  ved  si  la  cimentación  está  en  ley;  si  las  resistencias de los soportes son de ley;  y si esto está  bien. ¿Qué ha pasado que la obra se cayó? ¿Por qué se resquebrajó  o bajó  de su nivel?  Aquí, las apariencias engañan.  

El  ingeniero  y  todos,  encontraron  el  terreno  firme  por  su  composición geológica para la cimentación  y en ley cimentaron; pero he aquí que a  poca  distancia  del  cimiento  había  una  corriente  de  agua  subterránea  o una caverna  natural;  o debajo de  aquella  capa  geológica  arcillosa,  había  otra  más blanda  y  al  peso  cedió  y  cayó  el  edificio.

¿Es  responsable  el  ingeniero?  Si esto nunca le pasó, no es responsable; si alguna otra vez le ha pasado a él u otros y lo sabe (sobre esa misma  población)  sí es responsable de imprevisión,  porque  no  debió  fiarse  de  las  apariencias;  porque  debió  calar  aquella capa  dura  y  hubiera  podido  encontrar  la  necesidad  de  pilotear  y emparrillar el  cimiento:  esta  previsión,  le  habría  dado  placeres  en  vez  de  disgustos, mortificaciones  y  pérdidas;  aquí,  con  todo  ese  caudal  de  conocimientos,  se le  puede  corregir  al  hombre  y  exigirle  que  levante  su  obra,  para  que  no  se le caiga otra vez y será previsor. 

Mas si  ese  incidente  no  le  pasó  ni  conoce  que  a  otro  le  pasara,  la  advertencia le será saludable, pero el castigo será injusto. 

Lo  que hay  de  inevitable  en  todas  las cosas  es,  una  oposición por parte de la materia  a sujetarse a las leyes de la ciencia,  porque en todos los casos existen  las  dos  fuerzas  conocidas:  centrípeta  y  centrífuga,  que  las  palpamos; pero no vemos la fuerza central  que origina las dos por su magnetismo.  

Esta fuerza  central,  desconocida  hasta  que  la  experiencia  nos  lleva  a  hacer  la ciencia  o ley, nos la da a conocer  por sus esfuerzos centrípetos  y centrífugos la otra originaria, que debemos conocer. 

Entonces nos es fácil la formación de cuerpos y formas perfectos, por que tienen  su base indeclinable  en la primera forma original o embrionaria, que es la misma, pero llevada  a la perfección, porque por la ley de la ciencia hemos sujetado el principio  originario, o sea la fuerza magnética  o central,  sin la cual no estarían  presentes las otras dos fuerzas. 

Mas hay aquí, ahora, planteada, una cuestión  en absoluto desconocida de los hombres y de  aquí  todos los trastornos y peripecias  en las artes, industrias y ciencias y es: ¿qué es esa fuerza central? Aunque los hombres dicen que es magnetismo, no saben lo que es magnetismo,  si bien dicen que es «la acción  de corrientes  eléctricas»;  pero como no saben lo qué es la «electricidad»,  es todo un juego de palabras hipotéticas  que  los  encierra  en  un  estrecho  círculo  en  el  que  se  asfixian  y, la causa no es más que el desconocimiento  de la vida que no puede existir sin el espíritu. 

Lo  diré  pues  sin  formulismos  enfáticos,  porque  los  axiomas  no  necesitan la retórica de las hipótesis; la verdad no necesita  adornos; se presenta desnuda,  para  verla  sin  la  hoja  que  le  ponen  a  Eva,  por  la  que  resultó  mistificada. 

Esa  fuerza  central  que  origina  las  dos fuerzas,  centrípeta  y  centrífuga y que bien han dicho los hombres que es magnetismo  formado por la acción de corrientes  eléctricas,  no es otra  cosa que  el  principio  universal  de la  vida eterna y continuada. 

Este principio  universal, es nada menos que el mismo  creador que todo  lo  domina  y en  todo  está  latente  y  palpable,  para  la  sabiduría;  y  sólo no lo palpa  y ve la ignorancia  que se envuelve  en la  fuerza  centrífuga  y que al f in,  quiera  y  no,  es  dominada  por  la  fuerza  centrípeta  y  retenida  por  esa  otra desconocida fuerza central,  magnetismo, que  origina  las líneas de  fuerza  que obran  al  exterior  y  que  después  de  ejecutado  su  trabajo,  vuelven  otra  vez  a  su centro,  para  volver  a  salir  y  así  es  eternamente  en  lo  móvil  y  lo  estático.  

