CONOCIMIENTO DE CAUSAS Y EFECTOS
CONOCETE A TI MISMO
CONOCETE A TI MISMO
CAPÍTULO VIII
PÁRRAFO I
EL CRIMEN EN GENERAL
El crimen es, todo aquello que causa daño a otro y aun a sí mismo, ya sea intencionadamente, por imprevisión, indolencia o ignorancia.
Pero el mayor crimen es, el que no suele verse o palparse, es decir, el crimen moral, porque necesariamente hiere la dignidad del hombre y lo somete a un sufrimiento que no cura la cirugía ni la medicina, por que se hiere el sentimiento, el alma y el espíritu y se provocan hecatombes espantosas en el individuo, en toda una familia y aun en todo un pueblo.
Tomemos una tesis jurídica y general, para tener base en este trascendental estudio y sentemos que: todo arrebato de cólera es una falta; la calumnia y el asesinato, en cualquier orden, es un crimen que determinaría su cuantía, su calidad; la mentira, los juicios falsos, los juramentos falsos y las temeridades de conciencia, ya pasan de crimen; los denominaré pecado; desafíos y contrabandos, son delitos; el envenenamiento y los incendios donde no se deja lugar a salvación, es maldad refinada; pero el infanticidio y anexos, es abuso y cobardía vil.
Pero el mayor crimen es, el que no suele verse o palparse, es decir, el crimen moral, porque necesariamente hiere la dignidad del hombre y lo somete a un sufrimiento que no cura la cirugía ni la medicina, por que se hiere el sentimiento, el alma y el espíritu y se provocan hecatombes espantosas en el individuo, en toda una familia y aun en todo un pueblo.
Tomemos una tesis jurídica y general, para tener base en este trascendental estudio y sentemos que: todo arrebato de cólera es una falta; la calumnia y el asesinato, en cualquier orden, es un crimen que determinaría su cuantía, su calidad; la mentira, los juicios falsos, los juramentos falsos y las temeridades de conciencia, ya pasan de crimen; los denominaré pecado; desafíos y contrabandos, son delitos; el envenenamiento y los incendios donde no se deja lugar a salvación, es maldad refinada; pero el infanticidio y anexos, es abuso y cobardía vil.
De modo que el crimen en general, se divide en falta, fechoría, ruindad, vileza, delito, pecado y maldad: pero sólo se puede faltar, al hombre y al creador.
Las faltas contra el hombre, son crímenes; mas las faltas contra el creador, son pecados. Esto es en síntesis, todo el código divino y humano.
Las faltas contra el hombre, son crímenes; mas las faltas contra el creador, son pecados. Esto es en síntesis, todo el código divino y humano.
Como en el «código de amor» están desentrañados los puntos más interesantes a la humanidad y esto es una pauta de estudios que os facilita entrar en los efectos para llegar a las causas y atrás os quedan todos los conocimientos de sabiduría necesarios a este fin y desaparecen, en la comuna, las tres causas principales de todos los males, que son, odio, ignorancia y religión, sólo haré aquí puntos sintéticos; no porque habrán de necesitarse, sino porque todo hay que saberlo y tenerlo cada uno en su archivo, porque así lo exige la sabiduría y todo hombre tiene que saber lo que es causa y lo que es efecto.
Punto primero
LOS ARREBATOS
El arrebato, aparte de los males o daño que pueda causar a otro, es una falta de dominio propio; y aun en las cosas en que origine un bien, será una falta el arrebato, porque obra con precipitación y violencia y es imprudencia.
Cuando todas esas circunstancias son congénitas al arrebato, es seguro, que para una vez que del arrebato se reciba beneficio, noventa y nueve veces se recibirá daño colectivo; pero el arrebatado recibirá siempre daño moral y material y aún será responsable en aquella vez que haya podido ocasionar bien, porque habrá demostrado no tener capacidad de dominarse a sí mismo.
Más si no es prudente ser arrebatado, tampoco lo es ser indolente y pasivo (que es el extremo opuesto) y en ambos casos, se demuestra ignorancia e inconsciencia; y ni el arrebatado ni el indolente, llevarán el bien a la colectividad.
Se confunde muchas veces también, la prudencia con la indolencia, lo mismo que el arrebato con el celo; pero todo ha de estudiarse por los efectos producidos y los que pudo producir y se determina entonces si fue prudencia o indolencia, o arrebato o celo.
Mas no se puede olvidar en ese estudio, lo moral y material en el bien o el mal producido y puede ser que, un mal material origine un bien moral; pero esto no será caso para justificar el arrebato ni la indolencia, a la que hay que oponer necesariamente la diligencia y la prudencia, que es lo que nos llevará al bien en alta sabiduría.
El premio al arrebato (aun cuando hubiera reportado un bien) será ponerle delante el mal que pudo ocasionar, si otra circunstancia de ley que opusieron a su fuerza e imprevisión, no hubieran mediado; y que seguramente, el arrebato y la precipitación les llevaría al desastre.
Suponed este caso: se ha caído un hombre al río y la corriente lo arrastra golpeándolo; otro lo vio y, precipitado, se tira vestido al río, sin medir las consecuencias del peligro; suponemos que lo hace por un impulso de amor; es laudable el acto; pero estudiemos.
El caído, no se puede valer a sí mismo por la fuerza de la corriente y sabe o no sabe nadar; pero un el caso de que sepa nadar, no puede valerse, porque la ropa le impide luchar, porque se hinchó de agua y sus pliegues y peso le oponen una gran resistencia.
El que se tiró a salvarlo sabe también nadar y lleva el celo de salvar también al caído; pero se ha precipitado, ha sufrido un arrebato y se tira vestido sin medir el peligro, aún teniéndolo a la vista en el caído que no puede valerse por causa de la ropa; va a salvarlo y no lleva ventaja ninguna sobre el caído, porque se expone al mismo peligro: ha sido imprudente; si lo salva, merecerá aplauso y admiración, pero no es justo; habrá habido una circunstancia que habrá salvado a los dos; un remanso que el agua forma y aminora la correntada; un vado en donde el agua tiene menos profundidad, u otra cualquiera y sino; perecerían los dos, por haberse arrebatado el que se tiró vestido para luchar con dificultades iguales a las del caído; se ha suicidado por su precipitación, pues debió tener capacidad para reflexionar el peligro de la ropa y desnudarse, para tener más seguridad en el éxito del salvamento.
Tenemos el deber del auxilio, hasta el sacrificio, por amor; pero con reflexión para no exponernos por impremeditación estulta, sin ser expertos en lo que vamos a luchar y exponernos nosotros solos; pero cuando vemos que hemos de comprometer otros bienes y otras vidas, entonces se reagrava la falta del arrebato: pero tampoco se ha de pasar todo el tiempo en la indolencia del tardo medir de las circunstancias, pues entonces puede originarse el daño, sin esperanza del bien.
Por esto hay que ser diligentes, y previsores, mirando siempre primero los intereses corporales; segundo, los intereses morales; y por último, los intereses materiales; y si cuando ha habido prudencia, diligencia y previsión se produce un mal, habrá causa de justicia fatal y nadie podrá ser acusado; pero entonces, estudiad con más ahínco para aprender aquellas leyes fatales que pudieron más que toda la previsión, diligencia y cordura del hombre, pues en toda obra hay mucho siempre que aprender y, por añadidura, tenemos obligación de sacar bien del mal: pero sepamos siempre dominarnos en nuestro arrebato, ímpetu o precipitación y sobre andar seguros sobre la vía del bien, nos mostraremos firmes y con marcada majestad en nuestro ser y no ofreceremos el triste espectáculo del soberbio rabioso del que todos huyen, por su aureola repulsiva.
Cuando todas esas circunstancias son congénitas al arrebato, es seguro, que para una vez que del arrebato se reciba beneficio, noventa y nueve veces se recibirá daño colectivo; pero el arrebatado recibirá siempre daño moral y material y aún será responsable en aquella vez que haya podido ocasionar bien, porque habrá demostrado no tener capacidad de dominarse a sí mismo.
Más si no es prudente ser arrebatado, tampoco lo es ser indolente y pasivo (que es el extremo opuesto) y en ambos casos, se demuestra ignorancia e inconsciencia; y ni el arrebatado ni el indolente, llevarán el bien a la colectividad.
Se confunde muchas veces también, la prudencia con la indolencia, lo mismo que el arrebato con el celo; pero todo ha de estudiarse por los efectos producidos y los que pudo producir y se determina entonces si fue prudencia o indolencia, o arrebato o celo.
Mas no se puede olvidar en ese estudio, lo moral y material en el bien o el mal producido y puede ser que, un mal material origine un bien moral; pero esto no será caso para justificar el arrebato ni la indolencia, a la que hay que oponer necesariamente la diligencia y la prudencia, que es lo que nos llevará al bien en alta sabiduría.
El premio al arrebato (aun cuando hubiera reportado un bien) será ponerle delante el mal que pudo ocasionar, si otra circunstancia de ley que opusieron a su fuerza e imprevisión, no hubieran mediado; y que seguramente, el arrebato y la precipitación les llevaría al desastre.
Suponed este caso: se ha caído un hombre al río y la corriente lo arrastra golpeándolo; otro lo vio y, precipitado, se tira vestido al río, sin medir las consecuencias del peligro; suponemos que lo hace por un impulso de amor; es laudable el acto; pero estudiemos.
El caído, no se puede valer a sí mismo por la fuerza de la corriente y sabe o no sabe nadar; pero un el caso de que sepa nadar, no puede valerse, porque la ropa le impide luchar, porque se hinchó de agua y sus pliegues y peso le oponen una gran resistencia.
El que se tiró a salvarlo sabe también nadar y lleva el celo de salvar también al caído; pero se ha precipitado, ha sufrido un arrebato y se tira vestido sin medir el peligro, aún teniéndolo a la vista en el caído que no puede valerse por causa de la ropa; va a salvarlo y no lleva ventaja ninguna sobre el caído, porque se expone al mismo peligro: ha sido imprudente; si lo salva, merecerá aplauso y admiración, pero no es justo; habrá habido una circunstancia que habrá salvado a los dos; un remanso que el agua forma y aminora la correntada; un vado en donde el agua tiene menos profundidad, u otra cualquiera y sino; perecerían los dos, por haberse arrebatado el que se tiró vestido para luchar con dificultades iguales a las del caído; se ha suicidado por su precipitación, pues debió tener capacidad para reflexionar el peligro de la ropa y desnudarse, para tener más seguridad en el éxito del salvamento.
Tenemos el deber del auxilio, hasta el sacrificio, por amor; pero con reflexión para no exponernos por impremeditación estulta, sin ser expertos en lo que vamos a luchar y exponernos nosotros solos; pero cuando vemos que hemos de comprometer otros bienes y otras vidas, entonces se reagrava la falta del arrebato: pero tampoco se ha de pasar todo el tiempo en la indolencia del tardo medir de las circunstancias, pues entonces puede originarse el daño, sin esperanza del bien.
Por esto hay que ser diligentes, y previsores, mirando siempre primero los intereses corporales; segundo, los intereses morales; y por último, los intereses materiales; y si cuando ha habido prudencia, diligencia y previsión se produce un mal, habrá causa de justicia fatal y nadie podrá ser acusado; pero entonces, estudiad con más ahínco para aprender aquellas leyes fatales que pudieron más que toda la previsión, diligencia y cordura del hombre, pues en toda obra hay mucho siempre que aprender y, por añadidura, tenemos obligación de sacar bien del mal: pero sepamos siempre dominarnos en nuestro arrebato, ímpetu o precipitación y sobre andar seguros sobre la vía del bien, nos mostraremos firmes y con marcada majestad en nuestro ser y no ofreceremos el triste espectáculo del soberbio rabioso del que todos huyen, por su aureola repulsiva.
Punto segundo
LA CALUMNIA Y EL ASESINATO
Bajo cualquier punto que se mire, la calumnia no será menor crimen que el asesinato; antes puede llegar a ser el crimen más horrendo que en la clase de asesinatos pueda cometerse, porque siempre será más vil el calumniador que el asesino, aun en la premeditación y alevosía; puede el crimen tener atenuantes y eximentes, pero jamás la calumnia puede invocar más que cobardía, hipocresía, abuso, astucia y quizá engaño y soborno de la justicia; la calumnia es lo más difícil de reparar, y sólo puede ser castigado el calumniador con las penas que el código señala para el crimen vil, con alevosía y premeditación, agregándose las penas del infanticidio cobarde; esto, tratándose de las leyes humanas que castigan la calumnia con penas corporales, que tampoco tienen valor bastante para castigar la calumnia, la que, en las leyes divinas no veo penas señaladas a la calumnia, como no las veo señaladas a la ofensa al creador, por lo que llamo pecado.
Esto indica muy claro, que es tal el tamaño de la falta en la calumnia, que la ley divina no ha señalado pena, como para demostrar, que la calumnia las merece todas y que, es tan horriblemente despreciable la calumnia que la divina ley no quiere ni tenerla codificada: de tenerla, tendría que castigarla y sería la única falta de dificilísimo perdón, pero no imposible, pues al fin, el tiempo es eterno y a todo se llega. Pero el no haber una pena señalada a la calumnia en la ley divina, como la tiene por ejemplo el cortar la existencia a un ser, cuya pena es darle una nueva existencia, debe alarmar mucho más a los hombres, que si condenara a vivir cien existencias mudo y con fino oído y vivir entre enemigos envidiosos: ¿Suponéis lo horrible de ese sufrimiento moral? Pues debería darse por satisfecho el hombre con esa pena, que podría pasarla en diez mil años.
Más no hay siquiera en la ley divina esa pena, dulce aunque terrible; pero el no haberla, es lo más terrible.
Al calumniador «más le valdría no haber nacido»; porque mientras no apague en él el fuego de la calumnia, sufrirá miles y aun millones de siglos, los más horribles remordimientos en su conciencia, que no le darán paz ni descanso un solo segundo; y, sabed, que el Dante, en su descripción del infierno, (como llamó a los mundos primitivos) retrató a los calumniadores acometidos de bestias y serpientes que continuamente les destrozaban las entrañas, sin arrancárselas nunca; es la manera más digna de retratar el sufrimiento de calumniador.
Es, a la verdad, horriblemente feo el vicio o pasión de la calumnia, porque tiene que envolverse el calumniador en muchos otros vicios y pasiones, como la mentira, la falsedad, la hipocresía, el abuso, la desfachatez, la ruindad y el soborno, que cada uno por sí es un crimen cobarde, eludiendo el encuentro del y de los hombres que inhabilita desde la sombra, coronando toda su obra con la delación, que en la ley divina es prohibida, aun existiendo el delito, si no es comunal. ¿Cuánto más, cuando la delación por calumnia es falsa?.
Además, el calumniador, envuelve otras personas en su delito, ya como testigos comprados o sobornados y también los deudos de su víctima, que sufren las consecuencias de la infamia privándoles de amistades, cerrándoles el camino de la subsistencia y sometiéndolos a miradas recelosas; y aun cuando al fin se probara su inocencia, ya tienen cortada su forma de vida; por lo que sabiamente dijo Voltaire, «de la calumnia algo queda».
No es difícil ver caer grandes hombres de sus pináculos y reducirse a la miseria y muy frecuente tener que abandonar toda una familia su casa natal y siempre, de una calumnia, se ven grandes desgracias de hombres de valía perdidos y, sin acción, suicidios, hombres en la cárcel o en el manicomio y mujeres en la vida desesperada de un prostíbulo, después de haber arrastrado todas las miserias.
Esto indica muy claro, que es tal el tamaño de la falta en la calumnia, que la ley divina no ha señalado pena, como para demostrar, que la calumnia las merece todas y que, es tan horriblemente despreciable la calumnia que la divina ley no quiere ni tenerla codificada: de tenerla, tendría que castigarla y sería la única falta de dificilísimo perdón, pero no imposible, pues al fin, el tiempo es eterno y a todo se llega. Pero el no haber una pena señalada a la calumnia en la ley divina, como la tiene por ejemplo el cortar la existencia a un ser, cuya pena es darle una nueva existencia, debe alarmar mucho más a los hombres, que si condenara a vivir cien existencias mudo y con fino oído y vivir entre enemigos envidiosos: ¿Suponéis lo horrible de ese sufrimiento moral? Pues debería darse por satisfecho el hombre con esa pena, que podría pasarla en diez mil años.
Más no hay siquiera en la ley divina esa pena, dulce aunque terrible; pero el no haberla, es lo más terrible.
Al calumniador «más le valdría no haber nacido»; porque mientras no apague en él el fuego de la calumnia, sufrirá miles y aun millones de siglos, los más horribles remordimientos en su conciencia, que no le darán paz ni descanso un solo segundo; y, sabed, que el Dante, en su descripción del infierno, (como llamó a los mundos primitivos) retrató a los calumniadores acometidos de bestias y serpientes que continuamente les destrozaban las entrañas, sin arrancárselas nunca; es la manera más digna de retratar el sufrimiento de calumniador.
Es, a la verdad, horriblemente feo el vicio o pasión de la calumnia, porque tiene que envolverse el calumniador en muchos otros vicios y pasiones, como la mentira, la falsedad, la hipocresía, el abuso, la desfachatez, la ruindad y el soborno, que cada uno por sí es un crimen cobarde, eludiendo el encuentro del y de los hombres que inhabilita desde la sombra, coronando toda su obra con la delación, que en la ley divina es prohibida, aun existiendo el delito, si no es comunal. ¿Cuánto más, cuando la delación por calumnia es falsa?.
Además, el calumniador, envuelve otras personas en su delito, ya como testigos comprados o sobornados y también los deudos de su víctima, que sufren las consecuencias de la infamia privándoles de amistades, cerrándoles el camino de la subsistencia y sometiéndolos a miradas recelosas; y aun cuando al fin se probara su inocencia, ya tienen cortada su forma de vida; por lo que sabiamente dijo Voltaire, «de la calumnia algo queda».
No es difícil ver caer grandes hombres de sus pináculos y reducirse a la miseria y muy frecuente tener que abandonar toda una familia su casa natal y siempre, de una calumnia, se ven grandes desgracias de hombres de valía perdidos y, sin acción, suicidios, hombres en la cárcel o en el manicomio y mujeres en la vida desesperada de un prostíbulo, después de haber arrastrado todas las miserias.
La calumnia, tiene generalmente su principio en la envidia; pero su raíz es el odio: y tener entendido que, nunca se calumnia a un delincuente, ignorante, o inepto: siempre la calumnia, es contra otro más honrado y digno que el calumniador y esto, tratándose de casos ordinarios; que si entramos en la vida política, aquí nos helaremos de espanto en lo rastrero de la calumnia; mas si entramos en el campo religioso, aquí será tal el asco que nos dará, que no nos libraremos de terribles náuseas, porque las religiones calumniaron bajo pretexto de derecho divino y su retrato son las excomuniones.
La crítica razonada, no es calumnia; y digo esto, porque hay ignorancia en los hombres; sino estaría de más escribirlo. La crítica es conveniente sobre los hechos públicos para depurarlos de vicios que puedan adolecer, así de leyes, como de costumbres; de educación cívica y hechos del común, en cuanto no afecten personalidad determinada, ni entre en el sagrado interno de la conciencia del individuo; pues de ese recinto, sólo es juez cada uno mismo: si entráis en ese recinto aun cuando vuestra crítica fuese cierta, calumniáis a conciencia, porque descubrís secretos y escandalizáis a otros.
Para esto, tenéis el título de hermanos y debéis, en secreto, advertirle con gran amor pero, sabiendo que no oyen las paredes y pasando antes tres veces vuestra lengua por la lima de vuestra conciencia, para saber, si aquello que vais a reprender no está en vosotros también, o está sólo en vosotros y creéis que está en vuestro hermano; porque «es fácil ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo». Si pasada la lengua por esa lima áspera, veis que no está en vosotros la falta y que no os heriría el ser corregidos, entonces, evocad todo el amor del Padre antes de hablar a vuestro hermano y consultarlo bien primero y ver si su estado psíquico es propicio para advertirle y hacedlo con mesura y sin términos tétricos, ni rebuscados, no eximiéndoos vosotros de la posibilidad de caer en aquel defecto y que le agradeceríais que él os advirtiera, si un día lo echase de ver en vosotros; pero sobre todo, la corrección es con el ejemplo mejor que con las palabras, ganándose la amistad del corrigendo.
Hermanos míos: No cometáis faltas de ninguna clase a sabiendas, ya que, por desgracia, muchas cometemos inadvertidamente por la imperfección de la materia. Pero mejor es que cometáis todas las faltas de hombres, antes que una sola calumnia, pues ésta, básteos saber que no esta codificada en la ley divina, por lo miserable que es en sí.
Una sola palabra de calumnia, es un crimen más vil que un asesinato premeditado y hecho a traición. Por esto fue arma de las religiones.
La calumnia es tan imposible de reparar, como recuperar el tiempo perdido; éste, no vuelve.
Para esto, tenéis el título de hermanos y debéis, en secreto, advertirle con gran amor pero, sabiendo que no oyen las paredes y pasando antes tres veces vuestra lengua por la lima de vuestra conciencia, para saber, si aquello que vais a reprender no está en vosotros también, o está sólo en vosotros y creéis que está en vuestro hermano; porque «es fácil ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo». Si pasada la lengua por esa lima áspera, veis que no está en vosotros la falta y que no os heriría el ser corregidos, entonces, evocad todo el amor del Padre antes de hablar a vuestro hermano y consultarlo bien primero y ver si su estado psíquico es propicio para advertirle y hacedlo con mesura y sin términos tétricos, ni rebuscados, no eximiéndoos vosotros de la posibilidad de caer en aquel defecto y que le agradeceríais que él os advirtiera, si un día lo echase de ver en vosotros; pero sobre todo, la corrección es con el ejemplo mejor que con las palabras, ganándose la amistad del corrigendo.
Hermanos míos: No cometáis faltas de ninguna clase a sabiendas, ya que, por desgracia, muchas cometemos inadvertidamente por la imperfección de la materia. Pero mejor es que cometáis todas las faltas de hombres, antes que una sola calumnia, pues ésta, básteos saber que no esta codificada en la ley divina, por lo miserable que es en sí.
Una sola palabra de calumnia, es un crimen más vil que un asesinato premeditado y hecho a traición. Por esto fue arma de las religiones.
La calumnia es tan imposible de reparar, como recuperar el tiempo perdido; éste, no vuelve.
Punto tercero
EL PECADO
La mentira en los juramentos; los juramentos de falsedad y las temeridades de conciencia, son lo que llamo pecado, porque entrañan directamente a las cosas del creador; no al creador, porque a él, ni entre todos los seres del infinito llegamos a entrañarle en nada.
Pero si no entrañamos al creador, entrañamos a sus leyes, con nuestra intención; y como éstas son las que nos rigen, cometemos pecado que no pueden las leyes perdonar, porque éstas ni el Creador, no perdonan: hay que cumplir las leyes y nada más; ésta es la sentencia y su incumplimiento por malicia u oposición, es lo que constituye pecado; mas no lo constituye la ignorancia y es por esta aclaración que hago este párrafo, muy necesario a la inteligencia de los hombres.
Al jurar con mentira en un juicio de hombres, donde según las leyes, el reo, habrá de sufrir una pena grave o la pena capital, las palabras dejan de ser juramento, para convertirse en calumnia, amparada por la inhabilitación del que sufre la justicia.
Jurar en falso un hecho que se ignora, es ponerse un testigo terrible de su falsedad y querer hacer cómplice, al ser que bajo el nombre de Dios se invoca para el juramento.
He ahí dos casos de pecado contra el ser divino, que sólo tienen pena semejante a la calumnia: y es terriblemente, un grado más que la calumnia, en la intención; pero es un grado infinito que no sabemos cuál es su valor: por esto lo llamo yo pecado.
Más es de advertir, que para eso, es necesario que el que lo cometa sea sabio de las cosas que jura y es entonces que hace un hecho de conciencia temerario; éste pecó al tenor de la exclamación de David «Pequé, Padre, contra el cielo y contra ti»; y este temerario, hasta que con conciencia pueda clamar en esa forma para ser oído, estará como extraño y forastero en todas partes y solo, aún en medio de las multitudes, (como hombre y como espíritu) porque sobre sí lleva el título de falaz, embustero e impostor, en aureolas roja, amarilla y negra. felizmente, hay muy pocos de estos pecadores; pero no tan pocos que no nos merezcan atención y son, todos aquellos que emplean la sabiduría para el mal, sus condecoraciones y facultades para pecar a sabiendas; es decir, que se burlan de su conciencia, para las cosas del padre y sus leyes. cargo que hacemos a los que, sabiendo la grandeza del espiritismo luz y verdad, practican el espiritualismo, amalgama para los comodines y cobardes.
Mas la causa de esto es, una mala costumbre hecha ley en los tribunales civiles y religiosos, de exigir juramento; y si un pobre ignorante que jura lo que no comprende, sólo comete la falta de su ignorancia, no así los jueces civiles o religiosos que dicen conocer lo trascendental del acto.
Estos, cometen una temeridad y mienten siempre, porque juran lo que no pueden cumplir.
Pero si no entrañamos al creador, entrañamos a sus leyes, con nuestra intención; y como éstas son las que nos rigen, cometemos pecado que no pueden las leyes perdonar, porque éstas ni el Creador, no perdonan: hay que cumplir las leyes y nada más; ésta es la sentencia y su incumplimiento por malicia u oposición, es lo que constituye pecado; mas no lo constituye la ignorancia y es por esta aclaración que hago este párrafo, muy necesario a la inteligencia de los hombres.
Al jurar con mentira en un juicio de hombres, donde según las leyes, el reo, habrá de sufrir una pena grave o la pena capital, las palabras dejan de ser juramento, para convertirse en calumnia, amparada por la inhabilitación del que sufre la justicia.
Jurar en falso un hecho que se ignora, es ponerse un testigo terrible de su falsedad y querer hacer cómplice, al ser que bajo el nombre de Dios se invoca para el juramento.
He ahí dos casos de pecado contra el ser divino, que sólo tienen pena semejante a la calumnia: y es terriblemente, un grado más que la calumnia, en la intención; pero es un grado infinito que no sabemos cuál es su valor: por esto lo llamo yo pecado.
Más es de advertir, que para eso, es necesario que el que lo cometa sea sabio de las cosas que jura y es entonces que hace un hecho de conciencia temerario; éste pecó al tenor de la exclamación de David «Pequé, Padre, contra el cielo y contra ti»; y este temerario, hasta que con conciencia pueda clamar en esa forma para ser oído, estará como extraño y forastero en todas partes y solo, aún en medio de las multitudes, (como hombre y como espíritu) porque sobre sí lleva el título de falaz, embustero e impostor, en aureolas roja, amarilla y negra. felizmente, hay muy pocos de estos pecadores; pero no tan pocos que no nos merezcan atención y son, todos aquellos que emplean la sabiduría para el mal, sus condecoraciones y facultades para pecar a sabiendas; es decir, que se burlan de su conciencia, para las cosas del padre y sus leyes. cargo que hacemos a los que, sabiendo la grandeza del espiritismo luz y verdad, practican el espiritualismo, amalgama para los comodines y cobardes.
Mas la causa de esto es, una mala costumbre hecha ley en los tribunales civiles y religiosos, de exigir juramento; y si un pobre ignorante que jura lo que no comprende, sólo comete la falta de su ignorancia, no así los jueces civiles o religiosos que dicen conocer lo trascendental del acto.
Estos, cometen una temeridad y mienten siempre, porque juran lo que no pueden cumplir.
Por eso no se debe jurar por nada, como decía Jesús: «Ni aun por un cabello de tu cabeza jurarás» Es, pues, lo más cuerdo prometer, porque generalmente, el juramento no es cumplido y al fin, el juramento es un dogma terrible y mata la libertad.
El espíritu en luz puede jurar, porque tiene conocimiento de causa y le admitirá o no el juramento, según sea de justicia; pero siempre le será admitida la promesa hecha, según el monto de su conciencia; es decir, de su potencia; que se medirá en su sabiduría a la que se ajusta para prometer o jurar.
Huid pues, del juramento y prometed el amor; pero olvidad la temeridad de conciencia, los falsos juicios y la mentira del juramento y, ni aun en bien de nadie mintáis, porque esto, puede encuadrar en la caridad, pero es contrario a la justicia, a la verdad y al amor y se castiga con la espantosa soledad, porque todos se retiran del falso: es pecado.
Punto cuarto
DESAFÍOS Y CONTRABANDOS, SON DELITOS
Aun en lo material son delitos los desafíos y contrabandos; y entended bien, que no digo delito, sino delitos; porque es muy difícil que no sean dos y aun más personas culpables en estos actos; y los pongo juntos también, porque el delito de desafío se hace burlando la ley que pena el asesinato y eso es un contrabando; pero resulta que los hombres han llamado «actos de caballeros» a lo que es un acto facineroso además del crimen de asesinato.
Ya dejé dicho en el código lo referente al duelo y senté que, «es un suicidio y un crimen premeditado» y son responsables duelistas y padrinos; y esto nos confirma, que no sólo es delito, sino varios delitos a la vez, todos criminales; y es contrabando, porque se efectúan esos lances, burlando la ley humana y divina.
Lejos de ser un acto de honor, son varios delitos premeditados, incluso el contrabando que se considera facineroso.
Más se reagrava mucho más esa colección de crímenes que se cometen en el desafío, por el escándalo que se da sentando cátedra de criminales esos... caballeros de honor... y dejan sentados cimientos de odio entre las familias y aun entre los amigos de ambos contrabandistas.