Pero el hombre, no puede comprender al  creador y esas mismas fuerzas le incitan y le impelen  con su resistencia  a que lo comprenda,  lo palpe  y vea a lo que no se puede resistir, porque dentro del hombre está la misma fuerza  central que en los objetos magnéticos busca y se atrae, como moléculas homogéneas que son y, al fin de  escarmientos,  ceden  en  el  hombre  las  otras  dos  fuerzas centrípeta-alma  y  centrífuga-cuerpo  y caen del burro de su ignorancia  y se ven montadas, elevadas y alimentadas por esa fuerza central: su espíritu. 

He ahí todo el secreto del magnetismo,  único y no dos, y menos tres, aunque  lo  estudiéis  en  el  imán,  en la  tosca  piedra,  en los animales  y en el hombre,  sólo y en todo encontraréis la causa del magnetismo, en el espíritu: y como el  espíritu es consubstancial  del  creador, por lo tanto,  el  magnetismo es el mismo  Creador, aunque lo observáis en el hombre, en la piedra y en la moderna dínamo y,  sólo será el  espíritu;  que  aunque lo veáis (aparentemente) diferir de uno a otro ser, sólo hay por causa, el grado de progreso del ser, tierra  u hombre,  en  que  el  espíritu  se encierra;  ese  es  el  magnetismo;  esa  es la  fuerza  central  que  origina  las  otras dos fuerzas  y,  no hay otra fuerza, ni otro magnetismo, que la fuerza espiritual. Lo que hay es que, la materia,  (aun la del cuerpo y alma  del hombre) vive  del  magnetismo  universal  general  o principio  de  vida  etéreo, que es la vibración constante del creador y es el espíritu universal o pensamiento eterno del creador; en tanto que,  el espíritu  (llamémosle impropiamente humano)  es la voluntad del Creador, la acción y la vida demostrada. 

Y  como nuestra voluntad es la causa de los hechos y no lo es del pensamiento,  así el  espíritu  universal,  es el  pensamiento  del  creador, eterno como él. Pero,  el pensamiento no hace las obras; requiere para hacerlas  la voluntad y por esto  el espíritu del hombre es la voluntad del Creador. 

Ahí  tenéis  la  diferencia  existente  en  todas  las  cosas  y  lo  que  es  esa fuerza  central  a  la  que  llaman  magnetismo,  que  tiene  la  ley  del  menos  (pensamiento)  que  lo  hemos  de  sujetar  a  la  ley  del  más  (voluntad)  que  es del espíritu, porque es el del  creador. 


Mas no es posible, diréis, tener voluntad, sin antes no hubo pensamiento;  nunca  me  podríais  dar  una  razón  mejor,  ni  un  fundamento  más  fuerte  para confirmar  todo  lo  dicho, puesto que,  como  sin  pensamiento  no  se  puede  tener voluntad  y  es  necesario  que  el  pensamiento  sea  primero,  así  es  necesario  que el espíritu voluntad del Creador, encuentre antes la materia vibrante, éter o vida  universal,  pensamiento  del  Creador, que es el  magnetismo  de todas las cosas,  cada  una  en  su  grado  y  que  entre  todas  son  el  magnetismo o influencia de la única vibración universal constante y eterna, que el espíritu encuentra en todas partes como eterno pensamiento, para poder ser él voluntad creativa de formas y vida. 

Únase, pues, el pensamiento y la voluntad para todos los hechos  del  espíritu,  único  que  puede  demostrar  la  vida  animada  porque,  él es la vida única como consubstancial que es del Creador. 

Sentamos  pues, que  esa  fuerza  central  originaria  de  las  fuerzas  centrífugas  que  nos demuestran  la  vida  en  las  formas  y el  movimiento,  cuya fuerza central llamáis  magnetismo, es  el espíritu universal, pensamiento del Padre; y que, el espíritu  del hombre, (porque fue individualizado  siendo consubstancial  con el  creador),  es la  misma  voluntad  del  creador  y por esto es la ley del  más  o dominadora de la ley del menos, que la sujeta a la vida demostrativa. 