Ya dejé dicho en el código lo referente al duelo y senté que, «es un suicidio y un crimen premeditado» y son responsables duelistas y padrinos; y esto nos confirma, que no sólo es delito, sino varios delitos a la vez, todos criminales; y es contrabando, porque se efectúan esos lances, burlando la ley humana y divina.
Lejos de ser un acto de honor, son varios delitos premeditados, incluso el contrabando que se considera facineroso.
Más se reagrava mucho más esa colección de crímenes que se cometen en el desafío, por el escándalo que se da sentando cátedra de criminales esos... caballeros de honor... y dejan sentados cimientos de odio entre las familias y aun entre los amigos de ambos contrabandistas.
Se tiene por fascinerosos a los que, burlando las leyes de opresión que fiscalizan la entrada de los medios de vida en las ciudades que encarecen la vida con las tarifas aduaneras y se ven precisados (muchos hombres y mujeres) a introducir algunos víveres que compran fuera más baratos que en la ciudad y eso no es ni puede ser falta; la que falta, es la ley que encarece por esas gabelas la vida en las ciudades.
Pero en cambio, es contrabandista el comerciante que burla la ley, introduciendo fraudulentamente artículos que vende al precio de otros comerciantes que pagaron sus derechos, o bien rebaja un algo para hacer la competencia al que pagó los impuestos de ley y arruina a éstos, para quedarse dueño de la plaza.
Pero en cambio, es contrabandista el comerciante que burla la ley, introduciendo fraudulentamente artículos que vende al precio de otros comerciantes que pagaron sus derechos, o bien rebaja un algo para hacer la competencia al que pagó los impuestos de ley y arruina a éstos, para quedarse dueño de la plaza.
Aquí hay más de un culpable, porque tiene que estar entendido con el remitente y con los vistas y despachantes de la aduana y esto es soborno, el que generalmente lleva consigo el contrabando.
Este contrabandista, perjudica a toda la ciudad porque no paga el canon establecido que se designa para levantar las cargas comunales; y además, hace pagar al vecindario los artículos a precio corriente, cual si hubiera satisfecho los derechos comunales.
Este contrabandista, perjudica a toda la ciudad porque no paga el canon establecido que se designa para levantar las cargas comunales; y además, hace pagar al vecindario los artículos a precio corriente, cual si hubiera satisfecho los derechos comunales.
Mas se comete otro delito, que muchas veces abarca terribles proporciones en la salud pública, porque el género así puesto en venta, no ha sido sometido al análisis sanitario; e incurren en el mismo delito, todos los que adulteran los géneros, después de la inspección sanitaria.
¿Cuántos delitos han cometido aquí? No han pagado al fisco comunal la contribución por aquello que agregan en la adulteración; además, si no pagaron el derecho aduanero, esto es sencillamente un robo a todo un pueblo y se le vuelve a robar al consumidor en el precio de venta: y por la adulteración, o no haber pasado el análisis sanitario, se juega peligrosamente con la salud pública. ¿con qué pena puede castigarse esto? Todas las de los códigos son pocas.
¿Cuántos delitos han cometido aquí? No han pagado al fisco comunal la contribución por aquello que agregan en la adulteración; además, si no pagaron el derecho aduanero, esto es sencillamente un robo a todo un pueblo y se le vuelve a robar al consumidor en el precio de venta: y por la adulteración, o no haber pasado el análisis sanitario, se juega peligrosamente con la salud pública. ¿con qué pena puede castigarse esto? Todas las de los códigos son pocas.
Es cierto, que todo el régimen y sus leyes son erróneas hasta hoy; pero si no lo han mejorado los hombres, es porque no ha sido tiempo; es porque, los estados, nacieron de las religiones o de la supremacía; pero aun en este caso, la supremacía nació de las religiones y lo prueba, que todos los estados tienen religión y dependen en lo moral de ella, hasta los reyes y emperadores, que cuando no sean éstos, súbditos de un pontífice, son ellos el pontífice religioso, al par que el emperador civil y entonces, son todos los poderes, feudos de las religiones, que tienen una moral imperfecta y mala; y de esa insana moral, nacen las leyes y los códigos civiles que quieren regir el mundo, pero subyugado.
Esta es la causa de que el régimen, aún el democrático y republicano sea arcaico y contrario a la verdad pura de la ley divina de libertad, por la que únicamente, los pueblos pueden progresar ampliamente sin trabas ni tropiezos; y del único modo que se evitan los contrabandos y los desafíos es, llegando, por la fraternidad, al amor mutuo.
Se ha dicho (y es verdad) que: «los pueblos tienen los gobiernos que se merecen» ¿Son malos? No merecen más, y tiene todo ciudadano el deber de acatar la ley común.
Pero también tiene el deber de luchar dentro de la ley y la razón para mejorar la ley y cambiar el régimen, gradualmente hasta llegar a la comuna, con la que desaparecen aduanas y gabelas, contrabandos y desafíos, a que los incitan las leyes de hoy.
Más mientras exista la religión y supremacía, existirá el contrabando porque de él, en él y por él viven las religiones que se han hecho superior res al estado civil y se eluden, con toda trampa y subterfugio del impuesto y no les empacha invocar el nombre de Dios, que no debe pagar aduana ni impuesto; pero tiene derecho a cobrarlo de todos.
¡Es tan singular la moral de las religiones!... Para ellas, todo es lícito y tributario, por lo que, además de estar cometiendo continuamente el robo a toda la humanidad y comerciar con cosas que en el hombre son sagradas (aunque algunas en la realidad sean basura nauseabunda como el sacramento de la eucaristía y sus seis compañeros que envenenaron y enferman a todo el que los toma) y aun los venden muy caros sin pagar ni patente ni aduana y esto es un constante desafío a los hombres y las ideas.
Todo esto, dejará de ser en estos días de la llegada del Padre con la luz que todo lo transforma y pasa a la historia y los contrabandos, ya no tendrán lugar. ¿Pero puede el hombre en la comuna cometer contrabando y desafío? Puede y seguramente aún lo cometerá en los primeros tiempos, porque aun gravitará sobre él el recuerdo terrible del pasado de miseria y de opresión y habrá quien piense llenar su casa de los productos que libres estarán en los campos, sin marcas de propiedad: pero pronto se cerciorará de su estupidez, porque verá que cada día lo tienen todo fresco en el depósito común, donde con alegría cargan a diario todos los ciudadanos todos sus menesteres.
Por lo demás, no habrá lugar al desafío ni a ningún otro triste delito de los que hasta hoy nos han sido baldón; y para eso, sólo tenéis que observar el «código de amor», porque os conoceréis a vosotros mismos, en vosotros al universo y en el universo, a Eloí.
Punto quinto
EL ENVENENAMIENTO Y LOS INCENDIOS, SON LA MALDAD REFINADA
Según se eleva la cobardía y refinamiento de los hechos, se eleva el grado de culpabilidad; por eso hemos visto que hay falta, delito, crimen, pecado y, ahora nos encontramos con maldad refinada en el envenenamiento y el incendio, de donde sólo se puede exceder, en el cobarde infanticidio que veremos en párrafo aparte.
El envenenamiento y el incendio, lo hemos de considerar material y espiritual y en ambos casos es un crimen y de refinada maldad; porque, no solo está en la acción el hombre bruto, sino el estudio, la premeditación y la ciencia; de aquí su grado de maldad refinada que lleva el máximum del odio y la traición.
El envenenamiento de una persona supone la mayor sangre fría para el crimen, sin dejar lugar a salvación y acrecienta su maldad, porque extrae de la ciencia los conocimientos que tanto han costado en trabajo, sudor y estudio, para extraer las esencias de la naturaleza.
Además, es el colmo de la hipocresía, porque con una mano adula a su víctima y con la otra le da la muerte irremisible, porque la intoxicación perdura en la sangre y el organismo, aun cuando se consiga evitar la muerte momentánea; pero que al fin, será víctima del veneno más o menos pronto; pero en ese tiempo su enervamiento será bien marcado y al final, si se hace la autopsia cuidadosamente después de la muerte, aunque hayan pasado años, se encontrará el veneno, causa de la defunción.
Esta arma traidora ha sido usada (más que por todo el mundo) dentro del Vaticano, «inmenso buzón de crímenes del pontífice cristiano» y de allí se ha propagado por todos sus tendones y tentáculos, ya en el veneno puro, ya en el acero envenenado, para no errar la puñalada.
Los casos más tremendos de ese abuso fueron los de los Borgias, cuyo pontífice, Alejandro VI (Rodrigo Borgia), murió en las horribles convulsiones del veneno preparado para otro que le estorbaba y por una equivocación lo bebió él; y su famosa hija y concubina Lucrecia, que tantas vidas quitó con sus polvos blancos, hubo de tomarlos sobre el cadáver de su hijo, forzada por su marido último, el duque de Este.
En la antigüedad, se envenenaba con víboras y áspides la historia nos cuenta el caso de cleopatra; en la Grecia, ya os he dicho que se daba la cicuta como muerte, cayendo por ella, Antulio y Sócrates.
De modo que, el veneno, fue siempre arma cobarde de las religiones; pero llegó (como es natural) al dominio del pueblo, que con sangre fría se quitaban un rival, con la mayor frescura y esto reasume todos los crímenes, en un solo hecho.
El envenenamiento de una persona supone la mayor sangre fría para el crimen, sin dejar lugar a salvación y acrecienta su maldad, porque extrae de la ciencia los conocimientos que tanto han costado en trabajo, sudor y estudio, para extraer las esencias de la naturaleza.
Además, es el colmo de la hipocresía, porque con una mano adula a su víctima y con la otra le da la muerte irremisible, porque la intoxicación perdura en la sangre y el organismo, aun cuando se consiga evitar la muerte momentánea; pero que al fin, será víctima del veneno más o menos pronto; pero en ese tiempo su enervamiento será bien marcado y al final, si se hace la autopsia cuidadosamente después de la muerte, aunque hayan pasado años, se encontrará el veneno, causa de la defunción.
Esta arma traidora ha sido usada (más que por todo el mundo) dentro del Vaticano, «inmenso buzón de crímenes del pontífice cristiano» y de allí se ha propagado por todos sus tendones y tentáculos, ya en el veneno puro, ya en el acero envenenado, para no errar la puñalada.
Los casos más tremendos de ese abuso fueron los de los Borgias, cuyo pontífice, Alejandro VI (Rodrigo Borgia), murió en las horribles convulsiones del veneno preparado para otro que le estorbaba y por una equivocación lo bebió él; y su famosa hija y concubina Lucrecia, que tantas vidas quitó con sus polvos blancos, hubo de tomarlos sobre el cadáver de su hijo, forzada por su marido último, el duque de Este.
En la antigüedad, se envenenaba con víboras y áspides la historia nos cuenta el caso de cleopatra; en la Grecia, ya os he dicho que se daba la cicuta como muerte, cayendo por ella, Antulio y Sócrates.
De modo que, el veneno, fue siempre arma cobarde de las religiones; pero llegó (como es natural) al dominio del pueblo, que con sangre fría se quitaban un rival, con la mayor frescura y esto reasume todos los crímenes, en un solo hecho.
Los incendios, donde no se deja lugar a salvación, son más horribles aún que el veneno; y son también del dominio de las religiones y de los supremáticos y déspotas, y se nos ofrece en la historia una Roma incendiada por Nerón y miles de ciudades por las guerras continuadas.
Pero todo esto, por horroroso, terrible y cobarde que sea, podrá acabar con unos cuantos millones de cuerpos en los hechos de guerra y la inquisición y al fin, los autores, pagarán esas vidas dando vida a los caídos.
Pero, ¿cómo pagarán el envenenamiento de las conciencias por el error dogmático? ¿Y los incendios de las pasiones, con sus pasiones, en el pueblo? Esto ya pasa de crímenes y delitos y entra en la categoría de pecado; no hay pena señalada en la ley y esto es lo terrible; son acreedores a todas las penas y las sufrirán hasta tanto que sus víctimas no hayan sido revalidadas.
Pero pasarán miles y quizás millones de siglos, porque muchos de esos envenenadores e incendiarios de las conciencias han sido condenados a segunda muerte; y esos millones de siglos estarán encendidas esas llamas, consumiéndolos en su conciencia por remordimiento, pues «han de pagar hasta el último cornado».
Pero todo esto, por horroroso, terrible y cobarde que sea, podrá acabar con unos cuantos millones de cuerpos en los hechos de guerra y la inquisición y al fin, los autores, pagarán esas vidas dando vida a los caídos.
Pero, ¿cómo pagarán el envenenamiento de las conciencias por el error dogmático? ¿Y los incendios de las pasiones, con sus pasiones, en el pueblo? Esto ya pasa de crímenes y delitos y entra en la categoría de pecado; no hay pena señalada en la ley y esto es lo terrible; son acreedores a todas las penas y las sufrirán hasta tanto que sus víctimas no hayan sido revalidadas.
Pero pasarán miles y quizás millones de siglos, porque muchos de esos envenenadores e incendiarios de las conciencias han sido condenados a segunda muerte; y esos millones de siglos estarán encendidas esas llamas, consumiéndolos en su conciencia por remordimiento, pues «han de pagar hasta el último cornado».
Párrafo II
EL INFANTICIDIO ES EL MÁS COBARDE DE LOS CRÍMENES
Todos los crímenes y delitos pueden tener algunas atenuantes; pero el infanticidio, no puede tentar más que uno; la locura o enajenación mental: pero a pesar de eso, habrá quien tenga la responsabilidad a poco que se ahonde, porque, el niño no se hizo solo en las entrañas de la madre, ni se gestó de la noche a la mañana, sino que hubo que pasar, por lo normal, siete a nueve meses en su encierro y es tiempo largo para que sea notado el embarazo y el estado perturbado de la madre, o ésta el del padre, u otros vecinos que conocieron la enfermedad de uno de los dos padres.
Y si quieren descartarse los que tienen conocimiento de la perturbación de los cónyuges de responsabilidad, con no ser sus parientes o no ser deber de ellos, manifiestan claramente su ignorancia de las leyes naturales y divinas; un egoísmo refinado y completa falta de sentimientos humanitarios, de justicia y, muertos al amor. Ignoran por completo la vida comunal del espíritu que es el que forma las familias y busca las compañías en justicia y que por algo que no es casualidad, sino fatalidad, se reúnen bajo el mismo techo, o buscan amistad con quien vinieron a reunirse por ese lazo; esto, en la ley divina, obliga a todos, unos por los otros, sin tener en cuenta, razas, castas y clases.
Hay otras ocasiones en que, el infanticidio, se comete por falta de medios de subsistencia y aquí hay hechos culpables; pero los primeros son los convecinos y conocedores de la situación; los segundos y siempre, las autoridades que no tienen leyes previsoras y no educaron a la niña en sus deberes de madre. fuera de estos casos fortuitos y forzados por las circunstancias y la falta de amor, aunque la madre pueda ser la menos responsable, en todos los demás casos, es el más cobarde crimen.
Y si quieren descartarse los que tienen conocimiento de la perturbación de los cónyuges de responsabilidad, con no ser sus parientes o no ser deber de ellos, manifiestan claramente su ignorancia de las leyes naturales y divinas; un egoísmo refinado y completa falta de sentimientos humanitarios, de justicia y, muertos al amor. Ignoran por completo la vida comunal del espíritu que es el que forma las familias y busca las compañías en justicia y que por algo que no es casualidad, sino fatalidad, se reúnen bajo el mismo techo, o buscan amistad con quien vinieron a reunirse por ese lazo; esto, en la ley divina, obliga a todos, unos por los otros, sin tener en cuenta, razas, castas y clases.
Hay otras ocasiones en que, el infanticidio, se comete por falta de medios de subsistencia y aquí hay hechos culpables; pero los primeros son los convecinos y conocedores de la situación; los segundos y siempre, las autoridades que no tienen leyes previsoras y no educaron a la niña en sus deberes de madre. fuera de estos casos fortuitos y forzados por las circunstancias y la falta de amor, aunque la madre pueda ser la menos responsable, en todos los demás casos, es el más cobarde crimen.
¿Qué defensa tiene el niño para oponerse al golpe traidor y cobarde de su ejecutor? ¿Qué propósitos envuelve en su acción ese verdugo vil? ¿Qué demuestra un hombre o una mujer, que no se muere de vergüenza ante el indefenso infante que se sonríe inocente a su verdugo y no sabe leer en la mirada de aquellos ojitos de bondad e inocencia, que no buscan más que caricias y amor? Siendo nula la defensa del infante, su ejecutor se rebaja de las fieras y lo demuestra al no caerse muerto de horror; ese, está muerto al sentimiento y obra lo que no hacen las fieras; pues éstas; defienden a sus cachorros con sus cuerpos y antes caerá la hembra que le quiten sus crías; lo que revela ese criminal es, la mayor desnaturalización del ser hombre, porque no le entraña la sonrisa inocente del infante; sonrisa angelical, que millones de veces salva la vida de sus adres, les da ánimo y valor en la lucha de la vida, apaga las penas de sus corazones y une siempre con su mira tranquila y su sonrisa, los desavenidos corazones.
El no leer nada el infanticida en los ojos del infante, demuestra claramente, que está divorciado de la naturaleza, por una vil ruindad; no tiene derecho a la vida de hombre; debe salir de la sociedad; es el único ser que no puede participar de la vida en común; sólo debe vivir con las fieras, por que es el rey de ellas por sus hechos, pero mucho más bajo que ellas, porque no tiene ningún sentimiento.
Los niños, despiertan los sentimientos dormidos de largo tiempo; y el que no despierta de su letargo ante un niño ese es muerto sin remedio por esa existencia y será un gran amor el rigor del castigo para revolucionarle la conciencia.
Los niños, despiertan los sentimientos dormidos de largo tiempo; y el que no despierta de su letargo ante un niño ese es muerto sin remedio por esa existencia y será un gran amor el rigor del castigo para revolucionarle la conciencia.
Más busquemos la raíz del infanticidio, pues ha de tenerla, no sólo en lo espiritual, sino también en lo moral, civil y religioso y veamos esas causas para analizarlas y que en la comuna, desde su principio, no registremos un solo infanticidio: y prevengo que, en el «código», es el único delito al que señalé la pena que debería imponerse y es «meter en una jaula, a los delincuentes y exponerlos en el parque zoológico»; porque no son dignos de otra cosa.
Que hubo infanticidios en las tribus primitivas hasta Adán, no podemos menos de confirmarlo; pero ¿qué era la humanidad hasta esa fecha? La humanidad era selvática, ignorante, incivilizada; no eran hombres, sino aspirantes a hombres; no conocían más derecho que el de la fuerza; eran niños revoltosos que todo lo destrozaban y jugaban con todo en inconsciencia: no había temor, ni amor, en lo civil, ni en lo religioso; y baste saber, que se sacrificaban hombres como holocausto a sus dioses: no podemos fundarnos en esa sociedad para establecer la causa del infanticidio vulgar que se comete hoy; pero hay allí una causa primera y es el odio espiritual, por ignorancia; más no hay más responsabilidad que la del crimen, que en ley divina se paga, dándole de nuevo la vida y amando a su enemigo; ya tenemos que, la raíz primera o fundamental del infanticidio es, el odio espiritual.
Desde Adán en que se empezó a legislar en la tierra con principios de amor, debía empezar la civilización y fueron todos los esfuerzos encaminados a evitar el infanticidio. Tenemos los grandes ejemplos en todo Israel en sus grandes madres y matronas y nos da el más alto ejemplo Jacabel, burlando la ley de faraón, que ordenaba el infanticidio de todos las varones nacidos en el pueblo esclavo: y, Jacabel, sí, echa al río a Moisés, pero de modo que no pueda ahogarse y en ocasión propicia de que lo salve la misma hija del faraón; y aun puso de guardia, Jacabel, a su hermana Miriam, para ofrecerle inmediatamente una nodriza, que sería la misma Jacabel, madre del niño.
Todavía nos dan otro ejemplo grande aquellas matronas; a pesar de la ley de infanticidio, faraón, veía gallardos mancebos que según la ley no debían vivir, porque debieron morir al nacer; y faraón, llama a las parteras de Israel, Sephora y Phulla, para condenarlas, «porque no mataban a los niños de los israelitas al nacer» y, ellas se disculpan muy sabiamente y con valor, diciendo: «Señor, las mujeres israelitas, no son como las egipcias, porque son más robustas y paren antes de que lleguen las parteras: y, ¿quién les quitará sus hijos después de besarlos? ¡oh, qué sabiduría encierra esa contestación!...» «Son más robustas, dicen al rey, por no decirle, aman más que las egipcias», pero le añaden: ¿Quién les quitará a sus hijos, después de besarlos? ¿Quién no ve el universo en los ojos del infante con su candidez y la armonía toda en esa candidez? Y, ¿quién si besa un niño, no recuerda que él lo fue como él que enjugó lágrimas y suavizó las asperezas del corazón del hombre y dio valor a sus padres para luchar en la vida y aun redimió a sus progenitores, porque en verdad de verdad es esta la misión principal que el espíritu trae para sus padres, porque es la raíz de la vida? Pues el infanticidio, (aparte del crimen cobarde que representa la ruindad más vil de un hombre) corta la raíz de la vida; la raíz que le había de absolver de muchas otras faltas de la ley divina, porque por la procreación existen las humanidades; para la procreación de los seres se crean los mundos y sufren todos los tres reinos de la naturaleza, aquel gran cataclismo que atrás os queda descrito para la aparición maravillosa del hombre en los mundos y a todo esto reniega y se condena el hombre por el infanticidio y, no puede tener atenuante.
Mas ya, la humanidad tiene los ejemplos dados por Israel y en ello han de ver que, ni reyes ni emperadores deben ser respetados en sus mandatos contra la infancia; y si bien los hombres deben respetar las leyes y los poderes constituidos y defender su patria (mientras hay fronteras) luchando dentro de la ley de gentes, todo hombre debe levantarse con coraje, de cualquier nación, casta y clase que sea contra aquel bárbaro que diese una ley infanticida; y será más gloriosa la hazaña, cuanto mayor sea el bárbaro a quien se castigue por una ley irracional; y si hoy fuera la china, con cuatrocientos cincuenta millones de habitantes la que tuviera esa ley de infanticidio y se levantara contra la china, por esa causa la república de Andorra que sólo tiene 14.000 habitantes, ésta triunfaría y redimiría a la china, porque su ejemplo sería secundado por todas las madres chinas; la justicia divina prevalecería en favor de la infancia y tenemos la prueba de esto en Israel, que triunfan las parteras, de faraón, no por ellas, sino porque son secundadas por las madres israelitas; y es que, la ley está en las madres y ellas la imponen.
¿Por qué pues, hay hoy tantos y tan horrorosos infanticidios, con tan hermosos ejemplos y tantos progresos que hay en el mundo, aunque no haya civilización? Busco y rebusco entre todas las naciones constituidas legalmente y encuentro en todos sus códigos, penado, el infanticidio: luego no está la causa en las instituciones civiles, pero sí está en ellas los efectos vergonzosos de esos cobardes crímenes y el estado civil es el responsable, por cuanto estudiado queda atrás para todas las cosas de la vida civil; y más porque en todas las constituciones veo «la religión del estado es tal o cual».
¿Será entonces la religión la causante? Estudiemos por las constituciones que dicen «la religión del estado es tal o cual»: examinamos éstas y todos sus sacerdotes, patriarcas y pastores, son casados y con hijos y viven la vida común de familia.
Estas religiones, aunque malas como religiones, en lo civil, sus hombres, viven como todo honrado ciudadano, con sus esposas e hijos; éstos, pues, no pueden ser causa de infanticidio; tienen hijos. Sólo nos queda la desgraciada religión cristiana o romana, que sus hombres y mujeres, sacerdotes, legos y monjas, son célibes renegados de la ley de procreación y ya, el análisis dice inequívocamente que, estos son la causa del infanticidio, del homicidio, del uxericidio, del fratricidio y también del regidio.
¿Pero hasta cuando saldrá, como el aceite sobre el agua, la inaudita acción de la religión cristiana, católica y no católica, sobre las aguas del mal mundial? ¡Acaba ya, Padre mío, con tanta vergüenza que hay sobre la tierra por esta condenada iglesia y religión cristiana y, acaben todas; porque ya es hora de sacudir el baldón ignominioso que han cargado a los hombres! ¡Sólo tu justicia puede reducirlas al no ser, en un instante que con ansia espero! Yo os confieso, hermanos míos, que no quisiera tener que revolver más fango abominable de esa bestia inmunda; pero es tal su maldad; está tan metida en todas partes y en todas las cosas como el agua en la tierra, que en cualquier punto, a mayor o menor profundidad, se encuentra; pero ella sola es la que pierde ya, pues a cada paso recibe un cañazo y, como las serpientes, queda doblada y llegan los caminantes y la aplastan en el polvo, sin miedo y con coraje; ella se lo preparó, justo es que lo sufra. como ya está encontrada la raíz del infanticidio que es el odio; y hoy sólo radica esa planta de ponzoña en los célibes para el infanticidio, no tengo porque estudiar más en esta materia.
Los remito al libro «Buscando a Dios» y al «código de Amor» y en ellos veréis todo lo que aquí no haya dicho; y soy relevado también del párrafo que correspondería aquí bajo esta sentencia:
Los medios contra la procreación, son la negación de la ley, puesto que en los mismos libros está estudiado y codificado: por lo que, cierro este párrafo, diciendo: El infanticidio corta la raíz de salvación al que lo comete.
Todavía nos dan otro ejemplo grande aquellas matronas; a pesar de la ley de infanticidio, faraón, veía gallardos mancebos que según la ley no debían vivir, porque debieron morir al nacer; y faraón, llama a las parteras de Israel, Sephora y Phulla, para condenarlas, «porque no mataban a los niños de los israelitas al nacer» y, ellas se disculpan muy sabiamente y con valor, diciendo: «Señor, las mujeres israelitas, no son como las egipcias, porque son más robustas y paren antes de que lleguen las parteras: y, ¿quién les quitará sus hijos después de besarlos? ¡oh, qué sabiduría encierra esa contestación!...» «Son más robustas, dicen al rey, por no decirle, aman más que las egipcias», pero le añaden: ¿Quién les quitará a sus hijos, después de besarlos? ¿Quién no ve el universo en los ojos del infante con su candidez y la armonía toda en esa candidez? Y, ¿quién si besa un niño, no recuerda que él lo fue como él que enjugó lágrimas y suavizó las asperezas del corazón del hombre y dio valor a sus padres para luchar en la vida y aun redimió a sus progenitores, porque en verdad de verdad es esta la misión principal que el espíritu trae para sus padres, porque es la raíz de la vida? Pues el infanticidio, (aparte del crimen cobarde que representa la ruindad más vil de un hombre) corta la raíz de la vida; la raíz que le había de absolver de muchas otras faltas de la ley divina, porque por la procreación existen las humanidades; para la procreación de los seres se crean los mundos y sufren todos los tres reinos de la naturaleza, aquel gran cataclismo que atrás os queda descrito para la aparición maravillosa del hombre en los mundos y a todo esto reniega y se condena el hombre por el infanticidio y, no puede tener atenuante.
Mas ya, la humanidad tiene los ejemplos dados por Israel y en ello han de ver que, ni reyes ni emperadores deben ser respetados en sus mandatos contra la infancia; y si bien los hombres deben respetar las leyes y los poderes constituidos y defender su patria (mientras hay fronteras) luchando dentro de la ley de gentes, todo hombre debe levantarse con coraje, de cualquier nación, casta y clase que sea contra aquel bárbaro que diese una ley infanticida; y será más gloriosa la hazaña, cuanto mayor sea el bárbaro a quien se castigue por una ley irracional; y si hoy fuera la china, con cuatrocientos cincuenta millones de habitantes la que tuviera esa ley de infanticidio y se levantara contra la china, por esa causa la república de Andorra que sólo tiene 14.000 habitantes, ésta triunfaría y redimiría a la china, porque su ejemplo sería secundado por todas las madres chinas; la justicia divina prevalecería en favor de la infancia y tenemos la prueba de esto en Israel, que triunfan las parteras, de faraón, no por ellas, sino porque son secundadas por las madres israelitas; y es que, la ley está en las madres y ellas la imponen.
¿Por qué pues, hay hoy tantos y tan horrorosos infanticidios, con tan hermosos ejemplos y tantos progresos que hay en el mundo, aunque no haya civilización? Busco y rebusco entre todas las naciones constituidas legalmente y encuentro en todos sus códigos, penado, el infanticidio: luego no está la causa en las instituciones civiles, pero sí está en ellas los efectos vergonzosos de esos cobardes crímenes y el estado civil es el responsable, por cuanto estudiado queda atrás para todas las cosas de la vida civil; y más porque en todas las constituciones veo «la religión del estado es tal o cual».
¿Será entonces la religión la causante? Estudiemos por las constituciones que dicen «la religión del estado es tal o cual»: examinamos éstas y todos sus sacerdotes, patriarcas y pastores, son casados y con hijos y viven la vida común de familia.
Estas religiones, aunque malas como religiones, en lo civil, sus hombres, viven como todo honrado ciudadano, con sus esposas e hijos; éstos, pues, no pueden ser causa de infanticidio; tienen hijos. Sólo nos queda la desgraciada religión cristiana o romana, que sus hombres y mujeres, sacerdotes, legos y monjas, son célibes renegados de la ley de procreación y ya, el análisis dice inequívocamente que, estos son la causa del infanticidio, del homicidio, del uxericidio, del fratricidio y también del regidio.