Sentamos, por lo mismo que,  el pensamiento es antes que la voluntad, porque sin ésta, no llegaría a adquirir forma y ley; lo mismo que sin el arte,  no  existiría  la  ciencia;  pero  que,  unido  el  arte  a  la  ciencia,  establecen el progreso en donde se confunden ciencia  y arte;  así, pensamiento  y voluntad, unen el más y el menos, materia  y espíritu y se demuestra la vida en irrompible  maridaje,  una  vez  que  el  pensamiento  se  rindió  a  la  voluntad,  a la que él mismo concibe para tener en ella la vida demostrativa, que por sí sólo, al pensamiento no le era dado tener, porque  el pensamiento sólo lleva impreso el deseo de ser y la voluntad es el ser. 


Ya tenéis el secreto de ese magnetismo  que tanto rompió la cabeza  de los hombres, por no atreverse a entrar en la realidad  de la vida, porque se contentaban  con  ser  dúos porque,  no querían  pasar  de ser los míseros monos u otros animalejos que no podrán jamás ser hombres, porque tienen  que ser animales  aunque lleguen  a formar parte  del  alma  del hombre, como lo será toda la materia que hoy palpamos; y toda la niebla, trastornos y peripecias de la  vida  de las ciencias  y sus vacíos,  desaparecen  y se llenan  «dando al  césar lo que es del  césar y a Dios lo que es de Dios» o sea, dándole a la  materia  lo que suyo es y al espíritu  lo que le pertenece,  que es la vida demostrativa;  los hechos de la voluntad iniciada en el pensamiento y que entre las dos forman esas  corrientes  eléctricas,  ese  flujo  y  reflujo,  cuyo  es  ese  magnetismo  de  las fuerzas centrípeta y centrífuga. con  esto  y  saber  medir  las  distancias  de  un  grado  a  otro  del  progreso, de  un estado  a  otro  de  la  materia  y del  espíritu,  ¿qué  puede  haber  oculto  al hombre? Sólo una cosa; lo que entre todos no podemos saber: el Ser del creador. Pero en todas las criaturas puede el hombre juzgar y comprender inequívocamente con su pensamiento y voluntad, porque  querer es poder. 
Toquemos ahora un punto interesante de la ciencia  más moderna que se tiene y no se comprende, a pesar de su alta explotación: la electricidad. Todo  el  que  estudia  en  ella,  acaba  por  decir  que  es  fluido;  pero  no sabe más. No sabe de qué proviene,  ni los fenómenos que se operan en el dínamo  o pila;  y sin embargo, no hay más que un paso, muy corto,  pero muy trascendental y por esto no lo dan. 
Este  paso  muy  corto  y  trascendental  es que,  la  electricidad,  la  estudian lo mismo que el alma;  sólo por lo material  y con grandes prejuicios  sociales, científicos  y  religiosos;  y  la  electricidad,  (ya  lo  dije)  es  «fuerza  omnipotente y  madre  de  todo  lo  creado»,  sin  la  cual  no  existirían  las  formas  y  cuerpos  de la  vida  demostrativa,  porque es el  alma  universal;  es el  periespermo  de la materia  y el periespíritu  de los espíritus y así es el alma humana, porque es la vibración constante del  creador, su pensamiento,  el magnetismo o fuerza central, de todas las cosas. Ya dijeron  los hombres que «la  electricidad  producía  el  magnetismo» por  sus  experiencias  y  han  visto  que  no  todos  los  minerales  se  hermanan  ni en la pila, ni en el dínamo;  y si de aquí partieran  por el camino recto espiritualizando  los principios derivados del estudio material,  hubieran podido llegar  a ver coyundados  lo  material  y lo  etéreo;  pero  cuando  llegaron  a este umbral,  se espantaron,  porque iban a descubrir también, que el alma  del hombre era el mismo elemento etéreo que combina las fuerzas desarrolladas en el  cuerpo  del  hombre  y en el  dínamo  o la  pila;  el  hombre no quiso pasar del alma, por miedo a descubrir el espíritu. Sólo un Crokes se atrevió a salir un poco y sus resultados fueron  innegables, pero rebatidos irracionalmente, aunque  fue prudente en denominar lo que descubrió  materia radiante o patógeno, por comparar su descubrimiento a algo material, para que aún no se asustasen los materialistas, que lo combatían. 