¿Pero hasta cuando saldrá, como el aceite sobre el agua, la inaudita acción de la religión cristiana, católica y no católica, sobre las aguas del mal mundial? ¡Acaba ya, Padre mío, con tanta vergüenza que hay sobre la tierra por esta condenada iglesia y religión cristiana y, acaben todas; porque ya es hora de sacudir el baldón ignominioso que han cargado a los hombres! ¡Sólo tu justicia puede reducirlas al no ser, en un instante que con ansia espero! Yo os confieso, hermanos míos, que no quisiera tener que revolver más fango abominable de esa bestia inmunda; pero es tal su maldad; está tan metida en todas partes y en todas las cosas como el agua en la tierra, que en cualquier punto, a mayor o menor profundidad, se encuentra; pero ella sola es la que pierde ya, pues a cada paso recibe un cañazo y, como las serpientes, queda doblada y llegan los caminantes y la aplastan en el polvo, sin miedo y con coraje; ella se lo preparó, justo es que lo sufra. como ya está encontrada la raíz del infanticidio que es el odio; y hoy sólo radica esa planta de ponzoña en los célibes para el infanticidio, no tengo porque estudiar más en esta materia.
Los remito al libro «Buscando a Dios» y al «código de Amor» y en ellos veréis todo lo que aquí no haya dicho; y soy relevado también del párrafo que correspondería aquí bajo esta sentencia:
Los medios contra la procreación, son la negación de la ley, puesto que en los mismos libros está estudiado y codificado: por lo que, cierro este párrafo, diciendo: El infanticidio corta la raíz de salvación al que lo comete.
Párrafo III
¿QUÉ ES EL ROBO Y QUIÉN LO COMETE?
Poco voy a decir, del robo material, pues dije ya bastante al tratar de la caridad y de ello se desprende que, si a unos les sobra y a otros les falta, es hijo todo del desequilibrio, por causa de las religiones, que realmente son las únicas que roban el sudor del trabajador: por lo que, pasan de ladrón con patente divina.
Y roban, no sólo el sudor del trabajador, si no también las conciencias y esto es lo más grave. Pero sin robar a las conciencias por el engaño, no podrían robar lo material, que al fin del estudio, es lo único que se propusieron todas las religiones.
Mas hay otros que roban, pero no merecen el facineroso nombre de ladrón: más bien les encuadra el de «bandoleros» que, aunque sea vergonzoso es más noble, porque sale al descubierto y se expone y con sus fechorías llama sobre sí a la justicia; no así el ladrón que se vale de malas mañas, buena cara y modismos hipócritas sin sonrojarse para nada, cuando como las religiones, viven de todo trapo por su astucia, hipocresía e imposición y son ladrones facinerosos de lo material y llegan a la altura del vampiro; chupa sangre! Más cuando roban las conciencias; cuando se ponen sobre los secretos de las conciencias (en donde aún el creador no entra más que una vez en los seres y es en el juicio de cada mundo), ¿qué nombre les cuadra? El idioma es muy pobre para componer la palabra que pueda encerrar tan miserable acción.
¿Será bastante llamarlos, miserables? No, no es bastante, ni en el significado extremo que indica «vil y despreciable» y aun será dulce llamarles «ladrones miserables de ley divina» en cuanto a lo espiritual; que en lo material, son miserables ladrones de vidas y haciendas con vileza.
No hay nada en la vida humana y espiritual que no haya sido objeto de robo por las religiones; y la prueba es, que todo lo tienen sin producir nada, y aun han obstaculizado el progreso a sangre y fuego condenándolo todo, para aprovecharlo ellos solos.
Mas hay un punto culminante ya anunciado en el «código de amor» que lo dice todo y es la «bula de composición» creada para absolver a los bandoleros, que luego voy a descubrir.
Esta «bula de composición» que se expide a favor del que posee bienes ajenos, con la cual, el pontífice cristiano absuelve al que usurpó bienes con tal de que alegue «que no sabe de quién son», pone de relieve que, esa bula es una patente de bandolerismo y asesinato, porque para obtenerla tiene que poseer antes otra que se llama «bula de la santa cruzada», la que tiene por fin «hacer la guerra a los infieles de esa religión» y fue expedida para absolver las matanzas que la religión católica llevó al pueblo judío e israelita y luego a todo pueblo y religión que no fuese católico y cristiano: y, ¡aun conceden indulgencias plenarias por cuantos hechos notables haga todo forajido en la destrucción de la humanidad! .
Esto indica muy claro el fin primordial de esta religión, que luego lo coronó con el celibato; y al fin, se puso la palma con el... «conservad y defended la iglesia a costa de la sangre de toda la humanidad» del testamento del infalible Pío IX.
¿Qué más se puede hacer para consagrar el robo y el asesinato en sacramento religioso, que estas letras llamadas «apostólicas» de las que protestan los apóstoles, misioneros y Mesías y todo hombre honrado? ¿Qué más quieren los bandoleros, sino que se les dé patente de tales con esa bula, por la que tienen que pagar un tanto por ciento de lo mal adquirido al jefe de bandoleros, que inmunizado con la infalibilidad dirige a la inmensa compañía de salteadores, por lo cual les pide una pequeña parte de lo que saquearon sea como sea, aunque sea matando o deshonrando? Porque, ¿qué más fácil para el bandolero que matar al que ha de despojar, para luego poder alegar que no sabe a quién pertenece su botín?... Si por la bula de composición perdona el pontífice cristiano al que robó, y por la de la santa cruzada, no sólo absuelve por matar a los infieles de esa religión, sino que aún los condecora con indulgencias para que entren en el cielo con honores por ser fieras inhumanas, ¿no son bastantes esos documentos para vergüenza de los cristianos? ¿No son todos ellos bandoleros? Si no lo son, están en peligro de serlo, porque: «dime con quién andas y te diré quién eres», dice el proverbio.
Mas el jefe y sus castas, ¿creéis que tienen esas patentes de bandolero y asesino para sus adeptos sólo? No; los tiene para todo asesino y bandolero de otra religión; basta que para solicitarla se bautice y luego haga confesión general, que es lo mismo que hace el capitán de una cuadrilla cuando ha de admitir un nuevo bandolero: se le somete a toda prueba de valor temerario, astucia, sangre fría y resistencia, y si no le agrada, no lo admite.
Lo mismo hacen con el que pide una bula de composición a la iglesia católica, cuando el peticionante es neófito; pero no se le niega nunca si es un señor de visos o títulos, aunque sea muy ladrón, muy bandolero y cuanto más mejor; no hay límite en su reglamento.
Y si el novato tiene tantos méritos que merezca ser el director de la cuadrilla, va derechito al cardenalato; pero, en el primer jicarazo que le darán al pontífice, le calzan la tiara por méritos y por ser un gancho tendido a otros bandoleros grandes, de otras cuadrillas.
Así han seguido y seguirían hasta el fin de los siglos, sino llegara la justicia con su manto a cubrir tanta vergüenza.
Llégame una voz, de alguien que ve lo que escribo y resuena en los espíritus con estridencia que se hace oír de todos. oigo esa voz, y el que la pronuncia se agarra a mi muslo, del que es rechazado y dice: «todo eso es puro odio». Yo llamo a todo ser amante de la verdad y la justicia a examinar mis palabras escritas y mi conciencia y sentimientos y, millones de voces me dicen: «adelante, adelante, adelante!» y adelante sigo.
No es mucho pronunciar palabras; lo grave es dejarlas escritas, porque ellas se exponen a la crítica y la razón y, ¿qué podrá haber que no apruebe y confirme mis acusaciones de «ladrones miserables hasta la vileza» y de bandoleros forajidos, si las pruebas están más claras que la luz del sol con sus mismas bulas? ¿Quién en sana razón no verá, que si se tiene sin haber producido, el que lo tiene robó al productor? Pues ese es el robo y lo comete todo el que consume y no produjo; y será ladrón miserable o bandolero sin patente o patentado por bulas pontificias o por leyes arbitrarias que examinadas, se verá que son hijas del de las bulas religiosas.
¿Más quiénes son los bandoleros, ya que los ladrones miserables ya sabemos quiénes son? Ya quedó dicho algo en el párrafo «desafíos y contrabandos»; pero son todos los que por cualquier maña atesoran lo que no produjeron; y lo serán mientras no estén cubiertas todas las necesidades de la vida de los trabajadores, con la misma holgura que ellos las cubren.
Pero si entonces, éstos, no trabajaran y consumieran, quedarían aún denominados vampiros, porque viven del sudor de otros; de lo que se colige claramente que, la honradez es el trabajo a prorrateo equitativo, porque es la ley del progreso.
El trabajo común, es dulce y llevadero; después de él, se disfruta con fruición el bienestar y quedan todos los hombres invitados a probarlo; y los que hoy me maldicen por mi dureza, de seguida me bendecirán; porque, aunque hoy creen que disfrutan de la vida, están engañados, porque no han participado de los goces del espíritu en su alma, y tan pronto dejen las mañas y se consagren al trabajo productor, dirán llorando de alegría: maldito el latrocinio y el bandolerismo que nos privó del verdadero goce: probadlo.
Hoy están muertas las conciencias; porque fluyen las bulas-patentes de latrocinio y bandolerismo expedidas «in nomine Dei; pero yo os probé que ese Dios es antropófago de concupiscencia; no es el «Dios de amor» que con tanto trabajo busqué y encontré en su asiento y os lo declaré, con el que habéis de subir la cuesta de la montaña de la sabiduría y allí oiréis y comprenderéis su verdadero nombre que yo recibí y os doy y es en todo el Universo, Eloí.
Esta es la medicina que resucita la conciencia; tomadla satisfechos, pues sabéis que aunque sea amarga como es toda verdad, ella cura la enfermedad de muerte que se llama «letargo» por anestesio de las bulas e indulgencias de todas las religiones y, dejad de ser ladrones miserables y bandoleros y vampiros y trabajad y tendréis alegría y abundancia. ¿Acaso se os condena con la pena de Talión? No; sólo se os dice, que todos seáis iguales en derecho, y obligaciones, y os doy yo el primer ejemplo.
He sufrido y sufro todas las miserias de los hombres y en mi existencia han pasado días en que no he tenido que llevarme a la boca, siendo momentos antes rico materialmente, por el trabajo; hoy sufro persecución y calumnia, de todos esos que obcecados ven odio en mi justicia; y no acuso.
Pero, yo recibí al Espíritu de verdad, a los maestros de la cosmogonía, a Jesús y los suyos y no los quiero para mí solo; los necesitáis todos y es mi deber daros primero sus palabras y luego recibir también al mismo espíritu de verdad que os repita lo que yo escribo de su dictado, para que seáis sabios.
Yo he recibido la auscultación del padre en su misma morada, siendo partícipe de su vista hasta mi imperfecta materia en la que reflejó por mi alma y, no lo quiero para mí sólo y os lo doy, señalándoos el camino que os dejé trazado para que lleguéis y, llegaréis todos; hasta los que expiden las patentes de bandolerismo y asesinato, porque yo recibí amor del Padre creador y lo doy a todos sus hijos, que son todos los hombres y espíritus.
Yo recibí por credencial el gran «electro magno» que es la divisa del maestro de todos los misioneros y lo doy en usufructo común y ni aun lo quiero para dominar y tener riquezas, ni aun lo necesario para mí si no lo tienen todos los hombres de la tierra. ¿Por qué no recibiréis mi ejemplo? Yo soy el maestro y juez de vivos y muertos en la tierra y no lo quiero para mí sólo.
Quiero que todos seáis maestros y jueces de vosotros mismos, conociéndoos en verdad de verdad y os lo pruebo con esta obra, por la que sabréis con verdad eterna, lo que cada uno sois. Y, yo tengo la potencialidad toda del universo por la solidaridad que firmé con la cosmogonía y no la quiero para mí sólo y os enseño como seréis omnipotentes por el espiritismo y llegaréis en el tiempo, queráis y no queráis.
¿Por qué habréis de retardaros poniéndoos yo el camino jaloneado de luz? Hay un punto medio, hijos de la tierra; bajad un escalón en el que no tenéis equilibrio los que os creéis arriba y os caéis; subid vosotros, otro, los que lloráis abajo en la miseria; los que fuisteis robados y con mi ejemplo de tolerar (sin ser cómplices) daos el abrazo fraternal y quedaos en ese escalón f irme y amplio de la comuna, donde nadie baja, todos suben de la mano en armoniosa cadena y así llegamos hasta el pie de la morada de Eloí y cuyo director de esa escala es el espíritu de verdad, que yo recibí y vosotros esperáis.
Mas la aberración es tal en las religiones; su concupiscencia es tan insaciable, que aun con el «código de amor» y la luz de nuestra credencial, sería llamada vana para rendirse y el mundo racionalista tendría que luchar la más terrible de las batallas, porque sería la de desalojo de las religiones y del error: y lo sabemos cierto, porque, al nacer en la tierra el Anticristo, los espíritus del padre hablaron para traer el nombre del Espiritismo, porque su reinado había llegado; y los que hicieron bulas de bandolerismo y asesinato, decretaron la muerte del Anticristo y del Espiritismo, sin reparar que venía del creador. ¿cómo les había de asustar eso, si en su intención y ritos lo sacrifican en todo instante bajo la personalidad de Jesús, en el impío sacramento de la eucaristía? Al Anticristo lo libró el Padre, encerrándolo entre los que lo buscaban.
Mas la aberración es tal en las religiones; su concupiscencia es tan insaciable, que aun con el «código de amor» y la luz de nuestra credencial, sería llamada vana para rendirse y el mundo racionalista tendría que luchar la más terrible de las batallas, porque sería la de desalojo de las religiones y del error: y lo sabemos cierto, porque, al nacer en la tierra el Anticristo, los espíritus del padre hablaron para traer el nombre del Espiritismo, porque su reinado había llegado; y los que hicieron bulas de bandolerismo y asesinato, decretaron la muerte del Anticristo y del Espiritismo, sin reparar que venía del creador. ¿cómo les había de asustar eso, si en su intención y ritos lo sacrifican en todo instante bajo la personalidad de Jesús, en el impío sacramento de la eucaristía? Al Anticristo lo libró el Padre, encerrándolo entre los que lo buscaban.
Pero al espiritismo lo persiguieron y lo amalgamaron con todos los dogmas, componiendo el espiritualismo.
Hoy está tísico el espiritismo en las sociedades; pero no saben que es de vida eterna y omnipotente y que si sufre un momento por amor mientras llegarán todas las cosas a su fin, llega también la justicia y aplasta terriblemente a los envenenadores de la causa única y, ese tísico, reducido a cenizas por el fuego de los dogmas y las pasiones, sale triunfante y como es; omnipotente, invencible, resucitando de sus cenizas, porque es el verdadero Fénix.
Hoy está tísico el espiritismo en las sociedades; pero no saben que es de vida eterna y omnipotente y que si sufre un momento por amor mientras llegarán todas las cosas a su fin, llega también la justicia y aplasta terriblemente a los envenenadores de la causa única y, ese tísico, reducido a cenizas por el fuego de los dogmas y las pasiones, sale triunfante y como es; omnipotente, invencible, resucitando de sus cenizas, porque es el verdadero Fénix.
Y el espiritismo reina, anunciándose su reinado con el mayor cañonazo que la tierra sintió desde que el hombre está en ella y quedará iluminado de la eterna iluminación del electro magno y un nuevo luminar nacerá en el que todos leeréis «Sólo Eloí es Dios y fuera de él, no hay otro Dios». Es el Dios fuerte de Jacob, creador universal.
Mas todos los que en la tierra están, oirán el cañonazo; pero todos no verán ni el electro magno ni el nuevo luminar, a pesar de los frecuentes avisos que se os dan en estos últimos momentos con los constantes temblores de tierra, incendios, terribles tormentas, inundaciones no conocidas en magnitud; posiciones de la tierra no vistas y, hasta avisos impresos de algunos observadores; pero, ¡todo pasa desapercibido! ¡Todo es casualidad! ¡No se encuentra una conciencia despierta! ¡Todos duermen! Por lo que pido al Padre que, hoy mejor que mañana, haga el trueno y los despierte: es amor.
Párrafo lV
CONOCIMIENTOS PARA JUZGAR LOS HECHOS EN GENERAL
¿Qué cosa hay más satisfactoria que poder juzgar los hechos que a nuestra vista se operan, ya sean de los hombres o de la naturaleza? Atrás os dejé el ejemplo práctico de la subida del escalón.
¿Qué cosa hay más sencilla y rutinaria que esa práctica? Sin embargo tiene un estudio muy profundo y largo, científicamente.
Las cosas, no consisten en hacerlas, sino en comprenderlas; y en la ignorancia, todo lo hacemos y poco comprendemos; pero en la sabiduría, se exige, que todo se comprenda antes de hacerlo; es como no se puede errar ni equivocar.
El que dice «haré lo que salga», al tomar en sus manos un material y una herramienta, ese es un ignorante; el que toma la herramienta y el material y dice voy a hacer tal cosa y la hace pero no sabe explicar las leyes a que se sujeta su hazaña, es un obrero, pero no es un maestro; la industria es servida, pero no la sabiduría.
Es necesario saber el por qué de las cosas; qué leyes las sujetan o producen y a esto tienen que aspirar todos los hombres.
Es muy pequeña la capacidad humana, científicamente; pero es infinita la capacidad del espíritu, cuya es la sabiduría. ocurren casos muy notables, en que un obrero ejecuta una acción sin poseer universitariamente títulos de ciencia y no la ejecuta el que tiene el conocimiento científico de la obra. ¿cuál es la causa? Aquí la eterna pregunta. ¿cuál es primero, el huevo o la gallina? Primero, quedad sabidos que es antes el huevo que la gallina; porque todo ser en la creación, primero aparece en el huevo, hasta para el hombre; ahora, veamos quién es primero; si el arte o la ciencia, ya que el obrero ejecuta una obra sin los conocimientos y mejor dicho, sin la posesión del título universitario de aquellas reglas y leyes a que se sujeta la obra. ¿Si el mundo no se hubiera creado, estaría sujeto a leyes? Y si una ley no existiera ¿el mundo hubiérase creado? Sin la ley de la creación que es amor, que es sabiduría, no se crearía un mundo; pero si no existiera el espíritu que es el que crea los mundos, la ley no los crearía. ¿Qué es pues, el espíritu? Es el artista; es el arte. Luego es el arte y el artista antes que la ciencia que hace la ley; como es antes el espíritu, que la ley que se crea por el espíritu.
La ley se creó, por el trabajo del espíritu; y así también, la ciencia que legisla un arte, ha nacido del arte mismo; lo que nos dice claro que, el arte que es progreso es antes que la ciencia.
Mas luego nos encontramos con que, una vez que se legisla un arte por la ciencia y sus leyes que se crearon de ese arte, el arte, después, con esas leyes y reglas, se desarrolla rápidamente.
De aquí nace el equívoco de anteponer la ciencia al arte.
Es un error; la ciencia será siempre hija del progreso y el progreso es el arte del cual nace la ciencia. ¿Queréis una prueba concluyente? La tenéis atrás bien descripta, en la aparición del hombre que, desde el cataclismo de la tierra para fundir todas las cosas del globo en una sola materia y todas las almas animales en una sola alma, para la creación y aparición del hombrecillo que alcanzó cincuenta centímetros de desarrollo, pasaron diez millones de siglos; y hoy, el hombre, desde su concepción a su nacimiento, sólo pasa encerrado en la matriz de su madre 275 días (9 meses) en lo normal. ¿Por qué esto? Aquí se amontonan muchas circunstancias; la vida ya iniciada y hecha; el alma ya creada y viva racionalmente, por su maridaje irrompible con el espíritu; la mayor pureza de la materia que le sirve de huevo y albergue, cuya diferencia la tenéis, en lo que ya de la tierra fría e insensibilidad de esta y del tronco del quino, al cuerpo humano que ya es sólo esencia, pero que para esto, invirtió el arte (diremos así) en hacer nacer al hombr, diez millones de siglos; pero el espíritu se perfeccionó en el oficio y luego pudo hacer leyes y reglas, para conocer, al menos, el porqué de la concepción, del nacimiento y del desarrollo, aunque ignoren el cómo, hasta hoy que se les dice y lo probarán.
De modo que, si no existiera el embarazo y luego el parto por el que nacen los seres, no tendría la medicina el estudio y luego las leyes de la obstetricia, porque el arte no existía; y si hoy hay ciencia obstétrica, es porque existe el embarazo y el parto sobre el cual se estudia para hacer ciencia, ley y reglas para su conocimiento.
Así pues, si el hombre no hubiera hecho primero casa, no hubiera nacido la ingeniería y la arquitectura; y si antes no hubiese fundido los metales, no habría las leyes de fusión que tanto adelantan la belleza y fuerza por las aleaciones de unos con otros: de donde se deduce claro, terminante e incontrovertible que, es el arte antes que la ley; pero es natural; la ley, la belleza del arte, la armonía del arte y de las cosas, es el producto del arte; es la demostración del porqué, del cómo y el descanso del hombre en el arte: es decir, que la ciencia es el progreso del arte.
¿Por qué pues, el artista obra sin títulos y él con título (obraría también) pero con imperfección, la obra que bellamente él dibuja y legisla en los números matemáticos? observemos. Sabemos, que todo se mueve a la justicia de la ley; la ciencia, nace de la experiencia de hechos consumados en el arte, sea el que sea el arte y el artista; luego la ciencia es el mismo arte, pero espiritualizado, porque es la esencia del producto del arte; y por lo tanto, la ciencia, se acerca al espíritu, que es sabiduría. Aquí, la ciencia, está ya por encima del arte material y por lo tanto, el sabio de una ciencia, está en un valor esencial sobre el artista manual, porque los números dan la facilidad de amenguar el trabajo muscular del artista y dar mayor producción, más belleza y armonía con menor esfuerzo y peligros; es pues, la ciencia, la conquista del secreto del arte; el porqué de las cosas y el modo de producir las cosas; pero no la producción de las cosas que están reservadas al arte solamente.
Mas si el ingeniero, el arquitecto y el matemático no hubiera ya ejecutado todo aquello que legisla y somete a números, no lo sometería ni legislaría, porque no tendría en su archivo, en su conciencia, los conocimientos prácticos por experiencia propia de haber sufrido los mil inconvenientes de la materia muerta, que por el trabajo se le hace vivir en forma de casas, de muebles, de herramientas, de juguetes o de panes que lo alimenten; de esa experiencia nace su ciencia, que la fundamenta en ley inexorable cuando dice: 5 + 5 = 10: y le ha costado poder llegar a sentar esa ley, nada menos que haber desempeñado prácticamente todos los oficios y artes: y si non, non.
Esto es un axioma puramente material y tangible, que sólo puede rebatirse desconociendo la razón; pero aunque un sistemático quiera negar este principio, no podrá negar la sentencia firme de que «la experiencia es madre de la ciencia», salvo que quiera también desconocer que el embarazo y el parto es antes que la obstetricia y prueben, que antes del hombre, había médicos y parteras.
Por este mismo axioma, se prueba materialmente, la necesidad de la reencarnación del espíritu, tantas veces cuantas necesita para aprender prácticamente todos los oficios, todas las artes, todas las industrias, todos los cargos y ser mandado y mandante, aprendiz y maestro para, de esa experiencia hacer la ciencia que es ley y por ésta y por aquéllas, llegar al principio de la sabiduría, a la unidad espiritismo, porque, el espíritu no puede ser que no sea, sin dejar de ser el Creador...
Y pues el creador es eterno y de él procede el espíritu y es su consubstancial y la vida es movimiento y acción, el espíritu, no pudiendo reencarnar, no puede demostrar la vida.
Y como toda la obra de los mundos y hasta la del propio cuerpo que ocupa el espíritu en cada existencia es hecho por el mismo, sin la acción del espíritu, no existirían los mundos ni los hombres y la vida sería una ficción. Y pues la vida es real y las ciencias se completan para volver a la sabiduría de donde salen como ramas de un árbol para sazonar los frutos del tronco y por cuyas ciencias el hombre comprende el por qué de las cosas, es porque el espíritu va y viene tantas veces cuantas necesita en su incesante carrera, que jamás termina; porque si mientras como hombre artista es aprendiz, y cuando hombre de ciencia es obrero consciente, cuando ha aprendido todas las ciencias, es maestro; y si luego no pudiera comunicarse y gozar como espíritu enseñando a otros aprendices ¿dé qué le serviría su trabajo? Dónde estaría la compensación de sus luchas? ¿Dónde, en fin, la vida de progreso y la justicia?... ¿No vivió en la tierra entre seres que amó, entre obreros como él que de ellos aprendió y enseñó y que con ellos sufrió? ¿cómo podrán borrarse esos efectos, luchas y peripecias del arte en el aprendizaje? Y cuando maestro.
¿No tuvo compañera, hijos, hermanos y padres, que por justicia, misión o afinidad estarán algunos en la tierra? ¿Por qué ley no podría venir a ellos? Sabed que todos los seres de la tierra tenemos que encontrarnos unidos (Como os dije) como el copo del algodón: que de cualquier fibra que tiréis, arrastraréis todo el copo: y si así estuviéramos ya, la tierra habría terminado su misión, por que el hombre habría llegado a su plenitud y, aún falta para eso pasar largos siglos en el disfrute de la comuna, enlazándonos en puro amor y sin conocer el odio: y pues hay odios e imperfecciones y vemos el colmo de la injusticia, es que aun estamos en el rudo trabajo de la materia que tenemos que apurar, para luego disfrutar el sabroso trabajo de la sabiduría, que es del espíritu y que recién empieza en la tierra; por lo que, los espíritus, pueden comunicarse y lo hacen, para trabajar en la unidad de materia y espíritu. «Uno es el principio. Uno es el fin»: hemos hecho ley.
Mas si el ingeniero, el arquitecto y el matemático no hubiera ya ejecutado todo aquello que legisla y somete a números, no lo sometería ni legislaría, porque no tendría en su archivo, en su conciencia, los conocimientos prácticos por experiencia propia de haber sufrido los mil inconvenientes de la materia muerta, que por el trabajo se le hace vivir en forma de casas, de muebles, de herramientas, de juguetes o de panes que lo alimenten; de esa experiencia nace su ciencia, que la fundamenta en ley inexorable cuando dice: 5 + 5 = 10: y le ha costado poder llegar a sentar esa ley, nada menos que haber desempeñado prácticamente todos los oficios y artes: y si non, non.
Esto es un axioma puramente material y tangible, que sólo puede rebatirse desconociendo la razón; pero aunque un sistemático quiera negar este principio, no podrá negar la sentencia firme de que «la experiencia es madre de la ciencia», salvo que quiera también desconocer que el embarazo y el parto es antes que la obstetricia y prueben, que antes del hombre, había médicos y parteras.
Por este mismo axioma, se prueba materialmente, la necesidad de la reencarnación del espíritu, tantas veces cuantas necesita para aprender prácticamente todos los oficios, todas las artes, todas las industrias, todos los cargos y ser mandado y mandante, aprendiz y maestro para, de esa experiencia hacer la ciencia que es ley y por ésta y por aquéllas, llegar al principio de la sabiduría, a la unidad espiritismo, porque, el espíritu no puede ser que no sea, sin dejar de ser el Creador...
Y pues el creador es eterno y de él procede el espíritu y es su consubstancial y la vida es movimiento y acción, el espíritu, no pudiendo reencarnar, no puede demostrar la vida.
Y como toda la obra de los mundos y hasta la del propio cuerpo que ocupa el espíritu en cada existencia es hecho por el mismo, sin la acción del espíritu, no existirían los mundos ni los hombres y la vida sería una ficción. Y pues la vida es real y las ciencias se completan para volver a la sabiduría de donde salen como ramas de un árbol para sazonar los frutos del tronco y por cuyas ciencias el hombre comprende el por qué de las cosas, es porque el espíritu va y viene tantas veces cuantas necesita en su incesante carrera, que jamás termina; porque si mientras como hombre artista es aprendiz, y cuando hombre de ciencia es obrero consciente, cuando ha aprendido todas las ciencias, es maestro; y si luego no pudiera comunicarse y gozar como espíritu enseñando a otros aprendices ¿dé qué le serviría su trabajo? Dónde estaría la compensación de sus luchas? ¿Dónde, en fin, la vida de progreso y la justicia?... ¿No vivió en la tierra entre seres que amó, entre obreros como él que de ellos aprendió y enseñó y que con ellos sufrió? ¿cómo podrán borrarse esos efectos, luchas y peripecias del arte en el aprendizaje? Y cuando maestro.
¿No tuvo compañera, hijos, hermanos y padres, que por justicia, misión o afinidad estarán algunos en la tierra? ¿Por qué ley no podría venir a ellos? Sabed que todos los seres de la tierra tenemos que encontrarnos unidos (Como os dije) como el copo del algodón: que de cualquier fibra que tiréis, arrastraréis todo el copo: y si así estuviéramos ya, la tierra habría terminado su misión, por que el hombre habría llegado a su plenitud y, aún falta para eso pasar largos siglos en el disfrute de la comuna, enlazándonos en puro amor y sin conocer el odio: y pues hay odios e imperfecciones y vemos el colmo de la injusticia, es que aun estamos en el rudo trabajo de la materia que tenemos que apurar, para luego disfrutar el sabroso trabajo de la sabiduría, que es del espíritu y que recién empieza en la tierra; por lo que, los espíritus, pueden comunicarse y lo hacen, para trabajar en la unidad de materia y espíritu. «Uno es el principio. Uno es el fin»: hemos hecho ley.
Antes que el espíritu tome carne, ha aprendido en el espacio el arte, oficio o ciencia que ha de desempeñar en aquella existencia: pero sabe que al encerrarse en la materia se opaquiza el espíritu y por esto necesita de las afinidades, de sus guías y sobre todo no equivocarse en la elección de materia, de padres y de ambiente.