Mas la iglesia católica  predicaba,  «que esos inventos de la electricidad eran  del  demonio»;  y esta  declaración  de esa iglesia,  debía  haber  servido de mucho a los hombres, si ellos no estuvieran prejuiciados y debían saber que,  también el demonio es espíritu, aunque según la  iglesia fuese «espíritu infernal».  
No vieron nada de esto, porque como he dicho muchas veces,  el prejuicio  gravita terrible  y es un rodillo  aplastador sobre las conciencias. Pues bien, la  aparición  de  la  electricidad  en  los mundos, es decir, el  dominio del magnetismo, es la aurora de la unión de las dos  potencias, materia  y espíritu,  reinando  el  espíritu  que  se  descubre  cual  es;  juez,  fuerza,  potencia  y sabiduría, por lo que se crea un nuevo cuerpo el más complicado y sencillo a la vez, el dínamo,  que sirve de alma  o resistencia  entre  la potencia  materia y la potencia  éter o espíritu, sin cuyo soplo, el dínamo, daría vueltas sobre su  eje,  pero  no  produciría  las  corrientes  que  sus  escobillas  extraen  y  mandan por sus conductores. 
Toda la ciencia eléctrica os probaría esta verdad, sin el prejuicio preconcebido;  y sobre  todo,  si  fuera  posible  encerrar  el  dínamo  en  el  vacío absoluto y ponerla  en movimiento  absolutamente  aislada del éter, veríais que nada produciría y sería la prueba concluyente de que produce corrientes, por la unión del más y el menos: materia y éter. Es  esa  la  última  extracción  que  se  le  puede  hacer  a  la  tierra;  pero  es por causa  del  magnetismo remanente  que le  queda  a cada  molécula  de su principio  generador,  tomado  para  su  vida  en  el  éter;  de  ahí  y  de  esa  extracción eléctrica,  no puede pasar el hombre un milímetro más sin darle cabida al espíritu.  Si esto no pudiera ser, el mundo habría acabado  su vida y misión; pero no sería justicia en la ley del espíritu, o de amor, porque hasta allí, sólo trabajos,  luchas y sufrimientos  hubo para el espíritu,  para su alma  y para sus cuerpos, porque sólo fue el reinado de la materia;  y al entrar el espíritu  a su reinado triunfante,  no le basta aquella  vida, aquella  luz y fuerzas; y como ya están unidas  las  dos  potencias, los  dos  reinos  material y espiritual, demostrado en el dínamo, que señala que la resistencia  está equilibrada entre las dos potencias  para la vida del cuerpo y el alma  del hombre, tienen  el alimento suficiente  a  su  grandeza,  en  la  electricidad  dinámica.  Más  no  basta  para  el alimento  del  espíritu  que se sienta  por primera  vez  en su trono,  ceñido  por la palma de la victoria  y pide al padre, la corona de su triunfo, con que quiere regalar a su alma y cuerpo, porque triunfaron también de sus instintos y,  llega la luz del Padre de su propio centro,  para  no  extraerle más vida a la tísica tierra y enriquecerla entonces también  de nueva sangre y nueva vida bien ganada en tan grandes trabajos y todo queda equilibrado;  la tierra,  entonces, expele  todo  lo  inútil  y  enfermo;  la  humanidad,  queda  saneada  porque  sufrió su  juicio;  y  al  expeler  la  tierra  sus  escorias,  arrastra  también  los  detractores y puede  y se establece  la  comuna y el  espíritu  se sienta  en su trono  y vive  en la tierra  y  en  los  otros  mundos  hasta  el  infinito  y  todos  están  en  comunicación. Es decir, que llegó el embrión de la sabiduría y hay que hacer sabiduría en los hombres; lo mismo que cuando llegó el arte, hubo que hacer ciencias. 
Estas, ahora, van a ser sólo el alfabeto  de la sabiduría que sólo va a tener  dos nombres esenciales: espiritismo y electricidad; dos platillos de la balanza sabiduría, por lo que los hombres todo lo pueden  pesar, juzgar y sentenciar, mayormente, cuando sólo tienen que corregir resquebrajaduras  del  edificio antiguo, fundado  sobre  una  falsa  capa  geológica; y esa experiencia  científica, lo conduce al primer eslabón de la sabiduría. Mas voy a insertar aquí una conferencia dada  diez  años más tarde de escribir este libro y ella, científicamente, prueba todo lo dicho.

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