Si todo le favorece, recibe la inspiración y hasta se lo hacen ver en sueños para ayudarle más; pero la maldad de las religiones que prejuician la conciencia desde niño, hizo detenerse al progreso; es decir, andar a paso de tortuga: y si cuando empezaron a aparecer las ciencias no hubieran sido éstas el producto de una bien poseída experiencia por el trabajo ya pasado de aquel espíritu encarnado, que deja el germen de la ciencia en desarrollo para continuarlo él mismo luego a su vuelta: y que entre tanto que él se retira a perfeccionarse en sus conocimientos, otros lo cultivan, la ciencia no nacería.
Pero tened presente que, el que en un mundo empieza un trabajo, en él trabajarán muchos como buenos ayudantes; pero es él el que lo lleva a la perfección, si no prevarica; pero la ley no cede y le costará volverlo a empezar y terminarlo quizás en mundo más retrasado; pues no trabajamos para un mundo sólo porque, en el universo es todo común, hasta el amor y los productos de la sabiduría. Ahora bien: sabemos ya cierto que, es antes el huevo que la gallina; el huevo del que nace la ciencia es el arte y así, es antes el arte que la ciencia: pero el huevo es el embrión y la gallina la perfección: por lo tanto, el arte es el embrión de la ciencia, y mejor dicho, el arte es el árbol y la ciencia el fruto; pero si no hay raíz o árbol, no puede haber fruto; como no habría gallina, sino hubiera huevo; por lo que siempre será el huevo primero y el arte también, porque representa el progreso que procede de la sabiduría primero que la ciencia a iniciar la vida y las formas, de las que nacerán las leyes que las han de regir.
Mas donde no hay primero ni segundo es, entre el obrero manual y el hombre de ciencia ; porque puede ser (y es seguro en las alturas que nos encontramos) que el obrero albañil por ejemplo, fue ya el hombre de ciencia en otra rama de la vida y el químico fue ya el albañil y en el archivo del albañil está la ciencia de la química y en el químico, la albañilería; porque no tenemos más remedio que practicarlo todo y saberlo todo hasta ser maestros en todo y completar la sabiduría, sirviéndonos todos a todos, de ayudantes y maestros. Esta es la sentencia y es de la más alta justicia.
Si todo le favorece, recibe la inspiración y hasta se lo hacen ver en sueños para ayudarle más; pero la maldad de las religiones que prejuician la conciencia desde niño, hizo detenerse al progreso; es decir, andar a paso de tortuga: y si cuando empezaron a aparecer las ciencias no hubieran sido éstas el producto de una bien poseída experiencia por el trabajo ya pasado de aquel espíritu encarnado, que deja el germen de la ciencia en desarrollo para continuarlo él mismo luego a su vuelta: y que entre tanto que él se retira a perfeccionarse en sus conocimientos, otros lo cultivan, la ciencia no nacería.
Pero tened presente que, el que en un mundo empieza un trabajo, en él trabajarán muchos como buenos ayudantes; pero es él el que lo lleva a la perfección, si no prevarica; pero la ley no cede y le costará volverlo a empezar y terminarlo quizás en mundo más retrasado; pues no trabajamos para un mundo sólo porque, en el universo es todo común, hasta el amor y los productos de la sabiduría. Ahora bien: sabemos ya cierto que, es antes el huevo que la gallina; el huevo del que nace la ciencia es el arte y así, es antes el arte que la ciencia: pero el huevo es el embrión y la gallina la perfección: por lo tanto, el arte es el embrión de la ciencia, y mejor dicho, el arte es el árbol y la ciencia el fruto; pero si no hay raíz o árbol, no puede haber fruto; como no habría gallina, sino hubiera huevo; por lo que siempre será el huevo primero y el arte también, porque representa el progreso que procede de la sabiduría primero que la ciencia a iniciar la vida y las formas, de las que nacerán las leyes que las han de regir.
Mas donde no hay primero ni segundo es, entre el obrero manual y el hombre de ciencia ; porque puede ser (y es seguro en las alturas que nos encontramos) que el obrero albañil por ejemplo, fue ya el hombre de ciencia en otra rama de la vida y el químico fue ya el albañil y en el archivo del albañil está la ciencia de la química y en el químico, la albañilería; porque no tenemos más remedio que practicarlo todo y saberlo todo hasta ser maestros en todo y completar la sabiduría, sirviéndonos todos a todos, de ayudantes y maestros. Esta es la sentencia y es de la más alta justicia.
Por esto la necesidad de conocer el árbol por su fruto: por esto es sabiduría conocerse a sí mismo; y por esto la necesidad de la justicia estricta de la comuna de amor y ley, sin la cual, la justicia, el amor y la sabiduría, son un imposible.
Ya podéis ahora con estos razonamientos, conocer las causas de los hechos en general y particular y no erraréis nunca en vuestros juicios; y cada descubrimiento de una causa por los efectos que la produzcan, será una hoja de palma que os agregaréis a vuestra corona.
Párrafo V
ESTUDIO DE LOS HECHOS EN PARTICULAR
El estudio de los hechos en general, es fácil para todos los hombres; mas no es fácil el de un hecho en particular, porque en la singularidad va envuelta una personalidad y es necesario medir justamente los hechos, los medios, las facultades y las circunstancias, atomizando hasta lo microscópico, todo lo que se refiere al hecho, así material, corporal, moral y espiritualmente, pues en el juicio, debe recaer una sentencia que justifique o corrija al individuo; y si en vez de darle un aplauso que lo anime a ir más allá, por la mala justificación le dais una mala corrección, lo invalidáis y cometéis injusticia. Mas aunque los hechos requieran corrección por justicia, si dais la corrección (que al fin es castigo) y no dais los medios en amor para corregirse el hombre, no hacéis obra de justicia; pues si la justicia no va precedida y procedida del amor, a pesar de ser justicia, será injusticia; y no por la justicia, sino por vuestra falta de amor.
Os recordaré una sentencia del apóstol Santiago, en sus cartas de justicia que hace al caso y encierra toda la filosofía necesaria: «si a vosotros llega vuestro hermano, decía, estando hambriento y frío y le dijerais «Dios te ayude» mas no le dierais lo necesario a quitarse el hambre y el frío ¿de qué le aprovechará vuestro consejo? Mas dadle el consejo y los medios y haréis buena obra».
Ya veis cómo en todos tiempos se le han dado al mundo las enseñanzas de sabiduría, justicia y amor. Pero la maldad, el egoísmo, el yo personalísimo de los hombres, ha cometido injusticia de juzgar, el mayor, al menor (aparentemente) y las apariencias engañan a los sentidos; los sentidos mal educados, engañan a la conciencia, que por esas causas está adormecida o anestesiada y así, al juzgar los hechos individuales, se comete injusticia.
Lo primero que hay que tener en cuenta para juzgar los hechos en particular es, la capacidad y posición que existe, entre el hecho y el actor; y si la capacidad del hecho es superior a la del actor, el actor, ha cometido imprudencia y temeridad; si la capacidad del actor es igual o superior a la del hecho y éste resultó defectuoso o incompleto, hubo en el actor, imprevisión o negligencia; pero aquí aún no se puede sentenciar por las apariencias; es necesario, (cuando ya estamos ciertos que el actor es capaz) saber las condiciones en que se encontraba, moral, psíquica y corporalmente; y si éstas eran buenas, entonces, aún no hemos llegado al caso competente para juzgar y sentenciar en justicia, pues tenemos que saber, si todas las partes que concurren al hecho material o espiritual, también estaban todas en condición de producir perfecto el hecho; y sólo cuando estamos ciertos de que todas las partes del hecho y del actor están en su plenitud de acción, entonces será responsable el actor, de negligencia o imprevisión.
Podéis corregirlo en amor dándole más luces, diciéndole: por esto, o por aquello, no se produjo el hecho y debes hacerlo de nuevo hasta que lo des por terminado y producido.
Mas no olvidar y tened presente que los hechos, jamás se producen perfectos en la primera vez que el espíritu los intenta; la causa es, que se crea una forma que no existía, pero que es forma ya aunque sea muy rudimentaria, después de hecha la primera vez; luego, al repetirse, va cada vez adquiriendo belleza y perfección; y si el hecho que registráis y juzgáis no se había producido nunca, por muy mal hecho que resultase, merecería aplauso, ánimo y ayuda el actor del hecho imperfecto.
¿Acaso el hombrecillo de 50 centímetros, era lo que es el hombre del día séptimo aunque aquel tenía el organismo, alma y espíritu del bello y sabio de hoy? La imagen es la misma y el hecho igual; pero aquel era el embrión del bello y sabio de hoy. La física, la química, la ingeniería, la arquitectura, ¿fueron lo que son hoy, cuando nacieron? Aquello fue el embrión de la perfección y aún perfectible de hoy.
¿Acaso el hombrecillo de 50 centímetros, era lo que es el hombre del día séptimo aunque aquel tenía el organismo, alma y espíritu del bello y sabio de hoy? La imagen es la misma y el hecho igual; pero aquel era el embrión del bello y sabio de hoy. La física, la química, la ingeniería, la arquitectura, ¿fueron lo que son hoy, cuando nacieron? Aquello fue el embrión de la perfección y aún perfectible de hoy.
La ley que dio Shet hace 57 siglos, (que es el Veda) aunque tiene el mismo principio, ¿es igual a la que hoy da esta Escuela que dicen, del Anticristo?... Pues sin aquella ley, no habría podido dar la de Confucio; sin el Confucio, no habría podido dar los fundamentos del Sinaí; sin la ley del Sinaí, no habría podido dar los axiomas de Sócrates; sin todo eso, no habría podido predicar la ley de amor y libertad Jesús y Juan; y sin estos, no habría llegado hoy el espiritismo y el Anticristo, reduciéndolo todo a una sola ley de amor, a un solo credo y a un solo Dios que deja de ser Dios porque no encuadra en la sabiduría y sólo es Eloí en el infinito, el que llena la total aspiración del espíritu su hijo. ¿Por qué todas estas evoluciones? Porque de grado a grado, de escalón a escalón, hay una distancia marcada; ésta es la que hay que medir en cada hecho, para bien juzgar de los hechos en particular.
Tomemos algunos ejemplos prácticos, que nos sirvan de norma al estudio de los hechos en particular: sea el primero la construcción de un edificio el que sin tener en cuenta la distribución de él, el ingeniero no puede calcular matemáticamente su costo y su estabilidad y la requiere del que encarga el edificio.
Entonces levanta el plano divisorio y de altura y calcula el peso de los materiales y lo que el edificio ha de soportar al ser habilitado para lo que se le destina y entonces entrará a medir la resistencia de la tirantería, de los puentes, arcos, columnas y muros, porque ya tiene el máximum de peso que ha de soportar; ahora le queda la parte más delicada; la cimentación; porque sabe que si cimienta en falso, la obra caerá y excava hasta encontrar un terreno firme y allí fundamenta su obra y la levanta en perfecta plomada y nivel; llegáis vosotros y os cercioráis que es así; pero he aquí que la obra se resquebraja y aun se hunde una parte y se increpa al ingeniero. ¿Es justo eso? Examinad los planos; ved si la cimentación está en ley; si las resistencias de los soportes son de ley; y si esto está bien. ¿Qué ha pasado que la obra se cayó? ¿Por qué se resquebrajó o bajó de su nivel? Aquí, las apariencias engañan.
El ingeniero y todos, encontraron el terreno firme por su composición geológica para la cimentación y en ley cimentaron; pero he aquí que a poca distancia del cimiento había una corriente de agua subterránea o una caverna natural; o debajo de aquella capa geológica arcillosa, había otra más blanda y al peso cedió y cayó el edificio.
Entonces levanta el plano divisorio y de altura y calcula el peso de los materiales y lo que el edificio ha de soportar al ser habilitado para lo que se le destina y entonces entrará a medir la resistencia de la tirantería, de los puentes, arcos, columnas y muros, porque ya tiene el máximum de peso que ha de soportar; ahora le queda la parte más delicada; la cimentación; porque sabe que si cimienta en falso, la obra caerá y excava hasta encontrar un terreno firme y allí fundamenta su obra y la levanta en perfecta plomada y nivel; llegáis vosotros y os cercioráis que es así; pero he aquí que la obra se resquebraja y aun se hunde una parte y se increpa al ingeniero. ¿Es justo eso? Examinad los planos; ved si la cimentación está en ley; si las resistencias de los soportes son de ley; y si esto está bien. ¿Qué ha pasado que la obra se cayó? ¿Por qué se resquebrajó o bajó de su nivel? Aquí, las apariencias engañan.
El ingeniero y todos, encontraron el terreno firme por su composición geológica para la cimentación y en ley cimentaron; pero he aquí que a poca distancia del cimiento había una corriente de agua subterránea o una caverna natural; o debajo de aquella capa geológica arcillosa, había otra más blanda y al peso cedió y cayó el edificio.
¿Es responsable el ingeniero? Si esto nunca le pasó, no es responsable; si alguna otra vez le ha pasado a él u otros y lo sabe (sobre esa misma población) sí es responsable de imprevisión, porque no debió fiarse de las apariencias; porque debió calar aquella capa dura y hubiera podido encontrar la necesidad de pilotear y emparrillar el cimiento: esta previsión, le habría dado placeres en vez de disgustos, mortificaciones y pérdidas; aquí, con todo ese caudal de conocimientos, se le puede corregir al hombre y exigirle que levante su obra, para que no se le caiga otra vez y será previsor.
Mas si ese incidente no le pasó ni conoce que a otro le pasara, la advertencia le será saludable, pero el castigo será injusto.
Lo que hay de inevitable en todas las cosas es, una oposición por parte de la materia a sujetarse a las leyes de la ciencia, porque en todos los casos existen las dos fuerzas conocidas: centrípeta y centrífuga, que las palpamos; pero no vemos la fuerza central que origina las dos por su magnetismo.
Esta fuerza central, desconocida hasta que la experiencia nos lleva a hacer la ciencia o ley, nos la da a conocer por sus esfuerzos centrípetos y centrífugos la otra originaria, que debemos conocer.
Entonces nos es fácil la formación de cuerpos y formas perfectos, por que tienen su base indeclinable en la primera forma original o embrionaria, que es la misma, pero llevada a la perfección, porque por la ley de la ciencia hemos sujetado el principio originario, o sea la fuerza magnética o central, sin la cual no estarían presentes las otras dos fuerzas.
Mas hay aquí, ahora, planteada, una cuestión en absoluto desconocida de los hombres y de aquí todos los trastornos y peripecias en las artes, industrias y ciencias y es: ¿qué es esa fuerza central? Aunque los hombres dicen que es magnetismo, no saben lo que es magnetismo, si bien dicen que es «la acción de corrientes eléctricas»; pero como no saben lo qué es la «electricidad», es todo un juego de palabras hipotéticas que los encierra en un estrecho círculo en el que se asfixian y, la causa no es más que el desconocimiento de la vida que no puede existir sin el espíritu.
Mas hay aquí, ahora, planteada, una cuestión en absoluto desconocida de los hombres y de aquí todos los trastornos y peripecias en las artes, industrias y ciencias y es: ¿qué es esa fuerza central? Aunque los hombres dicen que es magnetismo, no saben lo que es magnetismo, si bien dicen que es «la acción de corrientes eléctricas»; pero como no saben lo qué es la «electricidad», es todo un juego de palabras hipotéticas que los encierra en un estrecho círculo en el que se asfixian y, la causa no es más que el desconocimiento de la vida que no puede existir sin el espíritu.
Lo diré pues sin formulismos enfáticos, porque los axiomas no necesitan la retórica de las hipótesis; la verdad no necesita adornos; se presenta desnuda, para verla sin la hoja que le ponen a Eva, por la que resultó mistificada.
Esa fuerza central que origina las dos fuerzas, centrípeta y centrífuga y que bien han dicho los hombres que es magnetismo formado por la acción de corrientes eléctricas, no es otra cosa que el principio universal de la vida eterna y continuada.
Este principio universal, es nada menos que el mismo creador que todo lo domina y en todo está latente y palpable, para la sabiduría; y sólo no lo palpa y ve la ignorancia que se envuelve en la fuerza centrífuga y que al f in, quiera y no, es dominada por la fuerza centrípeta y retenida por esa otra desconocida fuerza central, magnetismo, que origina las líneas de fuerza que obran al exterior y que después de ejecutado su trabajo, vuelven otra vez a su centro, para volver a salir y así es eternamente en lo móvil y lo estático.
Pero el hombre, no puede comprender al creador y esas mismas fuerzas le incitan y le impelen con su resistencia a que lo comprenda, lo palpe y vea a lo que no se puede resistir, porque dentro del hombre está la misma fuerza central que en los objetos magnéticos busca y se atrae, como moléculas homogéneas que son y, al fin de escarmientos, ceden en el hombre las otras dos fuerzas centrípeta-alma y centrífuga-cuerpo y caen del burro de su ignorancia y se ven montadas, elevadas y alimentadas por esa fuerza central: su espíritu.
He ahí todo el secreto del magnetismo, único y no dos, y menos tres, aunque lo estudiéis en el imán, en la tosca piedra, en los animales y en el hombre, sólo y en todo encontraréis la causa del magnetismo, en el espíritu: y como el espíritu es consubstancial del creador, por lo tanto, el magnetismo es el mismo Creador, aunque lo observáis en el hombre, en la piedra y en la moderna dínamo y, sólo será el espíritu; que aunque lo veáis (aparentemente) diferir de uno a otro ser, sólo hay por causa, el grado de progreso del ser, tierra u hombre, en que el espíritu se encierra; ese es el magnetismo; esa es la fuerza central que origina las otras dos fuerzas y, no hay otra fuerza, ni otro magnetismo, que la fuerza espiritual. Lo que hay es que, la materia, (aun la del cuerpo y alma del hombre) vive del magnetismo universal general o principio de vida etéreo, que es la vibración constante del creador y es el espíritu universal o pensamiento eterno del creador; en tanto que, el espíritu (llamémosle impropiamente humano) es la voluntad del Creador, la acción y la vida demostrada.
Y como nuestra voluntad es la causa de los hechos y no lo es del pensamiento, así el espíritu universal, es el pensamiento del creador, eterno como él. Pero, el pensamiento no hace las obras; requiere para hacerlas la voluntad y por esto el espíritu del hombre es la voluntad del Creador.
Este principio universal, es nada menos que el mismo creador que todo lo domina y en todo está latente y palpable, para la sabiduría; y sólo no lo palpa y ve la ignorancia que se envuelve en la fuerza centrífuga y que al f in, quiera y no, es dominada por la fuerza centrípeta y retenida por esa otra desconocida fuerza central, magnetismo, que origina las líneas de fuerza que obran al exterior y que después de ejecutado su trabajo, vuelven otra vez a su centro, para volver a salir y así es eternamente en lo móvil y lo estático.
Pero el hombre, no puede comprender al creador y esas mismas fuerzas le incitan y le impelen con su resistencia a que lo comprenda, lo palpe y vea a lo que no se puede resistir, porque dentro del hombre está la misma fuerza central que en los objetos magnéticos busca y se atrae, como moléculas homogéneas que son y, al fin de escarmientos, ceden en el hombre las otras dos fuerzas centrípeta-alma y centrífuga-cuerpo y caen del burro de su ignorancia y se ven montadas, elevadas y alimentadas por esa fuerza central: su espíritu.
He ahí todo el secreto del magnetismo, único y no dos, y menos tres, aunque lo estudiéis en el imán, en la tosca piedra, en los animales y en el hombre, sólo y en todo encontraréis la causa del magnetismo, en el espíritu: y como el espíritu es consubstancial del creador, por lo tanto, el magnetismo es el mismo Creador, aunque lo observáis en el hombre, en la piedra y en la moderna dínamo y, sólo será el espíritu; que aunque lo veáis (aparentemente) diferir de uno a otro ser, sólo hay por causa, el grado de progreso del ser, tierra u hombre, en que el espíritu se encierra; ese es el magnetismo; esa es la fuerza central que origina las otras dos fuerzas y, no hay otra fuerza, ni otro magnetismo, que la fuerza espiritual. Lo que hay es que, la materia, (aun la del cuerpo y alma del hombre) vive del magnetismo universal general o principio de vida etéreo, que es la vibración constante del creador y es el espíritu universal o pensamiento eterno del creador; en tanto que, el espíritu (llamémosle impropiamente humano) es la voluntad del Creador, la acción y la vida demostrada.
Y como nuestra voluntad es la causa de los hechos y no lo es del pensamiento, así el espíritu universal, es el pensamiento del creador, eterno como él. Pero, el pensamiento no hace las obras; requiere para hacerlas la voluntad y por esto el espíritu del hombre es la voluntad del Creador.
Ahí tenéis la diferencia existente en todas las cosas y lo que es esa fuerza central a la que llaman magnetismo, que tiene la ley del menos (pensamiento) que lo hemos de sujetar a la ley del más (voluntad) que es del espíritu, porque es el del creador.
Mas no es posible, diréis, tener voluntad, sin antes no hubo pensamiento; nunca me podríais dar una razón mejor, ni un fundamento más fuerte para confirmar todo lo dicho, puesto que, como sin pensamiento no se puede tener voluntad y es necesario que el pensamiento sea primero, así es necesario que el espíritu voluntad del Creador, encuentre antes la materia vibrante, éter o vida universal, pensamiento del Creador, que es el magnetismo de todas las cosas, cada una en su grado y que entre todas son el magnetismo o influencia de la única vibración universal constante y eterna, que el espíritu encuentra en todas partes como eterno pensamiento, para poder ser él voluntad creativa de formas y vida.
Únase, pues, el pensamiento y la voluntad para todos los hechos del espíritu, único que puede demostrar la vida animada porque, él es la vida única como consubstancial que es del Creador.
Únase, pues, el pensamiento y la voluntad para todos los hechos del espíritu, único que puede demostrar la vida animada porque, él es la vida única como consubstancial que es del Creador.
Sentamos pues, que esa fuerza central originaria de las fuerzas centrífugas que nos demuestran la vida en las formas y el movimiento, cuya fuerza central llamáis magnetismo, es el espíritu universal, pensamiento del Padre; y que, el espíritu del hombre, (porque fue individualizado siendo consubstancial con el creador), es la misma voluntad del creador y por esto es la ley del más o dominadora de la ley del menos, que la sujeta a la vida demostrativa.
Sentamos, por lo mismo que, el pensamiento es antes que la voluntad, porque sin ésta, no llegaría a adquirir forma y ley; lo mismo que sin el arte, no existiría la ciencia; pero que, unido el arte a la ciencia, establecen el progreso en donde se confunden ciencia y arte; así, pensamiento y voluntad, unen el más y el menos, materia y espíritu y se demuestra la vida en irrompible maridaje, una vez que el pensamiento se rindió a la voluntad, a la que él mismo concibe para tener en ella la vida demostrativa, que por sí sólo, al pensamiento no le era dado tener, porque el pensamiento sólo lleva impreso el deseo de ser y la voluntad es el ser.
Ya tenéis el secreto de ese magnetismo que tanto rompió la cabeza de los hombres, por no atreverse a entrar en la realidad de la vida, porque se contentaban con ser dúos porque, no querían pasar de ser los míseros monos u otros animalejos que no podrán jamás ser hombres, porque tienen que ser animales aunque lleguen a formar parte del alma del hombre, como lo será toda la materia que hoy palpamos; y toda la niebla, trastornos y peripecias de la vida de las ciencias y sus vacíos, desaparecen y se llenan «dando al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios» o sea, dándole a la materia lo que suyo es y al espíritu lo que le pertenece, que es la vida demostrativa; los hechos de la voluntad iniciada en el pensamiento y que entre las dos forman esas corrientes eléctricas, ese flujo y reflujo, cuyo es ese magnetismo de las fuerzas centrípeta y centrífuga. con esto y saber medir las distancias de un grado a otro del progreso, de un estado a otro de la materia y del espíritu, ¿qué puede haber oculto al hombre? Sólo una cosa; lo que entre todos no podemos saber: el Ser del creador. Pero en todas las criaturas puede el hombre juzgar y comprender inequívocamente con su pensamiento y voluntad, porque querer es poder.
Toquemos ahora un punto interesante de la ciencia más moderna que se tiene y no se comprende, a pesar de su alta explotación: la electricidad. Todo el que estudia en ella, acaba por decir que es fluido; pero no sabe más. No sabe de qué proviene, ni los fenómenos que se operan en el dínamo o pila; y sin embargo, no hay más que un paso, muy corto, pero muy trascendental y por esto no lo dan.
Este paso muy corto y trascendental es que, la electricidad, la estudian lo mismo que el alma; sólo por lo material y con grandes prejuicios sociales, científicos y religiosos; y la electricidad, (ya lo dije) es «fuerza omnipotente y madre de todo lo creado», sin la cual no existirían las formas y cuerpos de la vida demostrativa, porque es el alma universal; es el periespermo de la materia y el periespíritu de los espíritus y así es el alma humana, porque es la vibración constante del creador, su pensamiento, el magnetismo o fuerza central, de todas las cosas. Ya dijeron los hombres que «la electricidad producía el magnetismo» por sus experiencias y han visto que no todos los minerales se hermanan ni en la pila, ni en el dínamo; y si de aquí partieran por el camino recto espiritualizando los principios derivados del estudio material, hubieran podido llegar a ver coyundados lo material y lo etéreo; pero cuando llegaron a este umbral, se espantaron, porque iban a descubrir también, que el alma del hombre era el mismo elemento etéreo que combina las fuerzas desarrolladas en el cuerpo del hombre y en el dínamo o la pila; el hombre no quiso pasar del alma, por miedo a descubrir el espíritu. Sólo un Crokes se atrevió a salir un poco y sus resultados fueron innegables, pero rebatidos irracionalmente, aunque fue prudente en denominar lo que descubrió materia radiante o patógeno, por comparar su descubrimiento a algo material, para que aún no se asustasen los materialistas, que lo combatían.
Mas la iglesia católica predicaba, «que esos inventos de la electricidad eran del demonio»; y esta declaración de esa iglesia, debía haber servido de mucho a los hombres, si ellos no estuvieran prejuiciados y debían saber que, también el demonio es espíritu, aunque según la iglesia fuese «espíritu infernal».
No vieron nada de esto, porque como he dicho muchas veces, el prejuicio gravita terrible y es un rodillo aplastador sobre las conciencias. Pues bien, la aparición de la electricidad en los mundos, es decir, el dominio del magnetismo, es la aurora de la unión de las dos potencias, materia y espíritu, reinando el espíritu que se descubre cual es; juez, fuerza, potencia y sabiduría, por lo que se crea un nuevo cuerpo el más complicado y sencillo a la vez, el dínamo, que sirve de alma o resistencia entre la potencia materia y la potencia éter o espíritu, sin cuyo soplo, el dínamo, daría vueltas sobre su eje, pero no produciría las corrientes que sus escobillas extraen y mandan por sus conductores.
Toda la ciencia eléctrica os probaría esta verdad, sin el prejuicio preconcebido; y sobre todo, si fuera posible encerrar el dínamo en el vacío absoluto y ponerla en movimiento absolutamente aislada del éter, veríais que nada produciría y sería la prueba concluyente de que produce corrientes, por la unión del más y el menos: materia y éter. Es esa la última extracción que se le puede hacer a la tierra; pero es por causa del magnetismo remanente que le queda a cada molécula de su principio generador, tomado para su vida en el éter; de ahí y de esa extracción eléctrica, no puede pasar el hombre un milímetro más sin darle cabida al espíritu. Si esto no pudiera ser, el mundo habría acabado su vida y misión; pero no sería justicia en la ley del espíritu, o de amor, porque hasta allí, sólo trabajos, luchas y sufrimientos hubo para el espíritu, para su alma y para sus cuerpos, porque sólo fue el reinado de la materia; y al entrar el espíritu a su reinado triunfante, no le basta aquella vida, aquella luz y fuerzas; y como ya están unidas las dos potencias, los dos reinos material y espiritual, demostrado en el dínamo, que señala que la resistencia está equilibrada entre las dos potencias para la vida del cuerpo y el alma del hombre, tienen el alimento suficiente a su grandeza, en la electricidad dinámica. Más no basta para el alimento del espíritu que se sienta por primera vez en su trono, ceñido por la palma de la victoria y pide al padre, la corona de su triunfo, con que quiere regalar a su alma y cuerpo, porque triunfaron también de sus instintos y, llega la luz del Padre de su propio centro, para no extraerle más vida a la tísica tierra y enriquecerla entonces también de nueva sangre y nueva vida bien ganada en tan grandes trabajos y todo queda equilibrado; la tierra, entonces, expele todo lo inútil y enfermo; la humanidad, queda saneada porque sufrió su juicio; y al expeler la tierra sus escorias, arrastra también los detractores y puede y se establece la comuna y el espíritu se sienta en su trono y vive en la tierra y en los otros mundos hasta el infinito y todos están en comunicación. Es decir, que llegó el embrión de la sabiduría y hay que hacer sabiduría en los hombres; lo mismo que cuando llegó el arte, hubo que hacer ciencias.
Estas, ahora, van a ser sólo el alfabeto de la sabiduría que sólo va a tener dos nombres esenciales: espiritismo y electricidad; dos platillos de la balanza sabiduría, por lo que los hombres todo lo pueden pesar, juzgar y sentenciar, mayormente, cuando sólo tienen que corregir resquebrajaduras del edificio antiguo, fundado sobre una falsa capa geológica; y esa experiencia científica, lo conduce al primer eslabón de la sabiduría. Mas voy a insertar aquí una conferencia dada diez años más tarde de escribir este libro y ella, científicamente, prueba todo lo dicho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario