"EL NIÑO"
JOSÉ DE ARIMATÉA
Médium: MARGARITA M. DE MARTÍNEZ
MÉXICO - 1971
1. Prólogo de la primera edición
2. Prólogo de la segunda edición
3. El Odio. (Enero 27, 1939 HERALDO390315t17p1)
4. La obediencia. (Febrero 3, 1939 HERALDO390315t17p4)
5. Atención y Concentración. (Febrero 10, 1939 HERALDO390315t17
4. La obediencia. (Febrero 3, 1939 HERALDO390315t17p4)
5. Atención y Concentración. (Febrero 10, 1939 HERALDO390315t17
6. La verdad. (Marzo 10, 1939)
7. El sentido de responsabilidad. (Marzo 17, 1939)
8. El Orden. (Marzo 24, 1939)
9. El Castigo. (Marzo 31, 1939)
9. El Castigo. (Marzo 31, 1939)
10. El Ejemplo. (Abril 14, 1939)
11. Crítica y Elogio. (Abril 21, 1939)
12. ELOI. (Abril 28, 1939 )
13. La justicia humana. (Agosto 21, 1942)
14. El ser pobre indica progreso espiritual. (Enero 31, 1943)
15. Los Juramentados. (Febrero 25, 1944)
16. Proteger en demasía a los hijos atrofia sus facultades. (Sep.13, 1946) 17. El hombre recién nacido. (Junio 30, 1950)
18. El grito que da el infante al salir del claustro materno. (Novi. 27, 1953) 19. Nada se da de regalo. (Octubre 26, 1958)
20. No forcéis el cerebro de vuestros hijos. (Junio 5, 1959)
21. El recién nacido es más sensitivo que los grandes, y lo capta todo.(Octubre 9, 1959) 22. El niño es cera virgen en manos del padre. (Julio 7, 1961)
23. Los espíritus por nacer. (Noviembre 3, 1961)
Prólogo a la primera edición
En estos momentos, como nunca, la humanidad entera se agita en una intensa lucha, en una evolución trascendental, que ha conmovido hasta lo más profundo la estructura social, moral y económica de los pueblos.
Entre los múltiples problemas que tiene que afrontar la presente generación, ninguno quizá de tan vital importancia como la educación de los niños, ya que ellos serán los hombres de mañana y de su correcta preparación depende que la humanidad terrestre de un paso firme en su progreso.
Es verdaderamente lamentable el perjuicio que se les ocasiona a los niños, con la más sana intención, con la mejor buena fe, que llega, a veces, hasta a nulificar su personalidad por completo, por exceso de cariño o porque los padres, en su inmensa mayoría, dan muy poca importancia al niño en los primeros años de su vida, considerando únicamente como un juguete o un muñeco al que uno se complace en exhibir, sin tomar en cuenta que es en esa edad cuando los padres deben extremar su atención, sus cuidados y sus ternuras para fundar en él un sólido cimiento -físico, moral y espiritual- donde se asiente firmemente su propia felicidad y su eficiente cooperación para el progreso y bienestar de la colectividad.
Mucho se ha logrado avanzar en este sentido gracias a la benemérita labor de misioneros tan grandes como Pestalozzi y Froebel, que orientaron la educación del niño por nuevos senderos al crear esos admirables centros infantiles llamados "Jardines de Niños", cuya benéfica influencia se extiende ya hasta las más altas esferas escolares.
Sin embargo, en donde verdaderamente radica la fuente de la felicidad o la desgracia del hombre: el hogar, ¡cuánta ignorancia! ¡Qué cúmulo de prejuicios, cuánta incomprensión...! ¡y es ahí donde se forjan los hombres del futuro, donde se labra la cera virgen -dúctil y pura- del intelecto y del corazón del niño, dejando en él huellas que perduran para toda la vida!
La Cátedra Regional Mexicana de la EME de la CU ha tenido la fortuna de que ese tema de apasionante interés y honda trascendencia haya sido magistralmente tratado por uno de los espíritus que más se destacan por la excelsa luz de su sabiduría y amor, el Maestro José de Arimatea, en una serie de diez conferencias medianímicas recibidas en el presente año de 1939, en el período del 27 de Enero al 28 de Abril. Esta última fecha ha sido consagrada en México como "Día del Niño", detalle sumamente interesante que demuestra cómo el Maestro desarrolló su plan de manera de dictar en esa fecha tan simpática y significativa su última conferencia dedicada a los pequeños juramentados, en la que se condensa los consejos y recomendaciones de las anteriores y, lo que es más importante aún, que lleva a la mente de los niños de nuestro Padre Creador en una forma accesible.
La vigorosa personalidad del Maestro José de Arimatea puede apreciarse recordando que él fue quien, fiel a su propósito de cooperar con toda su potencia al desarrollo de la gran revolución marcada por la Ley, encarnó en Palestina en la época en que iba a venir, como lo habían profetizado con mucha anticipación espíritus de luz llegados a la Tierra con ese fin, el Mesías del Amor, Jesús de Nazareth, a cumplir su duro y difícil pero sublime apostolado, para ser su maestro y guía y desde la tierna edad de 12 años en que su padre, José el Carpintero, lo puso en sus manos, seguro de que en el seno de la Escuela Esénica -selecto conglomerado de espíritus conscientes- de la que el Maestro José de Arimatea era uno de los miembros más conspicuos, podría desarrollar sus grandes facultades y conocer los secretos de la Cábala que lo pondrían en aptitud de desempeñar su alta y delicada misión.
Y ese amado Maestro, que bien pudiera hacer gala de la fraseología más elevada y florida, ha empleado un lenguaje sencillo, paternal, en la que resplandece la elocuencia arrolladora de la Verdad, para que todos los que han tenido la dicha de cumplir con la divina Ley de Procreación o estén próximos a hacerlo, puedan comprender y asimilar sus bellos consejos y grandes enseñanzas.
La Cátedra Regional Mexicana se complace en ofrecer, con íntima satisfacción, este fragante ramillete, este sazonado fruto de sus trabajos, a los padres y madres y maestros de toda la Tierra, sin distinción de nacionalidades o razas, estrechándolos en efusivo abrazo fraternal con el anhelo de ir juntos SIEMPRE MÁS ALLÁ.
Prólogo de la segunda edición.
Agotada en breve la primera edición de esta trascendental serie de conferencias medianímicas dictadas por el Maestro José de Arimatea, dio margen a que, en el transcurso del tiempo, el mismo Maestro abordara su tema favorito: la educación de los niños, por conducto de la misma hermana Margarita, que ha sido el instrumento escogido para recibir esos mensajes de tanta significación para el desarrollo espiritual de las nuevas generaciones, que por su adelanto espiritual y su precocidad, son cada día más difíciles de entender y dirigir.
Al efecto, dictó nuevas conferencias que enriquecen esta segunda edición, en las que trata temas que abarcan desde el momento de la gestación, en que el espíritu comienza a elaborar la nueva materia que va a utilizar en una nueva etapa de la vida eterna y continuada, hasta cuando ya adolescente, en los albores de la virilidad, protesta contra tantos prejuicios seculares que entorpecen su desenvolvimiento natural y se rebela contra las costumbres y leyes absurdas e injustas que han estancado por siglos el progreso espiritual de la humanidad terrestre, mereciendo el título denigrante de "rebelde sin causa", puesto por la ignorancia e incomprensión de los hombres, que en su estulticia y egoísmo no son capaces de apreciar el ansia de libertad y de rehabilitación integral que lo anima.
Al efecto, dictó nuevas conferencias que enriquecen esta segunda edición, en las que trata temas que abarcan desde el momento de la gestación, en que el espíritu comienza a elaborar la nueva materia que va a utilizar en una nueva etapa de la vida eterna y continuada, hasta cuando ya adolescente, en los albores de la virilidad, protesta contra tantos prejuicios seculares que entorpecen su desenvolvimiento natural y se rebela contra las costumbres y leyes absurdas e injustas que han estancado por siglos el progreso espiritual de la humanidad terrestre, mereciendo el título denigrante de "rebelde sin causa", puesto por la ignorancia e incomprensión de los hombres, que en su estulticia y egoísmo no son capaces de apreciar el ansia de libertad y de rehabilitación integral que lo anima.
A los 32 años de recibida la primera conferencia y a los 10 de recibida la última, es fácil ver que los sanos consejos que el Maestro José de Arimatea vertió en ellas siguen siendo de rigurosa actualidad para orientar a los padres en la educación de sus hijos, la cual sigue siendo uno de los problemas más difíciles de resolver, si es que se quiere guiar al fruto del matrimonio por la ruta del progreso, por el mejor camino compatible con el grado de progreso que haya alcanzado.
Conscientes de la utilidad que para nuestros hermanos padres de familia, reportan las enseñanzas contenidas en esta luminosa serie de conferencias, les ofrecemos esta segunda edición con el deseo de que obtengan de ellas la orientación necesaria para cumplir su difícil cometido en las condiciones óptimas posibles, y con pleno conocimiento de causa.
Ofrecemos, pues, este puñado de gemas espirituales que aparte de su belleza intrínseca, dan la clave de problemas de palpitante actualidad para la educación de los niños de hoy, que serán los hombres de mañana, los cuales parecían insolubles.
SIEMPRE MÁS ALLÁ.
EL CONSEJO REGIONAL MEXICANO
Agosto de 1971.
1. El Odio.
EL Heraldo del Espiritismo 390315t17
Enero 27 de 1939.
Médium Margarita.
Quiero dictar unas palabras para los pequeños juramentados que asisten a esta Escuela:
Hermanitos míos:
Con que facilidad, en vuestros hogares, en vuestros juegos, en la escuela, pronunciáis las palabras: "te odio, odio a la escuela, odio a mi hermano, odio a mi amigo"; no, hermanitos míos; no comprendéis el significado de esas palabras. Jamás debéis decir "e odio". Los oís de los grandes y lo imitáis los pequeños, pero es que vosotros no podéis comprender que, nada mas con pronunciar esas palabras, no solo se manchan vuestros labios, sino que se mancha vuestra alma, se ennegrece vuestro espíritu.
Debéis amar; debéis ser enseñados a amar todo lo que os rodea, porque todo, todo, es hecho por el Padre, todo es obra de ese Padre amoroso que aquí se os enseña a conocer.
Odiad, sí, odiad la pereza, la mentira; odiad todo lo que pueda detener vuestro progreso.
No pronunciéis esa palabra, pero sí sentid verdadero odio por esas malas pasiones de que os acabo de hablar. Nunca, ni aun en vuestros juegos, pronunciéis esa palabra, que no debe existir en vuestro vocabulario.
Y a vosotros, padres que me escucháis, madres que estáis presentes, tened siempre ese cuidado, prevenidles, no les permitáis que digan nunca "te odio" porque, sólo con decirlo, se preparan para odiar y esos espíritus juramentados deben amar, amar a sus padres, amar a sus hermanitos, amar a todos los niños que, como sabéis, son hermanos todos esos juramentados que vienen ya con altas misiones que cumplir, conscientes, y que han jurado destruir la mentira, que han jurado tirar esa cruz, que es el baldón de la humanidad presente.
Vosotros, enseñarles a amar todo lo que les rodea y hacedles ver que es la obra del Padre, que en todo está su sabiduría, que en todo está su poder, que en todo está su amor.
Que tengáis tino para dirigirlos; que tengáis cordura para manejarlos; que seáis complacientes y, a la vez, exigentes.
Que sepáis dirigirlos porque debéis responder de estos tesoros que se os han confiado. Pensad profundamente en lo que son vuestros hijos y responded al Padre en el momento en que os pida cuentas.
José de Arimatea
2. Obediencia.
EL Heraldo del Espiritismo 390315t17
Febrero 3 de 1939.
Médium Margarita.
Obediencia, deber ineludible de los juramentados.
Vuestros espíritus, pequeños hermanitos míos, se sienten ahorita confusos, Son grandes, vienen llenos de luz, de sabiduría; pero, al encarnar en este ambiente todavía oscuro de la tierra, sentís que se revuelven todos vuestros instintos, que se acumulan todas las ideas, todos los conocimientos adquiridos en existencias anteriores. Por eso, hermanitos míos, sois rebeldes, sois inquietos, sois despóticos, aun con los hermanos mayores que os dieron el ser.
El recuerdo de vidas anteriores es tan fresco -puesto que sois tan pequeños todavía-, que vuestra mente está llena de imágenes, lo que muchas veces os hace mentir, inconscientemente, porque mentís por exceso de imaginación o por el vivo recuerdo que traéis todavía de vuestras vidas anteriores.
Vosotros escogisteis los padres que os iban a dar el ser; sin embargo, ahora la mayoría de vosotros os sentís superiores, exigís, queréis mandar; veis a vuestros padres inferiores, vais con la vida moderna considerando anticuado todo lo que se os puede enseñar de moral; es por eso que esta generación actual, este grupo de juramentados viene ahora tan infatuada, causando aprieto y confusión a los padres que se preguntan: ¿si son juramentados, cómo es posible que mi hijo piense así, que obre así, que se rebele contra mí?
Esa es la explicación de la inquietud de los actuales juramentados: es el recuerdo de las vidas anteriores que, llegado el momento de hacer balance general y encontrándose con una misión muy alta que cumplir, todo se agolpa en sus mentes, vienen ideas atropelladas y es por esto que esos niños son precoces en el bien y en el mal.
Sois muy pequeños todavía de cuerpo y aún vuestros espíritus no son conscientes; por eso os hago ver la necesidad que tenéis de obedecer a vuestros padres.
Así como se os dice que sois mayores, puesto que lleváis mayor número de existencias, mientras no seáis conscientes, mientras no hable en vosotros el espíritu, estáis sujetos a ellos; venís dentro de su cuidado, bajo su protección; por eso os hago ver la necesidad de que seáis obedientes, de que tengáis fe en ellos, puesto que representan el gran espíritu, a ese Padre que os ha mandado aquí a cumplir la más alta de las misiones.
Debido a esto he querido haceros ver a todos vosotros, padres y madres que me escucháis, que tenéis el deber de enseñar a vuestros hijos a obedecer, porque todo en el infinito es obediencia.
Ya se os ha hablado de los recuerdos del espíritu; no confundáis esto con lo otro; pero mientras el niño no tenga conciencia de sí mismo, mientras el niño sea tan pequeño que todavía no pueda oír la voz de su espíritu, sois vosotros los que debéis dirigirlo, sois vosotros los que debéis ser enérgicos y exigentes para prepararlo a cumplir esas grandes misiones, tan grandes, que en toda la tierra repercutirán, porque el momento es llegado y sois los actores, queridos niños de la gran evolución que ha empezado ya.
Reflexionad sobre esto; que vuestros padres os hagan ver la importancia de las palabras que os he dirigido.
Así vendré a vosotros, cuando el medio sea propicio, tocando puntos de interés y de necesidad para vosotros y para vuestros padres.
José de Arimatea.
3. La Atención y la Concentración
Trascendental importancia de desarrollar en los niños la atención y la concentración.
Posesión: Margarita M. de Martínez, en la sesión del viernes 10 de febrero de 1939
José de Arimatea con vosotros:
Ante todo quiero hacer una breve explicación porque la comunicación que se acaba de leer (Obediencia, deber ineludible de los juramentados), podría dar lugar a confusión, puesto que hace poco se os habló de la rebeldía del espíritu, que es obediencia a las leyes del infinito.
Vosotros, padres espiritistas, que sabéis que vuestros hijos son mayores que vosotros, os apasionáis por ellos; los veis superiores, y eso ha hecho que os hagáis tiranos de ellos u os hagáis sus vasallos, puesto que no tenéis la energía suficiente para dirigirlos.
Así es que he venido a pediros que no confundáis y que en vuestra razón sepáis encontrar el término medio, que sepáis actuar como debéis en la dirección de ellos y que tengáis presente que es un deber primordial de todos los hombres enseñar a sus hijos a obedecer, puesto que, como ya os he dicho, todo en el infinito obedece a leyes que lo rigen.
Y ahora quiero tocar otro punto de importancia para vuestros hijos.
Cuando el espíritu encarna, su primera edad, sus primeros meses de vida, casi no está en su materia; por eso el niño duerme tanto; está ligado a ella, pero es inconsciente; su mirada es vaga, no puede concentrarla, no hay fijeza.
DEspués, va creciendo el niño y comienza a despertar; pero trae aún el recuerdo del infinito, de lo abstracto, de lo grande, de lo que no se puede medir; por eso es tan difícil concentrar la atención de un niño, cuesta trabajo; sólo espíritus viejos son los capacitados para la meditación y la concentración desde muy pequeños.
Siendo este un punto de vital importancia para la educación de vuestros hijos, he querido tratarlo esta noche.
Trataré sobre diez puntos necesarios. Cuando la ocasión sea propicia, vendré a desarrollarlos. Hoy es el tercero.
Es muy importante, de necesidad imperiosa, que desde pequeñitos acostumbréis a vuestros hijos a concentrar su pensamiento.
Desde la cuna, el niño comienza a fijarse en un juguete, en la cara de su madre; empieza a distinguir al perro, al gato; poco a poco su campo de observación se va haciendo más extenso.
Vienen los primeros años; ya tiene un juguete y se fija en su mecanismo; ya fija su atención.
Atención y concentración; no confundáis, son cosas diferentes. Primero viene la atención y después la concentración.
La atención objetiva es necesaria en el niño.
La concentración mental -después espiritual- es el resultado de una buena atención objetiva seguida sistemáticamente. Por eso, ahora que los hombres han adelantado, han comprendido que la primera enseñanza del niño tiene que ser con objetos y colores; colores vivos y objetos que llamen su atención y que lo vayan instruyendo poco a poco, es decir, que vayan despertando los conocimientos que él trae de encarnaciones anteriores.
Más grandecito ya, el niño comienza a fijar intensamente su atención, muchas veces con fines innobles, por ejemplo, cuando usa la resortera, un juguete al parecer tan inocente pero que perjudica tanto el desarrollo de su espíritu -fija su atención en un blanco- generalmente un pobre pajarillo y goza con pegarle y herirlo y su triunfo es todavía mayor cuando lo mata.
Para lograr ese objeto, el niño ha concentrado toda su atención; el niño, en ese momento, ha dedicado todo su pensamiento a ese fin y lo ha logrado.
Así, por el estilo, hay muchos juguetes que van despertando la atención del niño, que van obligándolo a concentrarla.
Vosotros, como espiritistas conscientes, debéis aprovechar ese desarrollo, esa fijeza que existe sólo cuando el espíritu se da cuenta de que está aquí, de que no está ya en el infinito sino que está cautivo por una temporada, por un lapso de tiempo y que es aquí donde debe actuar.
Por eso os digo que desde pequeños los acostumbréis a fijar su atención en objetos nobles que desarrollen, a la vez, la facilidad para concentrarse.
Enseñadles desde pequeños a concentrar su pensamiento, a enviar, en la mañana, un saludo al sol, a ese padre que da vida, que da calor.
Así, poco a poco, el niño va pensando, va sabiendo que hay otro Padre superior que en la mañana debe saludarse.
Enseñadle que debe disponer su materia para realizar sus tareas, para comenzar su lucha, empezando por ofrecerse, lleno de alegría, de sonrisas, a sus padres, para que depositen en él su beso matinal y pueda entonces dedicarse a sus estudios, que son, de pequeños, sus únicas obligaciones.
Hacedle ver que, en la noche, debe concentrar su pensamiento; debe pensar en sus acciones, buenas y mala, verificadas durante el día; que debe sentir dolor por las cosillas malas que ejecute y sentir satisfacción por las obras buenas, por pequeñas que sean.
Debéis enseñarle, así mismo, que tiene sus guías, que tiene sus protectores, que sólo esperan su llamado, que estén siempre con él demostrándole su amor, pero que éste será más grande aún si el niño sabe pedirlo.
Así, su pensamiento llegará hasta el Padre y él irá progresando poco a poco y en la edad en que ya sea consciente, en su despertar de hombre, el niño estará educado, sabrá concentrarse y podrá entonces recibir las intuiciones del espacio. Ya podréis comprender cuán grande será así su obra y qué fácilmente desarrollara esa misión que traen todos los niños, todos los juramentados.
A eso se debe que los pueblos orientales sean superiores a los occidentales, porque, desde pequeños, los educan en la concentración de pensamiento.
Si creéis que sea de algún provecho para vosotros lo que os acabo de decir, ponedlo en práctica mis queridos hermanos, y hasta la próxima vez, que trataré otro punto de gran importancia para la educación espiritual de vuestros hijos.
José de Arimatea.
4. La Verdad
La verdad debe reinar en todos los actos de la vida.
Marzo 10 de 1939.
Hermanos míos: a vosotros que os preocupáis de la educación de vuestros hijos, quiero haceros ver la necesidad que tenéis de inculcar en ellos el hábito de ser verídicos, de obrar siempre con verdad, de decir siempre la verdad.
Como os he dicho ya, los niños de hoy mienten por exceso de imaginación, por el recuerdo que traen de otras vidas; mienten inconscientemente... y algunos conscientemente.
A vosotros os toca inculcar en ellos ese hábito desde pequeños.
No los enseñéis jamás; es muy común en las madres amenazar al niño con el coco, con el viejo, con algo que tiene a ese pequeño ser trémulo de temor.
Los llenáis de terror, sobre todo al dormirse, cuando les contáis cuentos truculentos que llenan su mente de ideas monstruosas que muchas veces les impiden el descanso necesario por la impresión tan honda que les causan.
No seáis nunca para ellos ni falsos ni supercheros.
Es natural que en esa edad no puedan comprender la verdad en toda su belleza; para conseguirlo, emplead parábolas, historietas, cuentecillos que estén al alcance de su comprensión; pero siempre con un fin: enseñarles la verdad.
Castigad severamente la mentira; elogiadlos cuando obren con verdad; disculpad sus faltas cuando tengan el valor de confesarlas; por grave que sea el delito, si tienen el valor de decir que lo han cometido, suprimid todo castigo.
Es muy frecuente entre vosotros prometer y no cumplir, por satisfacer un capricho, por impedir que corran sus lágrimas, que se secan al momento. Sed siempre verídicos; que vuestra vida no tenga mistificaciones para ellos; que vuestra conducta sea siempre clara.
No los alejéis de vosotros: que vayan conociendo vuestros problemas, hasta donde ellos puedan alcanzar a comprender.
Evitadles choques duros, eso sí, pero que vayan participando de vuestra vida en todo; esa vida que en vosotros tiene que ser de verdad, porque sois el espejo en que se miran; sois el molde que van a tomar y vosotros asumís toda la responsabilidad. Así pues comprended lo importante que es cultivar en los niños ese culto a la verdad que debe reinar en todos sus actos.
Por eso la instrucción que se les da en las escuelas es tan defectuosa; está llena de mitos, de engaños, de falsedades.
Ahora la ley obliga a que se enseñe la verdad, sobre todo en la educación sexual, lo que ha provocado una convulsión en la sociedad, ¿por qué? porque el salto ha sido muy brusco; se había descuidado ese punto y el niño vivía en un ambiente de mentira, en un eterno mito. ¿Qué decir de los pobres niños que se educan todavía, dentro de la religión católica? Se les enseña una leyenda muy hermosa acerca de la natividad de Jesús, de su muerte y todas esas engañifas que tanto entorpecen el progreso del hombre, porque después es muy difícil arrancar esos prejuicios, esas creencias que le fueron inculcadas cuando el niño está mejor dispuesto a conservar impresiones, porque lo que se recibe en la infancia perdura toda la existencia.
Así pues, cuidad vosotros de que vuestros niños obren y hablen siempre con verdad.
Castigadles severamente la mentira; animadlos a ser verídicos; enseñadles a levantar la frente para que no se sientan culpables si han dicho la verdad.
Pensad sobre lo que os acabo de decir, y si lo juzgáis conveniente ponedlo en práctica con vuestros hijos.
José de Arimatea.
5. El Sentido de Responsabilidad
Su influencia en la vida material.
Marzo 17 de 1939.
Padres y madres que me escucháis, quiero haceros ver la necesidad que tenéis de inculcar en vuestros hijos el sentido de responsabilidad.
Generalmente es exceso de amor a vuestros hijos os hace rodearlos de tanto cariño, de una ternura tan extremada, que les quitáis todas las posibilidades de hacer un esfuerzo por sí mismos, de ir poniendo en acción su pensamiento, hasta donde sus pequeñas facultades les permitan.
Rodeáis al niño de todo lo que necesita y no tiene más que alargar la mano para conseguirlo. En esas condiciones el niño se siente un tirano, se considera superior, se hace despótico y se vuelve caprichoso porque vosotros, por exceso de amor, os convertís en sus súbditos, en sus criados, y así no se cumple con la Ley, mis queridos hermanos.
Desde pequeño hay que enseñar al niño a que haga un esfuerzo para conseguir todo.
Por esa falta de ejercicio intelectual llega a veces hasta a embotarse su inteligencia, como sucede con las religiones.
El niño debe comenzar, desde muy pequeño, a pensar cómo ingeniarse para conseguir lo que quiere.
No debe facilitársele todo en la forma que se hace, porque de esa manera el niño llega a creer que tiene todos los derechos; debéis hacerle ver que todo lo que le proporcionáis es adquirido con vuestro esfuerzo, quizá con sacrificio. Es vuestro amor hacia él lo que os hace obrar así, pero debe ser hasta cierto límite.
No anuléis su personalidad, al contrario, cultivadla siempre inteligentemente.
Así como cuidáis sus primeros pasos y lo animáis a caminar dejando ya la mano que lo guiaba, al entrar de lleno en la senda de la vida, observadlo, sí, pero a distancia, dejando que haga un esfuerzo para lograr lo que se proponga.
Estimuladlo en sus esfuerzos; pero que el niño se sienta responsable ya de lo que va aprendiendo.
Es cierto que, en la primera edad, es inconsciente; pero hay espíritus adelantados, como lo estáis viendo entre los juramentados de hoy, que desde pequeños saben ya demasiado para considerárseles irresponsables.
Estimulad al niño; hacedle pequeños encargos que él debe ejecutar; mandadlo a cortos recados, y si no cumple, que sienta que ha faltado a su responsabilidad. Una falta que se comete muy a menudo en la educación actual es dar al niño demasiada atención, excesiva importancia. Todo en la casa se sacrifica por él. El niño pide lo que quiere, seguro de que le será concedido; pero debe de tomar en cuenta que desde pequeño debe medirse, debe aprender a dominarse.
Así pues, estimuladle siempre en sus propios esfuerzos; hacedle ver el papel que desempeña en vuestro hogar; que forma ya parte de la familia, pero que no es él quien manda y gobierna a todos, que no es el pequeño déspota que hace doblegarse a todos con sus caprichos; no, porque ese papel que el niño asume en su familia es el que desempeña después en la gran familia universal; por eso es tan importante hacer que, desde pequeño, asuma responsabilidad, que sienta la satisfacción de que puede hacer ciertas tareas, que se de cuenta de que ya es importante, que tiene un lugar en su casa; pero, también, que tiene que responder de lo que se le confía.
Enseñadlo a guardad, que no tire, que no despilfarre. Muchas veces el niño deja los juguetes tirados y la madre, cariñosa los recoge. Debe saber que tiene que ser ordenado, porque el niño que aprende a ser ordenado, después sabrá ascender, elevarse. El sentido de responsabilidad es muy importante en la vida. Habréis visto cuántos hombres son irresponsables, porque no se les inculcó, de pequeños, ese sentimiento. No disculpéis todo a vuestros hijos sólo por su corta edad; hacedles ver, hasta donde puedan comprenderlo, que tienen responsabilidad en sus actos. Dulcemente, delicadamente, inculcad en ellos la idea de que, más tarde, tendrán que dar cuenta de todos sus actos, tan insignificantes al parecer. Hacedles ver que esos actos quedan grabados en sus almas y que hay que evitar que queden esas cicatrices que, después, es tan doloroso borrar.
José de Arimatea.
6. El Orden.
Reflejo de la armonía universal.
Marzo 24 de 1939.
Padres y madres, hermanos míos:
Todo en el universo está sujeto al más estricto orden. Nada se realiza fuera de ritmo, fuera del más metódico ordenamiento.
La vida misma, en sus distintas fases, está basada en un principio de orden. La formación y crecimiento de los seres, el desarrollo de todas las empresas que realiza el hombre durante su encarnación, todo está sujeto a etapas y acontecimientos ordenados.
Podéis observar cómo las naciones más civilizadas son aquellas en las que sus hijos han sido educados dentro de ese factor tan importante para el progreso de la humanidad: el orden.
El hombre que aprende a ordenar su vida, que puede vivir dentro de un régimen ordenado, que sabe metodizar sus pensamientos y sus actos, es el hombre que triunfa material y espiritualmente.
Por eso he querido haceros ver que uno de los grandes defectos, quizá el mayor en la educación de vuestros hijos, es la falta de orden.
No sólo no los hacéis vivir dentro del orden que merecen sus materias primero y sus cerebros después, sino que no tratáis de inculcarles ciertas costumbres que, de grandes, son inconscientemente practicadas y los llevan al triunfo.
Es de suma importancia para todos los padres educar a sus hijos en una forma ordenada.
La materia necesita ritmo porque todo en ella se mueve a ritmo; si vosotros destruís ese ritmo por la vida desordenada que les dais, no contribuís a su desarrollo, sino a su destrucción y más tarde a su retroceso, a su estancamiento espiritual, mejor dicho.
El niño, desde que nace, necesita ser tratado dentro del más riguroso orden: para darle sus alimentos, para su aseo, etc. Toda la atención que requiere el pequeño debe ser ordenada.
Vienen luego los primeros años y, por lo general, os sujetáis a los caprichos del niño y no inculcáis en él esos hábitos que sólo la fuerza de la costumbre puede desarrollar; esos hábitos que se hacen después naturales en ellos porque se los supisteis infundir día a día, hora por hora, mediante vuestra perseverante atención. El niño debe ser sometido a un riguroso orden en sus alimentos, en su sueño, en sus costumbres, en su vida total.
El niño desordenado no sabe estudiar ni puede aprender; es un pobre ser que no sabe a donde va.
A esa falta de orden se debe que no podáis tener la posición que tanto anheláis y que trabajéis más de lo que debéis, porque no sabéis regularizar vuestra vida. Ya que vosotros fuisteis víctimas de la mala educación, de ese desconocimiento de los principios básicos para el progreso del hombre, inculcadlos en vuestros hijos; haced que vivan dentro de una vida ordenada, porque esa vida metódica les enseñará a pensar después.
Ninguna empresa se puede llevar a cabo desordenadamente; se iría al fracaso.
Acostumbrad al niño a que antes de empezar algún juego o una tarea escolar, piense lo que va a hacer, medite y observe por dónde debe empezar, porque en todo debe haber ordenamiento de ideas, de pensamientos, hasta de palabras.
Para decir un discurso, para dar una conferencia, el orador debe ordenar su pensamiento; así también, cuando se entra de lleno a la lucha por la vida, quien no ha sido educado con una base de orden, no podrá triunfar, será el eterno fracasado, como lo sois muchos de vosotros, por vuestra raza, por abolengo, por atavismo, porque de muchas generaciones atrás fuisteis mal educados. Se desconocía este punto importantísimo y se os educó, se os crió, se os trajo al mundo en una forma natural, pero sin fijarse en que no seguíais el ejemplo que os da la vida misma, en la que todo es ritmo y orden.
Así pues, inculcad este principio en vuestros hijos; sed enérgicos con ellos para que su vida entera se desarrolle dentro del más perfecto orden. Es la única manera de llegar a alcanzar el triunfo material y, después, el espiritual, porque el que sabe pensar, sabe concentrarse y quien sabe concentrarse puede recibir las intuiciones, consejos y enseñanzas de los hermanos del espacio que, a su vez, os ponen ejemplo de orden y disciplina.
Creo que el asunto tratado hoy no es nada más de interés para vuestros hijos, sino que también os conviene a vosotros todos.
Meditadlo y ponedlo en práctica con ellos, que son los que recibirán ese gran provecho de que a vosotros se os privó.
Sed ordenados en todo, hermanos míos, y procurad que vuestros hijos vivan en el más estricto orden para que puedan triunfar en esta vida, tan interesante para ellos y trascendental para el progreso de vuestra humanidad.
José de Arimatea.
7. El Castigo.
Crueldad innecesaria cuando se recurre a la razón.
Marzo 31 de 1939.
Todos los que estudiáis en esta Escuela sabéis que los premios y los castigos no existen en la ley del Padre.
Sin embargo, el hombre castiga a aquel que falta a la ley moral y premia al que cumple con ella.
Así, os quiero preguntar: ¿Sabéis castigar a vuestros hijos? ¿Sabéis premiarlos? ¿Tenéis derecho a castigarlos?
No me podéis contestar esas preguntas.
Si observarais con ello un régimen de vida normal y ordinaria, si no os dejarais arrastras por la violencia, si vuestra vida estuviera arreglada de manera que la de ellos no sufriera esos cambios a que los tenéis juntos, no cometerían faltas que ameritaran castigo.
El día que observéis los consejos y reglas que en estas pláticas os he dado, vuestros hijos observarán una conducta normal y no merecerán vuestro castigo.
Las madres, generalmente mujeres postergadas que sufren las consecuencias, con mayor dureza que vosotros, de la mala situación pecuniaria, de vuestro mal carácter, de todas las vicisitudes de la vida porque son ellas las más sensibles, porque su sexo y fisiología están sujetos a variaciones en su carácter, hacen víctimas a sus hijos de esta sensibilidad exagerada.
¡Cuántas veces la madre está violenta, resentida, ha recibido alguna ofensa del marido, no le alcanza el dinero para el gasto, y por una falta pequeña castiga injustamente a su hijo!
¡Cuántas otras, estando contentas, le toleran verdaderas faltas, de trascendencia! Pensad en que el niño no es un ser irracional; hay que hacerle ver la causa que motiva, no un castigo, sino una reconvención o un consejo. Hablad siempre a su razón y pocas veces tendréis necesidad de recurrir al más cruel de los castigos: a golpearlos.
El niño que se acostumbra a recibir golpes, pierde su dignidad, relaja su personalidad; hay facultades en él que estaban brotando, que estaban desarrollándose y, sin embargo, un golpe mal dado no sólo lo hiere físicamente, sino que lo lastima también mental y lo que es peor, espiritualmente.
Al niño no debe golpeársele nunca. No, hermanos míos; no lo hagáis víctima de vuestra violencia jamás.
El niño entiende siempre, aún en la edad de la inconsciencia. Hablad a su espíritu, dominadlo con vuestra voluntad, con vuestro pensamiento; sabed utilizar vuestra mirada.
Me diréis que en esa edad no entiende razones. No; los espiritistas sabéis que el niño entiende, que al niño se le puede hablar aun dormido; el espíritu oye, el espíritu escucha, el espíritu comprende.
Nunca castiguéis al niño privándolo de los elementos necesarios para su desarrollo físico.
¡Qué crueldad recurrir al castigo como se emplea por lo general en los colegios católicos: poner al alumno a pan y agua. Es un crimen, es detener el desarrollo de su materia, es vulnerar la ley de la conservación de la materia, que es el instrumento de que se vale el espíritu!
Aun fuera de esos sistemas religiosos, tan crueles e irracionales, hay madres también que sujetan a sus hijos a privaciones dolorosas. Al contrario; cuando el niño falta, es cuando debéis demostrarle toda vuestra ternura es cuando debéis envolverlo en vuestro amor, cuando debéis proporcionarle mayores beneficios, goces más grandes para que se de cuenta de que vosotros sabéis perdonar, que disculpáis aquello de lo que tal vez él no fue el único responsable, sino que vosotros lo orillasteis a cometerlo.
Cuando vuestros hijos cometan una falta, estudiad la causa, ved el origen y cuántas veces descubriréis que sois vosotros responsables.
Acordaos de que mientras el niño no hace conciencia, sois vosotros sus protectores y los que debéis responder de ellos; pero no hagáis uso de la fuerza, no flageléis nunca sus carnes porque lo que lograréis así es incubar en ellos un deseo de venganza.
El niño que ha sido golpeado, el niño que ha sido flagelado, herido en su cuerpecito, crece con un instinto de venganza y, cuando es padre, a su vez, recuerda aquel tratamiento e inconscientemente lo da también a sus hijos.
Pagar... ¡cuántos crímenes se evitarían si el niño no se habituara a pegar...!
Se acostumbra a pegar porque a él también se le ha pegado... es instintivo... todos lleváis muchos instintos que no se han saciado todavía... y os defendéis como fieras. Cuántas veces el niño se cae, se golpea, y la madre por desgracia, porque son muchos los casos que suceden, sea por la misma excitación nerviosa, por sus pesadumbres o por el choque recibido va, y antes de ver lo que le ha pasado le pega también. Es doloroso decirlo, pero así sucede.
El niño que se acostumbra a ser golpeado pierde, como ya se ha dicho, su dignidad, su delicadeza; se relaja en sus sentimientos más nobles; después, es como el organismo que abusa de los medicamentos... ya no reacciona con ninguno.
El niño que ha sido tratado con dureza, cruelmente, es el huésped de vuestras prisiones, esas cárceles que no existirán dentro de algunos años, cuando sepáis dirigir a vuestros hijos, soldados valientes en la lucha, cumplidores del deber; pero mientras abuséis de los castigos con vuestros hijos, a los que no tenéis derecho, pues hay que hablar primero a su razón, no esperéis que ellos os correspondan de buena manera.
Castiga la vida, decís; es cierto; por eso, haced ver al niño, cuando cometa una imprudencia, que le habíais advertido que no jugara de cierta manera; si lo hace y recibe el golpe, la picadura del insecto, o la quemadura, recordadle que se lo habías prevenido y explicadle entonces que así es todo en la vida, que es él solo quien se ha dado aquel castigo, quien se ha torturado o molestado; es decir que no sois vosotros sino ellos mismos, los que se han proporcionado el castigo equivalente a la magnitud de su falta, que es el resultado natural de sus propios actos; por eso no os constituyáis en sus verdugos; apelad siempre a su razón, habladles, que ellos os entenderán ¿Comprendéis ahora la pregunta que os hice al principio de la plática? ¿Podríais responder a ella?
No abuséis de vuestra autoridad. Acordaos de que los hijos son depósitos sagrados que se os han hecho y de los cuales tenéis que responder.
Conservad la delicadeza de esos tiernos vástagos vuestros; que les baste una mirada dura para que se sonrojen, para que sientan todo el peso de una falta, si la han cometido; pero no los acostumbréis a golpearlos ni a privarlos de los elementos necesarios para el desarrollo de sus materias, para el desenvolvimiento de su espíritu. Comete una falta el niño y lo priváis de algo que para él era una gran ilusión; con esto le hacéis un doble mal, porque le quitáis la oportunidad, que significaba para él un adelanto, lo segregáis de los demás, como se hace indebidamente en los colegios en que se separa al niño de los juegos, se le aleja de las clases y no sólo se le exhibe ante todos, hiriendo su dignidad, sino que se le priva de las clases, a las que tenía derecho, y del juego, que le da salud y alegría.
Este es un punto difícil de tratar porque es algo que no comprendéis bien los de la actual generación.
Los tiempos serán llegados en la Tierra cuando la vida sea normal, cuando no se flagele ni se vulneren las leyes naturales, en que el individuo lleve una vida que no merezca castigo, ni censura, ni crítica y sea como un tren que corre sobre vía y si no hay obstáculos que se interpongan en su camino, no podrá chocar ni descarrilar ni salirse del camino que se le ha trazado.
Sed así vosotros, trazad a vuestros hijos el camino, guiadlos, dirigidlos, quitad los obstáculos que pueden perjudicarles y veréis cómo esos niños no merecerán vuestro castigo.
Sobre todo, como os he dicho, nunca flageléis sus carnes, son carne de vuestra carne, sangre de vuestra sangre; los habéis traído con sufrimiento, son el fruto de vuestro amor, de vuestro dolor inmenso. Madres que me escucháis ¿cómo tenéis valor para martirizar esos tiernos cuerpecitos que formasteis en vuestras entrañas? No, hermanos míos; pensad en la manera efectiva, no de castigar, sino de prevenir. Aconsejad siempre, hablad a su razón, que ellos os entenderán.
José de Arimatea
8. El Ejemplo.
Factor insustituible en la educación de los niños. Siembra y cosecharás.
Abril 14 de 1939.
Tocaremos hoy un punto por demás interesante y del que no hemos hablado aún: la manera como debéis educar a vuestros hijos con los principios de esta Escuela.
Ante todo acordaos de que vuestro ejemplo vale más que todas las doctrinas.
No imitéis a las religiones que inculcan máximas y consejos que el niño aprende de memoria como las aprendería un loro, de tanto repetirlas, que si no van unidas al ejemplo, si no van seguidas de la práctica, son por demás.
Vosotros tenéis mayores ventajas que la generalidad de los padres porque disponéis de un Centro de Luz (la Cátedra) a donde vuestros hijos son traídos y poco a poco van penetrando en su cerebro esas enseñanzas que después embellecerán su espíritu.
Sois vosotros los que sembráis la semilla; en la infancia, en los primeros años de vida, es la edad en que el niño graba profundamente todas las impresiones que recibe y esa semilla que con tanto amor depositáis, germinará y florecerá en la edad venidera, en la edad de la conciencia. Acordaos, pues, de que es esa edad cuando el niño requiere más atención; pero nunca lo forcéis.
Las doctrinas de la Escuela explicádselas, mejor que hacérselas aprender de memoria.
Hablad siempre a su razón, como os he dicho.
Ya veis cómo en la adolescencia, que es cuando el espíritu los llama, cuando habla en ellos y viene esa evolución que hasta en materia se siente tanto, es cuando vuestros hijos comienzan a daros más en qué pensar y a llenaros de preocupaciones; es que no supisteis cuidar su infancia, esa infancia que es la época más interesante de la vida del hombre, porque lo que entonces se aprende, lo que en esa etapa se recibe, perdura para toda una existencia y prepara las demás.
Acordaos de que hay que estimular la imaginación del niño, hay que desarrollar su inteligencia y su razón.
El niño es el pedazo de cera que recibe y conserva todas las impresiones; cuidad de la calidad de esas impresiones que quedarán grabadas para siempre.
Poco os preocupa el niño pequeño; no da trabajo; la vida, en ese período, es fácil; cuando comenzáis a pensar seriamente en él es en la adolescencia y es entonces cuando recibís las primeras decepciones ¿sabéis por qué? porque esa infancia, que erróneamente creéis que tiene tan poca importancia, no estuvo bien preparada. Es por eso que he querido hablaros de la educación del niño desde el momento en que llega a la vida, porque desde entonces comienza su preparación y es precisamente en los primeros años cuando debéis darle todo el interés, la atención y el estudio y dedicarle toda vuestra inteligencia y vuestro amor.
No creáis que porque el niño es tan chico no os entiende, lo repito.
No forcéis su memoria ni su imaginación; sed suficientemente inteligentes para tenerlo siempre interesado.
Grandes misioneros han venido a vuestro mundo con la hermosa misión de instruir a los niños. Ha habido maestros de filosofía, maestros de escuelas superiores y aun de las escuelas primarias; y ya veis cómo, desde el siglo pasado, vinieron también educadores de la niñez; vino un Pestalozzi, un Froebel y otros muchos con la alta misión de educar al infante antes que al niño; ello crearon nuevos sistemas, trajeron la semilla del amor y establecieron los Kindergardens (Jardines de la Infancia).
Los que habéis tenido a vuestros hijos en alguno de esos establecimientos, si seguisteis con interés su labor, habréis visto cómo, a pesar de lo mal que funcionan en la mayoría de los países, la idea es muy hermosa: el niño se enseña en ellos a jugar y todos sus actos y juegos lo inclinan siempre al amor hacia su compañerito, que vosotros sabéis que es su hermano.
Obrad así con vuestros hijos. Haced de vuestra casa un jardín en el que sean ellos las más hermosas flores. Cuidadlos con ternura, dadles todo vuestro amor.
Sed siempre dulces y tiernos y desarrollad en ellos dulces maneras.
El niño que es tratado con dulzura no puede ser cruel jamás.
No seáis duros con él; nunca uséis de violencia para reprenderlo, menos para castigarlo. Bastante os he hablado ya de esto.
Sembrad en él la virtud, enseñadle la verdad, acostumbradlo a ser puro y poseeréis siempre la confianza de su corazón.
El niño que se enseña a ser puro y sencillo de corazón lo será eternamente, aunque de grande, cuando ya sea responsable de sus actos, en plena lucha con la vida, tenga que mezclarse entre los demás y muchas veces se vea lleno de lodo, porque lo salpiquen en el tráfago de la vida. Ese niño -ya hombre- se conservará puro y sencillo, verdadero y grande.
Así debéis procurar que sean vuestros hijos; pero también así debéis de ser vosotros, ya que sois el espejo en que ellos se miran.
Tened siempre presente que vale más el ejemplo, la práctica, que todas las máximas y doctrinas que erróneamente se trata de inculcarlas de memoria, sobre todo dentro de las religiones.
Que la paz sea con vosotros.
José de Arimatea.
9. Crítica y Elogio.
Consecuencias funestas de su mal empleo.
Abril 21 de 1939.
Os quiero hablar ahora del elogio que debéis hacer a vuestros hijos y del estímulo que debéis darles.
Por lo general, exageráis el elogio y exageráis también la censura, la crítica.
Hay muchos padres que por sistema lo critican todo y van formando en la mente del niño una idea de inferioridad. En esas condiciones el niño se siente cohibido porque sabe que todo lo que hace es objeto de crítica, de censura y a veces de burla. Hay padres así; vosotros habéis visto muchos de ellos.
Hay niños que se repliegan en sí mismos, que tienen miedo de expresar sus ideas, que están temerosos de actuar porque saben que todo lo que hacen o dicen cae mal.
En cambio, otros reciben un elogio exagerado; todo lo que hacen es alabado y se sienten llenos de jactancia y vanidad desde pequeños.
Encontrar el término justo es vuestra labor.
Pensad en que el estímulo que debéis dar a vuestros hijos es uno de los factores que determinan su éxito en la vida.
El niño debe ser estimulado siempre y animado; debe dársele valor a fin de que se sienta entusiasmado.
Los padres conscientes, inteligentes, discretos, deberán inculcar en él una ambición sana y noble; sabrán hacerle sobrellevar sus pequeños fracasos infundiéndole esperanza de que la próxima vez triunfará.
El niño vive de vosotros, de vuestras miradas, de vuestros pensamientos. Se enferma y como es parte de vuestro corazón, sentís que se enferma un pedazo de vuestra carne, y como es vuestra vida misma, os afligís demasiado; no recordáis que en la sabiduría del Padre está todo previsto y creéis que va a desencarnar, que lo vais a perder y ese pensamiento es tan intenso -aunque natural en vuestro grado de progreso- que obra directamente sobre la salud del niño, y cuántas veces vosotros mismos sois los culpables de que aquella enfermedad, sencilla, se haga grave.
Vuestro pensamiento es fuerte, la materia del niño delicada, sensitiva; ese temor vuestro hace que la enfermedad se exacerbe y llegue a ser grave.
Así como resiente esa materia delicada, más resiente el espíritu encerrado en ella; por eso debéis tratarlo con cariño, con inteligencia, con tino, estimulándolo en sus aptitudes y, en el caso de niños torpes, estudiad las causas, pero sin hacérselos ver jamás.
No hagáis comparaciones que hieran su sensibilidad, porque *acarrea el mayor perjuicio al niño que se va desarrollando y se va considerando menos querido, porque se siente torpe, se cree tonto, inútil* el niño se apocará, se sentirá humillado, se considerará inferior; al contrario, hacedle ver que tiene las misma posibilidades que los demás.
Para la mayoría de vosotros el niño pequeño es sólo un juguete, un muñeco. Os preocupa mucho su vestido; las madres se desvelan por ese detalle.
Tal parece que la labor de la escuela en esos primeros años de su vida es sólo exhibirlos, exigir el sacrificio de la madre y aun del padre, para que le proporcionen los trajecitos que necesita en alguna fiesta en la que no hace nada, para la que se le viste ridículamente, como lo vemos nosotros desde el espacio, pero que causa gran satisfacción y jactancia en los padres.
¡Cuántas veces por cumplir esas exigencias, por llenar un compromiso social, os sacrificáis al grado de dar más de lo que os permite vuestra situación pecuniaria!
Hermanos míos: no hagáis eso. Acostumbrad a los niños a ser sencillos. Vestidlos con la ropa que requieren sus tiernos cuerpecitos, según la estación, adecuada a su tamaño, a su edad y a vuestras posibilidades; pero no los adornéis, el niño ni lo necesita, es bello porque tiene toda la pureza y el encanto que le da su edad, su tierna materia que se está formando, en la que todo es nuevo.
No os sacrifiqueis por ponerles encima trapos y cosas que no son de ninguna utilidad.
Vestidlos con sencillez.
Pensad más en darles otras enseñanzas y descuidad un poco la ostentación; no los exhibáis.
¡Cuántas veces el niño no sabe más que declamar, cantar, bailar! ¿Os ha preocupado que sepa otras cosas de trascendencia para su vida? ¿Habéis inculcado en él el amor a la verdad? ¿Le habéis hecho adquirir buenos hábitos que lo hagan fuerte, sano, que le den seguridad y confianza para seguir su camino por la vida?
La mayoría no pensáis en eso en los primeros años y sólo os preocupa traerlo bien vestido. ¡Cuánto os cuesta ese capricho! Es vanidad vuestra, pero siembra en él la jactancia, desarrolla la hipocresía y la ambición por cosas mundanas.
Cuando vuestra humanidad llegue al momento de la plena conciencia, cuando brille ya la luz del 7° día, veréis qué ridículas resultan esas cosas superficiales a las que ahora dais tanta importancia.
Estimulad a vuestros hijos en sus acciones, esas pequeñas acciones que serán las grandes acciones de mañana.
Ayudadlos en sus estudios, pasadles inadvertidas pequeñas faltas de que no son responsables; hacedles ver que tienen todas las posibilidades, que si hoy no lograron alcanzar en la escuela el lugar que deseaban, lo conseguirán mañana con un esfuerzo mayor, con más estudio; pero nunca los apoquéis, jamás les hagáis ver que son inferiores, porque eso influirá profundamente en su desarrollo físico, moral y espiritual.
Acordaos de que sois sus guías y sois los responsables de esos preciosos tesoros que se os han confiado; que sois los que tenéis en vuestras manos la preparación de los hombres de mañana, de esos soldados de la más noble de las causa, de esos valientes paladines de la luz, de esos continuadores de la Obra del Creador.
Así, hermanos míos, si están dentro de vuestra comprensión los consejos que os he dado en esta serie de pláticas, estudiadlos y aprovechadlos en beneficio de vuestros hijos.
¡Qué distinta será la familia terrestre cuando los juramentados que llegan ahora por legiones, ávidos, ansiosos de cumplir las altas misiones que se han impuesto, reciban de sus padres la ayuda en la forma que os he indicado! Deseando que sean de provecho mis palabras, que os proporcionen alguna ayuda en los momentos en que os sintáis llenos de responsabilidades, de amargura y aun de decepción por vuestros hijos, os dejo mi saludo amoroso.
José de Arimatea.
10. ELOI
Cómo deben corresponder los niños al amor infinito del Padre Creador y a las ternuras y cuidados de sus padres materiales.
Síntesis de los consejos y recomendaciones a los juramentados.
Abril 28 de 1939
Esta mi última plática será dedicada a los hermanitos juramentados que me escuchan en espíritu, ya que miles de ellos han acudido en estos momentos.
Podéis oír sus risas infantiles, podéis daros cuenta de la alegría que envuelve ahora vuestro recinto, de la belleza que encierra vuestro ambiente.
A vosotros, hermanitos, me dirijo:
La mayoría sois felices porque tenéis padres que os aman, que os llenan de caricias, de besos, de ternuras y atenciones que vosotros en materia, recibís con toda naturalidad, como si tuvierais derecho a ello; pero vuestros espíritus se dan cuenta de que esas ternuras, esos sacrificios para hacer vuestra vida dulce y agradable tienen que ser correspondidos; tenéis muchos deberes que cumplir, grandes obligaciones que llenar.
Vuestros padres representan al gran padre Creador, que es Amor y Sabiduría y son todo para vosotros en vuestra actual existencia.
Desde que se inicia vuestra gestación, vuestros padres aportan su sacrificio, sobre todo vuestra madre que os alberga en sus entrañas, os da su sangre y su vida y con dolor os trae al mundo.
Después, durante vuestros primeros días. meses, años, que gran ternura, cuánto sufrimiento, qué interés tan intenso de su parte.
Vosotros lo sois todo para ellos. Todo se olvida, todo se deja, se desentienden de sí mismos por proporcionaros, no sólo lo necesario, sino hasta lo superfluo.
Desde pequeños debéis comprender que lo que recibís debéis pagarlo, y cuanto antes mejor.
Debéis corresponderles con vuestra atención y cariño, así como con vuestra obediencia, obediencia que debe ser ciega mientras la luz de la razón no brille en vuestro cerebro, en tanto que el espíritu no os hable claramente, y la conciencia sea vuestra.
Son ellos, -vuestros padres- los que representan a ese Padre de quien todos somos hijos, como lo sabéis ya; ese Padre amoroso que en su sabiduría infinita os ha concedido la satisfacción de haber sido vosotros mismos los que escogisteis a vuestros progenitores.
¿Cómo debéis ser, entonces, desde vuestros primeros años?
Cumplidos, atentos, cariñosos con ellos, que lo son todo para vosotros.
Debéis ser alegres, muy alegres; los niños no deben estar nunca tristes porque en esa edad de la inconciencia vuestras materias tienen todo lo necesario para su sostenimiento y recreo y no hay razón para que haya tristeza entre los niños de la tierra.
Venís a cumplir aquí grandes misiones que habéis jurado llevar a cabo, para lo que se os presta ayuda, estímulo y se os prepara hasta donde la fuerza de vuestros padres lo permite.
Desde ahora debéis comprender que necesitáis estudiar mucho y que, en el momento del estudio, vuestra atención debe concentrarse, intensificarse. Olvidaos en ese momento de todo lo que no sea vuestra tarea y aprended un poco cada día, tanto como vuestras facultades os lo permitan.
A la hora del juego -que en vuestra corta edad es casi todo el día- gozad, reíd, sed alegres, felices, porque debéis serlo; no debéis estar tristes, al contrario.
Sabéis que estáis comprometidos en una gran lucha y que sois vosotros los que vais a la vanguardia llevando los estandartes en que puede leerse: VERDAD, FUERZA, GRANDEZA.
Nunca digáis mentiras; ya se os ha dicho el perjuicio tan grande que recibe vuestro espíritu aún con esas mentirillas que en labios infantiles parece que no tienen importancia.
Jamás engañéis a vuestros padres; sed siempre claros y francos con ellos; no les ocultéis dolores, enfermedades o pequeñas molestias. Cuántas veces algo, que pudo ser sencillo, se agrava por falta de oportuno aviso y puede ocasionar hasta vuestra prematura desencarnación.
Acostumbraos a que vuestros padres lean vuestro pensamiento como leen en vuestro corazón. A vuestra madre no la podéis engañar; con solo ver vuestros ojos lee hasta el fondo de vuestro pensamiento y se da cuenta si tratáis de decirle una falsedad.
Acordaos de que sois transparentes para vuestros padres y es por demás que tratéis de mentirles, porque ellos -que os aman tanto y representan todo para vosotros- sólo viven de vosotros y vuestro cerebro está abierto para ellos, como lo está también vuestro corazón.
Os observan, os estudian, no necesitan que les digáis lo que pensáis o sentís; sin embargo, no por eso creáis que no debéis decírselos; vuestro primer deber es ser verídicos, claros y francos con ellos.
Amando a vuestros padres os enseñaréis a amar a ese otro Padre del que ya os he hablado; ese Padre de quien en vuestras mentes infantiles no podéis tener una idea siquiera aproximada de su grandeza; pero sabed que es el Padre que lo provee todo; es él quien os da el pan que coméis, la leche que bebéis; quien os da esa madre que es todo ternura para vosotros, os ofrece sus brazos -la mejor de vuestras cunas- y os da su corazón, el más seguro de vuestros refugios.
Es él también quien os da ese padre que os proporciona lo que necesitáis para vuestra materia, que trabaja mucho, mucho, para daros la ropa, el calzado, todo lo que requerís en la escuela, en vuestros juegos, en todos los actos de vuestra vida.
Ese amoroso Padre os da también las flores que tanto os alegran; los pajaritos que cantan jubilosos para que estéis contentos como ellos; ese brillante sol que os vivifica con sus rayos bienhechores; esa luna que ilumina vuestras noches y esa tierra, que es otra madre que os ofrece todo lo necesario para subsistir.
Ya podéis imaginar cuán grande, amoroso y omnipotente es ese Padre de que os hablo.
Para formaros una pequeña idea de su grandeza, levantad los ojos al cielo; mirad qué hermoso es, tanto de día como de noche; ved esos astros que os llenan de admiración; contemplad esa luna que alumbra con su luz tenue y agradable a vuestros ojos.
Esas pequeñas lucecitas que os llaman tanto la atención, son otros mundos donde hay casas como las vuestras, y familias con niños como vosotros, muchos más de los que podéis imaginar, y todos esos mundos son creados, son formados por la voluntad de ese Padre Omnipotente.
Si él os da tanto, ¿qué debéis hacer para corresponderle? ¡Os pide tan poco! en su magnanimidad, sólo exige que seáis verídicos, rectos, estudiosos y cumplidos; que améis a vuestros padres, los respetéis y obedezcáis, porque amándolos, amáis también a ese Padre -el único santo- que desde pequeños se os enseña a conocer y amar, que es un padre que siendo tan grande, se acerca a vosotros y estáis también vosotros dentro de él, porque sois parte de él y le pertenecéis por entero.
Ese Padre se llama ELOI, para que todos los niños lo sepáis, y podéis hablarle con tanta confianza, tan íntimamente como habláis con vosotros mismos.
José de Arimatea
11 La justicia humana, su ineficacia por falta de amor.
Agosto 21 de 1942.
No es buen médico el que prescribe por el efecto aparente.
No es buen maestro el padre que castiga a su hijo sin estudiar el motivo que originó la falta cometida.
No es buen juez el que condena al criminal sin estudiar la causa por la que cometió el crimen.
¿Por qué no estudiar las causas de un síntoma aparente; por qué, si la naturaleza es tan sabia que demuestra exteriormente lo que pasa en el interior?
Suponed que os viene una irritación de la piel; el mal médico os dará una pomada, os dará un polvo secante, pero el buen médico que analiza, que escudriña, que estudia, comprende que hay una causa interna y es la que ataca, curando así la enfermedad aparente.
Así el padre, en lugar de castigar al hijo que comete una falta, debe estudiar por qué la cometió.
Si a ese niño se le analiza y se ve que no se le rodeaba de lo que necesita para su desarrollo físico, intelectual y espiritual ¿cómo queréis que de un fruto sano?
Si el ejemplo que tiene en la edad de la inconsciencia, en que el niño imita, no es bueno, si el medio en que vive y en que se desarrolla es perjudicial ¿cómo queréis que el niño obre con cordura y que no cometa esas pequeñas faltas que la mayoría de las veces se castigan con golpes, con malas palabras, con provocaciones que pueden dañarlo en su salud física y en su salud espiritual?
¡Qué gran injusticia la que cometen vuestras leyes!
Un hombre asesina a otro. Se ve que el hombre es, muchas veces, un espíritu atrasado que salió del hampa -flor del odio, flor del fango- ¿qué fruto puede dar si no es el crimen, el asesinato?... y el juez no estudia las causas y lo condena cometiendo mayor falta que la del reo.
Y estos hombres que manejan una materia y que, por lo mismo, son susceptibles a obrar erróneamente, mal dirigidos, mal aconsejados y viviendo en medios pervertidos, si no tienen la fuerza necesaria, si el espíritu es poco progresado ¿cómo queréis que obren, cómo queréis que se porten como aquel que desde la cuna ha tenido ventajas y facilidades? Aunque haya sido un espíritu atrasado, ha tenido oportunidad de mejorarse, de progresar: el ejemplo de los padres, los consejos sanos, la educación de la escuela, todo lo conduce a un buen fin; pero el otro, el que nace abajo, el de la clase ínfima ¿cómo exigirle, en tal desigualdad, que de el mismo fruto que el que ha tenido cuando menos algunas ventajas? ¡Carne de hospital y presidio!
Y esos presidios, ¿qué son? La justicia ciega de los hombres ¿qué logra hacer de los hermanos que sepulta en esos antros de corrupción que son las cárceles?
¿Acaso uno de esos hombres metidos allí por una falta muchas veces leve, sale mejorado? ¿Comprende su error? ¿Tiene disposición para salir regenerado, con deseos de trabajar y de luchar y de mejorarse a sí mismo y de beneficiar a los demás? No, porque en el presidio todo está inspirado por el odio y el rencor; lo ahoga la fiebre de venganza y el día que logra su libertad, quiere saciarse y ejecutar las acciones más viles y más negras, porque su corazón está lleno de rencor.
El maltrato, al mal ejemplo de aquellos que en lugar de regenerarse se envilecen allí.. ¿es ésta la justicia de los hombres? ¡Qué ciega es la justicia humana!...
No hay efecto sin causa, todos la tienen. ¿Por qué no buscar la causa en los efectos más pequeños?
Buscadla vosotros y, sobre todo, buscadla en las acciones de vuestros hijos. Tenéis responsabilidades muy grandes sobre ellos. Se os han confiado, ellos os han escogido para protectores y guías.
Vosotros, sus progenitores, observadlos, estudiadlos y rodeadlos de lo que les falta. No los orilléis a cometer esas pequeñas faltas que dejan huellas en sus almas, faltas pequeñas pero que, de grandes, pueden asumir también grandes proporciones, de enorme trascendencia.
Enseñadles siempre a estudiar y a ver que, desde pequeños, ellos mismos pueden evitar las causas que producen los malos efectos. Aconsejadlos sobre esto, pero, más que a ellos, os pido a vosotros que estudiéis este punto trascendental para el futuro de vuestros hijos, para que esos niños sean bien dirigidos.
Esos niños, a los que nunca se debe tratar con dureza, sino, al contrario, con dulzura; el amor todo lo puede, la ternura todo lo vence. La madre logra más del hijo que el padre, porque la madre, por su femineidad, es siempre tierna, es siempre dulce; es la que logra la confidencia, es la que tiene siempre la confianza del hijo, aun cuando éste se haga hombre. Por eso, con amor, con dulzura, lograréis educar y preparar a esos hermanitos, grandes en espíritu, pequeños en materia.
Me diréis: ¿cómo la juventud actual parece que viene ávida de placeres? Es que las madres actuales se han olvidado de su misión, ellas son las que les permiten que se sacien de lo que traen en deseo; pero esos juramentados que forman la vanguardia de los millones de hermanos que están viniendo a la tierra a regenerarla, a deshacer lo hecho, a conducirla a la luz, esos hombres, cuando ven que no pueden cumplir la promesa hecha en el espacio, ellos mismos piden su desencarnación y por eso mueren ahora tantos jóvenes, porque sus espíritus reconocen su fracaso y quieren irse para volver en mejores condiciones.
Las futuras generaciones serán muy hermosas, muy valientes y fuertes. Con mayor preparación, vendrán a depurar a la humanidad de la Tierra; por eso, no contribuyáis vosotros a que vuestros hijos se vayan pronto, porque ellos, al no cumplir la misión que se han impuesto, pedirán su desencarnación. Por eso, preparadles el camino, dadles las armas, las armas legales, con que deben triunfar.
Son los niños los que preparan el porvenir de vuestro mundo y vosotros, aquellos que sois padres, no olvidéis que tenéis una gran responsabilidad y siempre, estudiad las causas para que produzcan buenos efectos.
José de Arimatea.
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12. El ser pobre indica progreso espiritual
Enero 31 de 1943
Felices vosotros que sois pobres: Felices vosotros que por vuestra condición humilde servís a otros. La Ley os obliga a hacerlo para adquirir los medios de vida, pero vuestra labor es grande, significativa, porque ayudáis al que está más arriba en materia, pero no en espíritu.
Felices vosotros que conocéis el llanto. Felices vosotros que habéis tenido grandes sufrimientos que han depurado vuestro espíritu, porque la molicie, la abundancia, la satisfacción de todos los apetitos materiales embota al espíritu y es durante las enfermedades graves, durante las épocas de miseria, de hambre, de vicisitudes, de tortura, cuando el espíritu se demuestra, cuando el espíritu se eleva, cuando llega a Eloí.
Los grandes misioneros han venido a la Tierra eligiendo padres humildes. Desde pequeños han conocido el acicate de la necesidad, desde pequeños han tenido que esforzarse para conseguir el pedazo de pan indispensable para la subsistencia.
El niño rico todo lo tiene; no necesita hacer esfuerzo ninguno para conseguir ni sus alimentos ni la satisfacción de sus deseos; rodeado de comodidades, su cerebro no tiene que inventar nada, no tiene más que expresar sus deseos para tenerlo todo.
El niño pobre, desde pequeño tiene que buscar la manera de conseguir aquello que le pide su materia, tiene que ingeniarse y, naturalmente, es más inteligente y capaz.
Esto mismo podéis verlo también con vuestros animales domésticos; el perro que tiene la comida a sus horas, que tiene su cama y todo lo que necesita su materia, pierde la pureza de sus instintos; no es como el perro salvaje que tiene que oler, a muchas leguas de distancia, dónde hay una presa que devorar cuando el hambre lo acosa, y su oído tiene que percibir, a gran distancia también, los diferentes ruidos que le dicen si hay peligro o provecho para él.
Si estudiáis la historia de vuestra humanidad, veréis cómo los grandes inventores, los grandes filósofos, los grandes maestros, los grandes artistas han salido de las más bajas clases sociales -puesto que así las llamáis y en vuestro mundo todavía existen- y veréis que en los momentos de mayor peligro es cuando surge el invento, cuando viene el descubrimiento, "obra de la casualidad" soléis decir; pero no, es que el espíritu necesita aquel momento de desprendimiento de su materia para recibir la intuición, para recibir la llamarada de genio que le brinda el espacio.
El rico no tiene tiempo de pensar; todas sus necesidades están cubiertas. Los compromisos de su clase elevada le ocupan todo su tiempo y cuando va a descansar, su materia, satisfecha, harta de placeres, lo precipita en un sueño pesado que ata su espíritu, lo encadena en un sueño fisiológico que no permite siquiera que su espíritu se aleje, y si se aleja, aquella materia es tan gruesa que amanece embotada con la pesada digestión, con los humos alcohólicos, y no puede recordar siquiera lo que en sueños vio.
Y... ¡que diré de las mujeres ricas!... entregadas a la molicie, a la vagancia y a los vicios... ni siquiera las estimula el acto de dar a luz.
Nace el niño y queda en manos de enfermeras y bajo cuidado de médicos que dictan las dietas y reglamentos para hacer prosperar aquella tierna materia; pero... ¿acaso piensan esas madres en el progreso espiritual, en la responsabilidad inmensa que tienen al recibir esos espíritus a los que han dado esos pequeños cuerpecitos? No las dejan sus compromisos sociales.
Va creciendo el niño en manos mercenarias, atendido por criadas muy bien pagadas, pero que no pueden dirigir la educación espiritual de aquel tierno ser.
Más grande, lo internan en un Colegio, y sigue el niño en manos ajenas, con mentores pagados.
¿Qué debe ese tierno ser a la madre que le dio a luz?
¿Qué debe el padre que lo engendró en un momento de placer?... y cuantas veces se quejan todavía de las molestias que trae consigo la paternidad... pero qué bien saben quitar esa responsabilidad y se quedan tan satisfechos creyendo que su dinero ha cumplido su deber; y ese hijo crece, pero no tiene afinidad con sus padres, la afinidad que tiene el niño pobre que crece al lado de su madre que se esfuerza y da su vida muchas veces por conseguir para su hijo el pan y el vestido.
Cuánto mayor mérito tiene la madre mísera que alimenta al hijo con la escasa leche de sus pechos, porque ni ella misma puede alimentarse bien, y ese niño crece raquítico, enfermizo, y lleva a la vida el estigma de la miseria en que nació; pero este recuerdo va perfeccionando su espíritu que desde pequeño adquiere conciencia, y se da cuenta de lo escabroso de la vida material.
Felices los pobres que tenéis hijos cerca de vosotros. Los recursos con que contáis no os facilitan ponerlos de internos en Colegios o tener para ellos institutrices o amas que se hagan cargo de ellos; no, vosotros tenéis que estar siempre cerca de ellos y hacer todos los trabajos y quehaceres que tiene siempre una madre para sus hijos; pero esos hijos ¡Cuánto más cariño cobran a su madre que no sólo les dio materia, sino que les da, día a día, el sabio consejo, el buen ejemplo, el sacrificio para sostener sus materias y cultivar sus espíritus!. Pronto dará principio en la Tierra la época en que no haya más una clase social.
¡Qué diferencia, qué contraste con la situación actual en que unos están arriba y otros están muy abajo! ¡Qué desequilibrio!
Pero eso no puede seguir así; los momentos son llegados en que el trabajo del hombre sea la única moneda y en que nadie tenga más que otro, porque todos tendréis de todo para vuestra vida, según vuestras necesidades.
Cree la mayoría de los hombres que decir "igualdad" significa que todos ganéis lo mismo, que todos tengáis lo mismo; no, ya se os ha explicado muchas veces que esa igualdad no es de salarios, es igualdad de posibilidades, igualdad para que todos podáis conseguir lo que cada uno necesite, unos más, otros menos, según su grado de progreso, según sus necesidades materiales.
He ahí el primer error del llamado socialismo, del llamado comunismo que mal entienden en la Tierra. El gran rasero de la justicia lo igualará todo y entonces reiréis los pobres porque lleváis mucha ventaja sobre los que ahora son ricos; entonces vosotros seréis los ricos en bienes espirituales y ellos los mendigos paupérrimos en los bienes del espíritu.
Felices los pobres que habéis dado tanta lágrima para que vuestra Tierra se depure. Felices los pobres que traéis hijos en medio de vuestros dolores y de vuestras miserias y que, aún así, no os arredran las responsabilidades y trabajos, sino que vais por vuestro camino con vuestros hijos detrás, pobres también, pero ricos en conocimiento y en experiencia.
Acordaos de que Jesús de Nazareth vivió entre los pobres, que desechó las riquezas de su padre y las tentaciones que se le ofrecían a cada paso, y que fueron pobres pescadores y pobres artesanos los que escucharon sus doctrinas y se aprovecharon de ellas y, después, fueron ellos los evangelistas, los que divulgaron, los que difundieron aquellas hermosas doctrinas que significaron para vuestra humanidad el alborear de un nuevo día en el progreso universal.
Acordaos de tantos misioneros que han venido así, en la miseria; que han salido de los bajos fondos de vuestro pueblo y sentíos satisfechos porque el ser pobre indica progreso espiritual.
Habréis sido ricos en otras existencias, derrochasteis, fuisteis egoístas y después, al veros en el espacio, pedisteis con vehemencia venir ser pobres, a comenzar desde abajo, a levantar el edificio desde los cimientos.
Los cimientos los pusisteis vosotros para que vuestros hijos siguieran después, y ellos irán más arriba; ellos, preparados también con vuestras enseñanzas para la lucha espiritual, serán los triunfadores y vosotros, en vuestra vejez, sonreiréis satisfechos, radiantes, felices, al decir: fui pobre, soy pobre... pero ¡Padre mío, te devuelvo este tesoro encerrado en mis hijos, en esos que me confiaste!
Felices vosotros. No lloréis vuestra pobreza. Que el Padre os bendiga y os haga ricos en sus bienes.
José de Arimatea.
13. Los Juramentados.
Vanguardia de la Comuna. Razón de su rebeldía inicial.
Febrero 25 de 1944
La vida que lleváis es tan activa, es tan intensa, tan violenta, que poco tiempo os queda para pensar, para meditar, para estudiar.
Vosotros, tenéis ya el hábito del estudio, pero pocas veces vuestra mente está ocupada en analizar los hechos que os toca presenciar, los momentos que os toca vivir y en extraer de ellos una enseñanza y hacer que brote la luz y entonces comprender la razón de esos hechos que a los demás inquietan.
Pero la mayoría de los hombres está anestesiada, la mayoría de los hombres de hoy no piensan más que en el negocio y en la materia. ¡Saciar los instintos de su materia!... Para ellos no hay un momento de reposo, no hay descanso... en su cerebro no hay más brega que la producida por la ambición de ganar más y vivir cada día mejor... pero como no puede lograrlo, trata de embotarse y de allí vienen los vicios y de allí viene el desenfreno y el desequilibrio de su organismo... Pero si en los hombres maduros puede observarse esto, con cuánto dolor se observa, en mayor escala, en los juramentados.
Los juramentados son los vanguardistas de hoy; son los valientes que han venido primero a formar el nuevo ejercito de la libertad; son los que en existencias pasadas vivieron en el claustro, vivieron aprisionados por los prejuicios, víctimas de las malas costumbres y del atraso de muchos siglos pasados.
Esos espíritus, encadenados entonces, ahora vienen ávidos de placeres, ávidos de lujuria, ansiosos del saciamiento de todas sus pasiones que en encarnaciones anteriores tuvieron contenidas.
Por eso veis ahora esa ola de vicios entre la gente joven, como la llamáis; pero ya sabéis que esa gente joven de ahora son los vanguardistas, son los juramentados valientes que vienen a enarbolar la bandera, que vienen a subir la cuesta para que los demás, que vienen a limpiar el camino, que vienen a fijar las nuevas bases, las nuevas metas, las nuevas costumbres, pero en la vorágine de la vida actual esos juramentados no hacen más que embotarse.
Sus espíritus ansían el cumplimiento de las promesas hechas, pero sus materias no están saciadas y sólo buscan placeres y se embotan en ellos... hay un desenfreno en los vicios, sobre todo en los países que se dicen más civilizados, que a los ojos de aquellos que no conocen la verdad, para los que esto constituye un gran misterio, significa el desquiciamiento del mundo, el derrumbamiento de las buenas costumbres... Le llaman "buenas costumbres" a las inculcadas por las religiones, por la falsa educación y por las filosofías mistificadas y esos juramentados vienen a romper todas las cadenas, esos juramentados vienen a cruzar todas las fronteras, vienen a sembrar la simiente de la fraternidad; pero éstos que han venido por delante son aquellos que tenían más ansia de venir a saciar lo que en otras encarnaciones no pudieron; son aquellos que amancebados y viviendo dentro de sus religiones, vivieron dentro del celibato; son aquellos que estuvieron postergados por los grandes señores feudales, por los grandes supremáticos.
Y aquellos pobres hermanos que estuvieron así, humillados siempre, muchas veces encadenados en materia, porque ya sabéis que en tiempos de la colonia, en vuestro país y en toda la Tierra, los hombres fueron muy perseguidos y castigados como bestias, ya podéis comprender por qué esos espíritus vienen ahora haciendo derroche de sus posibilidades, haciendo gala de su fuerza física, haciendo derroche de sus libertades, que se convierten en libertinaje.
Esos juramentados de hoy son los vanguardistas, pero acaban pronto; el espíritu los reclama, pero ellos en materia no le hacen caso y procuran ofuscarse, procuran vivir en una constante embriaguez de placeres y las materias no responden y entonces los espíritus se deshacen pronto de ellas para volver a encarnar y entonces sí, ya saciados sus instintos, están conscientes de su deber y, sobre todo, dispuestos a dispuestos a cumplir la promesa empeñada.
Esta es la razón del desenfreno de los juramentados de hoy, hermanos míos. Tened paciencia para ellos, educad a vuestros hijos para que, cuando llegue el momento en que sus materias cobren la cuenta a que tienen derecho, no se desenfrenen, no se enfanguen, no caigan en el vicio y sus espíritus se emboten.
Procurad educarlos en cierta libertad, pero, sobre todo, dentro de la verdad y la razón, para que no sigan el ejemplo de sus hermanos que, educados dentro de las religiones y dentro de los prejuicios ancestrales, caen en los vicios y pierden sus materias prematuramente.
Ya veis cuántos miles, millones de ellos, están desencarnados en los frentes de batalla, pero es que las materias no los dejan cumplir y el espíritu pide su desencarnación.
Pero los pequeños, los que están llegando ahora a cada instante, vienen ya conscientes, ya vienen hartos, ya están ahitos, ya satisficieron todos los deseos y vienen en conciencia a desempeñar su misión, y estas generaciones futuras, los niños de hoy, serán mañana los paladines del progreso porque son ellos los indicados para venir a hacer la verdadera fraternidad en la Tierra, son ellos los que la conducirán al progreso en muy poco tiempo; vendrán entre ellos grandes inventores, grandes líderes y grandes filósofos.
Estad preparados para recibirlos, y a aquellos que estén ya encarnados, dadles vuestra ayuda, dadles vuestro amor. Paciencia y amor para ellos y buena voluntad para vosotros.
José de Arimatea.
14. Proteger en demasía a los hijos atrofia sus facultades
Septiembre 13 de 1946.
Hermanos míos: muchos de vosotros no cumplís vuestros deberes para con vuestros hijos; como sabéis que son juramentados y todos ellos traen misiones tan altas que cumplir, os entregáis a ellos, os sacrificáis por ellos y de ellos no exigís nada.
Precisamente porque son espíritus conscientes, deben saber desde pequeños que si han venido por conducto de vosotros, fueron ellos los que os escogieron como padres, si estaba dentro de la Ley. La mayoría de los padres creen que ellos trajeron a la vida a sus hijos y que se deben por entero a ellos; y los hijos también reclaman: ¿Por qué me trajiste a la vida? y se sienten autorizados a pedir todo y con derecho a recibirlo todo; y los padres son generalmente postergados.
No, vosotros no debéis pasar por eso y, desde pequeños, debéis hacerles ver que si vinieron a la Tierra por vuestro conducto, fue porque ellos os escogieron y os ayudaron a que os unierais, así como que ellos traen una misión que desempeñar, para la cual necesitan del instrumento que vosotros, en amor, les habéis dado.
Creéis que respetáis su libre albedrío y los dejáis en absoluta libertad; pero no, el padre debe ser siempre enérgico, debe enseñar, debe inculcarles buenos principios e ideas sanas.
Los padres deben enseñar a sus hijos a hacer uso de sus derechos; pero a la vez enseñarles a crearse, primero, obligaciones.
Mucho se os ha dicho acerca de esto; diréis que insistimos demasiado... pero es que siempre lo necesitáis porque, especialmente entre vosotros espiritistas racionalistas, alumnos de esta Escuela, os dais a vuestros hijos con exceso. No; exigid también de ellos el cumplimiento de sus deberes y hacedles ver que ellos, como juramentados que son, deben tener obligaciones desde pequeños.
No; exigid también de ellos el cumplimiento de sus deberes y hacedles ver que ellos, como juramentados que son, deben tener obligaciones desde pequeños.
Después de la adolescencia deben ellos ya comenzar a bastarse por sí mismos. No sigáis protegiéndolos en demasía porque lo que hacéis es atrofiar sus facultades.
Aun los que no saben la verdad, hasta los ignorantes de la gran evolución que se está operando, se admiran de la inteligencia y la precocidad de los niños de ahora.
No saben que son espíritus que han jurado venir a la Tierra a cumplir misiones muy altas. No saben que son espíritus viejos, más viejos casi siempre que sus padres y estos se sienten empequeñecidos, humillados ante la inteligencia manifestada por los niños, y los niños crecen despóticos, llenos de vanidad y de exigencias y los padres se sacrifican por ellos en demasía.
No, hermanos míos, precisamente porque estos espíritus traen mayor sabiduría que vosotros mismos, porque son más viejos, debéis hacerles saber, desde pequeños, cuál es su verdadero papel en esta existencia, cuáles son sus deberes, cuáles sus obligaciones, cuál es el juramento que han hecho antes de encarnar y que han venido a cumplir, a fin de que sientan el deseo de estar a la altura de su deber y del compromiso que han contraído.
Eso no quiere decir que debéis darle demasiado ni quiere decir que los dejéis en libertad absoluta, entregados a que obren por sí mismos; no, el niño necesita aprender, desde pequeño, a obedecer y a respetar a sus padres, porque, si bien es cierto, como vosotros sabéis, que no deben tener ese respeto fanático que inculcan las religiones, deben saber respetaros y obedeceros dentro de la razón.
Vosotros, para ellos, tenéis la obligación y la responsabilidad natural de educarlos, de enseñarlos a obrar dentro de vuestras doctrinas.
En materia, ellos no recuerdan; a vosotros os toca hacerlos recordar el juramento que han hecho, hacerles comprender a qué han venido, enseñarles a que concentren su pensamiento para que reciban intuiciones, a que sean conscientes de sus posibilidades, a fin de que las pongan en práctica y no se les atrofien sus facultades.
Enseñadles el camino, pero no les hagáis todo vosotros porque es más lo que los perjudicáis que lo que los ayudáis en esa forma.
Los niños, hasta los siete años, son irresponsables; sin embargo, muchos de los niños de hoy son responsables desde antes, porque son espíritus viejos y tienen que responder desde su más tierna edad, porque se dan cuenta ya de su sabiduría y de su potencia.
Haced que os respeten vuestros hijos, y que os amen sin fanatismo.
Ordenadles siempre dentro de la razón; no seáis arbitrarios con ellos, sed siempre razonables y no os dejéis llevar por la violencia al corregirlos.
No seáis tampoco demasiado bondadosos, no; enseñadles a ser exactos, a ser cumplidos, a ser disciplinados, porque el niño que no lo es de pequeño, de grande no sabe respetar las leyes ajenas, de grande no sabrá convivir con sus hermanos porque siempre querrá imponer su voluntad, ser él el dueño absoluto de su vida y el que establezca sus costumbres, sin fijarse si perjudica a sus semejantes.
No, hermanos míos; vosotros tenéis una gran responsabilidad porque sois padres conscientes y habéis traído a esta existencia a espíritus juramentados que necesitan mucho de vosotros, aunque sean en muchos casos más sabios porque son espíritus más viejos y experimentados.
No os entreguéis de lleno, no es necesario que os entreguéis a ese sacrificio fanático a que llegan la mayoría de los padreas de la Tierra.
Vosotros aprended a distinguir el límite haciéndoles ver que no deben tener esas exigencias con vosotros y cuando os digan:
¿para qué me trajiste a la vida? tú sabes dármelo todo, contestadles: no, hijo mío, yo no te traje, fuiste tú quien me escogió para que fuera tu padre; pero y dentro de ese respeto, de esa obediencia, dentro de esa libertad de criterio, de ese respeto al libre albedrío, que no debe confundirse con el libertinaje, con la libertad absoluta para el espíritu, que en materias infantiles es aún irresponsable, proseguid vuestra labor, educadlos bajo estos conceptos, recordando que son espíritus que se os han confiado y que tendréis que dar cuenta de la educación que les deis.
Preparadlos debidamente para las grandes misiones que han traído.
Cuántos de vosotros os sentís amargados porque, después de la adolescencia, cuando esperáis de ellos la entrada a la razón, cuando esperáis de ellos que comiencen a actuar ya como adultos, se entregan a los vicios; pero la lectura de esa comunicación que habéis tenido hoy (del hermano Julio N. Martínez) os dará la clave. (1).
No os amarguéis tampoco en demasía; dejadlos, ya en esa edad son responsables de sus actos. Se saciarán, sufrirán y entonces volverán, serán vuestros otra vez; pero nunca les neguéis vuestro amor, nunca les cerréis la puerta de vuestro hogar. Que siempre encuentren calor en vuestro corazón; que siempre encuentren la solución de sus problemas en vuestras mentes lúcidas y expertas.
No seáis demasiado rígidos con ellos ni tampoco demasiado blandos. No traspaséis ese umbral tan difícil de encontrar a los padres de la Tierra, pues generalmente viene el abuso de una u otra parte, viene la exageración, el fanatismo.
Lo que pido de vosotros, es que no os fanaticéis por vuestros hijos; no les quitéis su actuación ni estorbéis su camino. El hombre, desde niño, debe acostumbrarse a obrar por sí mismo pero, hasta cierta edad, bajo vuestra vigilancia.
Que os amen y os respeten vuestros hijos y recuerden que son ellos los que os han elegido, para que no se sientan autorizados a exigiros todo.
No confundáis vuestra misión, padres y madres de la Tierra porque ya sabéis que tendréis que dar cuenta de ella.
Todo vuestro cariño y vuestra atención para estos juramentados tan amados, pero siempre vigilancia para ellos y respeto y obediencia para vosotros.
Exigid esto de ellos y así veréis coronados vuestros esfuerzos y veréis educada a vuestra familia en la forma en que lo deseáis y tendréis la satisfacción de verlos actuar como espíritus conscientes, como hombres trinos y realizar las grandes misiones que han traído a esta existencia.
Que el Padre os ilumine y os bendiga.
José de Arimatea.
(1) La comunicación a que se refiere el maestro José de Arimatea es la siguiente:
Salud para todos:
La justicia está en acción porque los tiempos son llegados; pero aun a vosotros, que lo sabéis, os sorprende ver que no se castiga tanto abuso, que se tolera tanta depravación, que se consiente tanta prostitución espiritual ¿por qué?
Las esperanzas y los ojos estaban puestos en estos juramentados que esperabais serían los redentores de la humanidad actual y ¿qué están haciendo con esa sed desenfrenada de lujo, de placeres, de vicios?
La justicia está en acción, hermanos míos, y no se equivoca. Todo estaba previsto. Sí, de manera rápida, de manera violenta, lo que debió haber sido en muchos siglos, tiene ahora que ser en poco tiempo.
Ofuscados, se labran su propio castigo -según dicen los demás- pero vosotros sabéis que no es castigo, es que ellos mismos ayudan al pago de sus deudas y esos juramentados, que parece que vienen ciegos y que no traen más misión a la vida que saciar sus instintos, a eso han venido, a saciar sus pasiones y sus vicios, a pagar sus deudas; pero se irán pronto para volver.
Esto ya lo sabíais pero, aunque mucho se os dice, siempre os sorprende y esperáis el cataclismo, teméis que se produzca un final como el de Sodoma y Gomorra, porque estáis asqueados de esta ola de prostitución, de inmoralidad y no os explicáis cómo se tolera.
Después de esta guerra tan sangrienta, parece que los hombres no han aprovechado la terrible lección, pues se vuelven más ambiciosos, más egoístas, más criminales y aún sigue la guerra, pero ahora es la guerra de las conciencias, la guerra de los espíritus que no han querido comprender que ya están libertos y siguen defendiendo lo que llaman ellos "sus derechos"; siguen luchando, llenos de odio, ávidos de venganza; pero la Justicia se vale de todo y lo tolera porque es la única manera de depurar el ambiente, de que queden saciados y de que busquen todos la verdadera paz. Por eso es este paroxismo de lujuria, esta vorágine de pasiones y de ambiciones sin freno.
Los hombres sólo quieren ahora acaparar dinero; no les importa la salud de sus hermanos, no les importa que coman o no, que se mueran de hambre o de frío. Dinero, dinero es su único afán y quieren acapararlo en tal forma que no podrían gastarlo en muchas vidas que tuvieran. Pero también se pondrá término a esto y el dinero se extinguirá para siempre. Sólo entonces se dará en la Tierra su verdadero valor al trabajo individual.
Por eso veis ahora que trabajan ancianos, jóvenes, niños y mujeres, todos trabajan pues no basta el dinero para conseguir un sirviente, no basta el dinero para obtener alimentos puros, no es suficiente lo que se gana para tantas cosas que antes disfrutaba el más humilde de los hombres.
¿Qué es el dinero? ¿Para qué os sirve ahora? ¡Cuánto tenéis que gastar! Os llenáis de satisfacción porque ganáis mucho, cientos, miles de pesos... y sin embargo, qué miserable, qué paupérrima es vuestra vida. Es la Justicia que está en acción.
Al fin se convencerán los hombres de que el dinero no basta a pagar los artículos de primera necesidad, de que el dinero no les puede dar tranquilidad y de que el dinero ya no va a ser necesario porque llegará el tiempo en que no tenga valor más que el trabajo de cada quien, el respeto de los unos para los otros y el amor de todos para todos. Entonces la propiedad será de todos, ya lo sabéis.
Esta es la obra de la Justicia y aquí está la solución de ese gran problema en que están empeñados todos los Gobiernos de la Tierra, la explicación de ese gran enigma en que se encuentran todos los hombres que, desorientados, se preguntan: ¿cómo es posible que se tolere esta ola de vicio, esta ordinariez, este descaro, este cinismo? ¿Cómo se explica esta tolerancia a todos los vicios, a todas las malsanas ambiciones? Es, hermanos míos, para que se sacien los hombres, para que se harten de todo aquello que tenían en deseo, hasta que, ahitos, busquen solos el reposo, la calma. Sólo así reinará la paz en la Tierra, solo así volverá el orden, sólo así podréis tener Gobiernos equitativos, sólo así podréis vivir dentro de la Comuna de Amor y Ley.
No os sorprenda, pues, lo que estáis viendo; sed fuertes para resistir este impetuoso oleaje de dolos, de decepción, de amargura, de desencanto y de injusticia (en apariencia) porque ya sabéis que, más que nunca, está hoy la justicia en acción.
Pedid porque pronto termine esa ola de inmundicia que inunda la tierra y porque los hombres mismos en su ceguera, ayuden a la Justicia a quitar de la faz de la Tierra todo lo que estorbe para que pronto reine la verdadera Comuna de Amor y Ley.
Julio N. Martínez.
El hombre recién nacido.
Junio 30 de 1950.
Qué inerme, que torpe es el hombre-niño cuando acaba de encarnar.
La mayoría de los animales son más precoces que él; aunque no ven, buscan alimento, se acercan a la madre para que les de calor, se arrastran y parece que en ellos hay ya el instinto de la vida. La necesidad despeja su inteligencia; pero en el hombre niño todo es torpeza ¿por qué?
Muchos de vosotros os habréis hecho esta pregunta. Es una masa de carne, una masa de carne que parece que no tiene inteligencia, que parece que no trae instinto. Llora porque tiene hambre, pero no se proporciona el alimento, no se acerca a la madre a que lo caliente.
¡Qué torpe es el hombre niño!... pero aquella masa de carne alberga en sí la chispa divina, el espíritu, que no trae el animal, y los padres y los afines lo rodean de cuidados y de ternuras, tienen paciencia para esperar el primer destello de inteligencia; la primera luz en sus ojos llenos de alegría, la primera sonrisa los hace felices, la primera demostración de conocimiento para los padres los enorgullece. ¡Cuánta felicidad! Cómo se recrean los padres viendo aquel pedacito de carne que va cobrando inteligencia, que va teniendo luz, y siguen su desarrollo lentamente.
Están los padres siempre pendientes, siempre cuidándolo, porque tarda muchos años para poder valerse a sí mismo, y después llega a la mayoría de edad y los ardores juveniles lo arrancan de los brazos paternos y del hogar; entonces se entrega de lleno a los placeres propios de su edad, hasta que se harta, hasta que se hastía y luego, muchos forman un nuevo hogar, y responden a sus deberes; pero la mayoría de los jóvenes actuales olvidan los cariños, la educación de los padres, sus ternuras y, como vulgarmente decís, se sienten acabados, hastiados, porque la enfermedad los hace su presa y no les queda más remedio que confinarse, porque no tienen ya fuerzas juveniles, porque no hay salud en sus cuerpos podridos.
Pero la Ley sigue su obra, sus afines y protectores no desmayan, tienen paciencia y vuelven a nacer y vuelve a repetirse la historia, hasta que, poco a poco, van comprendiendo su deber y van dándose cuenta también de su valer.
Qué lentamente se van percatando de sus posibilidades, de los tesoros que llevan en sí mismos, de la fuerza que los anima, de su origen divino, que tiene que revelarse y del que no sacan provecho porque desconocen las facultades que traen.
Vosotros habéis presenciado ya el progreso rápido de la humanidad en los últimos años. ¿Por qué? porque muchos espíritus, si no la mayoría, han entrado ya a ese período en forma desordenada, impaciente, cometiendo abusos, lo que llamáis excesos, la perdición.
Los religiosos creen que el hombre ha llegado al máximo de sus vicios y que la Tierra se acabará porque no se puede tolerar ya más prostitución. No es así; los momentos son críticos, pero aquellos que ya han logrado su mayoría de edad espiritual están ya en equilibrio.
Los otros, en su desesperación por encontrar el camino, en el disgusto y la amargura que sienten al no haber correspondido, al no haber cumplido con su deber, se entregan, con frenesí, a las pasiones más bajas. Sienten prisa por saciar sus apetitos aún despiertos, y por eso es ese desenfreno, hermanos míos, y por eso es este contraste.
Cuántos sabios, cuántos hombres de talento, cuánta cultura en este siglo y cuánta prostitución y cuánta infamia y cómo pisotea la mayoría de los hombres las leyes de la moral, el orden social, las doctrinas antiguas, que eran el freno para la juventud y para la edad madura; pero vosotros sabéis el por qué y sabéis que los extremos se tocan y de esta vorágine de pasiones y de este torbellino de vicios, de este lodo que mancha a todos, porque ya no hay concepto del amor y del deber, brotará la verdadera luz y surgirá la nueva vida en la Tierra.
Hubo paciencia de los padres para esperar al niño; el niño creció, el niño no correspondió a sus esperanzas; pero esos padres deben saber que aquel hijo va a volver a una nueva vida y entonces mejorará, tal vez poco, tal vez mucho.
Y así como los padres esperan pacientemente, así esperamos los hermanos mayores, con amor, con paciencia, a que nuestros hermanos, nuestros guiados, reciban la luz y vuelvan a una encarnación brillante donde desempeñen ya, a conciencia, alguna misión, porque ya serán conscientes de su trinidad y sabrán cumplir su deber; y esos misioneros vendrán a la Tierra para establecer la verdadera Comuna de Amor y Ley, que hoy asusta a los hombres.
Cuántas encarnaciones, cuántos sufrimientos, cuántas lágrimas, cuánta sangre derramada.
Cuántas madres martirizadas, cuántos pensamientos de rebeldía y decepción; pero este dolor contribuye a que los espíritus se depuren y a que obren por sí mismos para que aprendan que el hombre es poderoso porque tiene facultades que ni siquiera sospecha.
Cuando el hombre no necesite de los médicos, cuando el hombre sepa alimentarse, cuando el hombre sepa aprovechar todos los minutos de su tiempo, cuando el hombre sepa vivir como verdadero hombre trino, entonces habrá luz en la Tierra y reinarán la paz y el amor.
Pidamos todos porque esos sufrimientos de padres y madres (porque aquí todos lo sois y lo habéis sido o lo seréis) conviertan al hombre de mañana en el hombre poderoso que debe habitar ya en la Tierra.
Que el Padre os bendiga.
José de Arimatea.
15. El grito que da el infante al salir del claustro materno.
Noviembre 27 de 1953.
Ese grito que da el infante al salir del claustro materno ¿Por qué lo da? ¿es de dolor, es de angustia, es de triunfo, es de alegría, es de temor? Es todo esto, hermanos míos, porque sabe, en espíritu, que desde que nace, desde ese momento es un prisionero; es un prisionero de esa materia que, por lo pronto. lo hace pesado, inconsciente.
Poco a poco va desarrollándose, poco a poco va adquiriendo lazos que lo detienen. Crece, se ilustra, se prepara para la vida, y entonces comprende que daca día adquiere un nuevo eslabón de esa cadena pesada que lo tiene sujeto a la Tierra; y esa cadena crece a medida que se va haciendo hombre, a medida que adelanta, porque es prisionero del deber, de las necesidades, de los prejuicios religiosos, de los prejuicios sociales, de los prejuicios científicos, de todos aquellos que lo rodean y del medio en que vive.
¡Pobres hombres! ¡pobres hombres encadenados a una vida que dista mucho de ser la que se espera para el futuro, la que vivirá la humanidad, que gozará ya de la justicia en pleno, de la luz que acabará con las tinieblas que aún reinan en la Tierra!
¡Pobres hombres que arrastran tantas cadenas!... no son libres para pensar, no son libres para actuar, no son libres para moverse, siempre hay que estar pensando en los demás, siempre son esclavos del tiempo material, son esclavos del dinero, del pago, de la retribución de estos trabajos ímprobos que son tan mal remunerados, y allí tenéis al espíritu grande, luminoso, envuelto en una materia, la mayoría de las veces enferma, torpe, que no lo obedece y que es la cadena más pesada que arrastra el hombre en la vida.
El trabajo, sí, el trabajo es necesario, el trabajo es mandato de la Ley Suprema; pero el trabajo también os encadena, el trabajo os encadena y os priva de muchas cosas que quisierais, porque el espíritu es libre y no se somete a reglas ni rutinas, porque el espíritu reconoce su origen y quiere liberarse, pero todavía sufre... quiere liberarse y le falta materia para sostener su materia, y esta es la dura lucha que sostiene el hombre encarnado: conseguir el pan, la ropa, para él y para los suyos y allí lo tenéis atormentado por enfermedades ocasionadas por el trabajo excesivo y mal remunerado, o por causas imprevistas.
¡Pobres hombres! ¡cómo son prisioneros de su deber y de los prejuicios que aún reinan en la Tierra! ¿Quién es el que puede decirse hombre? no llega aún el momento en que esa Ley de Libertad brille para todos y aún estáis sujetos a tantas cadenas que os pone la vida de la Materia.
Quisierais ser libres, venís del espacio en donde se puede ir trasladarse con el pensamiento a todas partes, donde hay libertad para estudiar, para trabajar también, para obedecer libremente los mandatos superiores, y llegáis a la Tierra y se os encadena, y se os mete dentro de un cuerpo que está lleno de necesidades, de dolores, de pasiones... por eso sufrís, hermanos míos, porque no hay uno de vosotros que se pueda decir libre.
Ahora el hombre ya es dueño de su pensamiento; pero cuántos están aún prejuiciados por las religiones y los falsos credos, y ni siquiera ese pensamiento puede elevarse libremente porque está sobre él el prejuicio y el dogma religioso.
Pobres hombres de la Tierra, encadenados por muchas existencias y que cada nueva vida van sintiendo más y más pesada esa materia y esas cadenas que no los dejan elevarse, porque en cada una van trayendo más vivo el recuerdo del espacio, del tiempo en que fueron como las aves que cruzan el cielo... así cruzaban en espíritu las inmensidades del espacio y por eso es el grito del que acaba de nacer, ese grito de dolor o de conquista, de temor o de triunfo, o tal vez de rebeldía; ese es el grito del recién nacido que siente en ese momento la tristeza de verse encadenado, encarcelado en un cuerpo pesado que no será, tal vez, su ayuda, su compañero, ni el instrumento de vida que él querría tener.
Y todavía esas cadenas os las hacen más pesadas los propios hombres, que son vuestros hermanos, los propios hombres que os roban vuestro tiempo, que os meten en prisiones, que os recluyen en hospitales, creyéndoos locos porque os aventuráis a decir vuestras propias ideas.
Cuántos prejuicios, cuántas tinieblas envuelven aún a vuestro mundo Tierra; pero vosotros, que sois ya conscientes, podéis ir poco a poco liberándoos de esas cadenas que os tenían poseídos, sujetos, e ir por vuestro propio esfuerzo a regiones superiores, porque ya tenéis la concentración de vuestro pensamiento y, la mayoría, la facultad de desdoblarse y elevarse a otros lugares donde reinan la paz, el amor y la luz.
Sed libres, hermanos, y esas cadenas que os atan, si tenéis conciencia y potencia, si comprendéis que todo es obra de la Ley, sentiréis que se transforman en cadenas ligeras, diferentes de las dolorosas que arrastra aún la mayoría de los hombres prisioneros de la Tierra.
Que el Padre os ayude a ser libres, hermanos míos.
José de Arimatea.
16. Nada se da de regalo, todo hay que ganarlo por el esfuerzo propio.
Octubre 26 de 1958
Ya sabéis que nada se da de regalo; en la vida del espacio y en la vida de todos los mundos, todo hay que ganarlo. Si bien el espíritu es un hálito del Padre, ese espíritu viene rodeado de elementos que lo oscurecen al tener contacto con los mundos habitados; y esa materia que se adipa, debe ser pulida, debe ser aligerada, pero por él mismo.
Todos los que estudiáis en esta Escuela sabéis que el propio espíritu es el que pulimenta y es el que se va haciendo las facetas que darán después más luz, que lo engrandecerán, que lo embellecerán. Y estáis viendo cómo necesitáis, sobre todo en estos momentos trascendentales para la humanidad de la Tierra, del trabajo propio para sobrevivir, para conservaros. Pues esto que a vosotros os parece tan duro, debéis hacerlo con vuestros propios hijos.
El niño de hoy tiene demasiadas facilidades para desarrollar sus potencias espirituales, lo rodeáis de tantas cosas buenas que el niño se hace indiferente y cada vez quiere más y más.
Como nunca en la historia de la Tierra, los niños han sido rodeados de muchos juguetes, de muchas golosinas y de tantas cosas benéficas para su desarrollo físico o intelectual; pero ¿se preocupan los hombres por el desarrollo espiritual de sus hijos? No; ven la parte material, sujetan a la madre a tratamientos, la tonifican para que el niño venga sano, fuerte, robusto, que sea hombre como yo, dice el padre; que sea mujer como yo, dice la madre.
Pensad que es un espíritu que viene a pedir materia, que todo lo va a necesitar, ya sea hombre o mujer, y recibid con el mismo gusto al que venga, pero conforme vaya dándose cuenta, inculcad en él la idea de que todo lo debe ganar; dadle todo a su tiempo, porque el niño que todo lo tiene no lo estima.
He aquí el secreto de la prostitución de la juventud actual, sobre todo los que tienen buena posición y que los padres los han rodeado de vanidades, de lujos, de comodidades excesivas, cuidados perniciosos; porque así son esos niños, cuando llegan a la pubertad, ya no tienen que desear y entonces buscan sensaciones nuevas; y como lo material ya no les satisface porque todo lo han tenido, en ellos ya no hay ambición. Entonces viene un desenvolvimiento de malas pasiones, un deseo de conocer cosas nuevas, y esas cosas nuevas son vicios que contraen porque ya la vida normal no les es grata.
Este es el secreto de la podredumbre, de la prostitución de los jóvenes actuales. Si es muy pobre, con las facilidades que da la vida moderna, cuando entra en la pubertad y por sus estudios ya gana otra posición, cuando logra lo que no tenía, entonces viene la vanidad, un deseo de conseguir lo que no tuvo de niño, y entonces se envilece y quiere saborear todas las pasiones; entonces quiere satisfacer todos sus instintos y llenar todos los deseos incumplidos de su triste y miserable infancia.
Hay un desequilibrio; todos sabéis cuál es la causa, porque existe; y a los padres y madres de hoy les sugiero que eduquen a sus hijos dentro de la sencillez y que les den lo que necesiten nada más para el desarrollo de sus facultades mentales, para el desarrollo de sus cuerpecitos; pero principalmente el concepto de que todo pueden ganarlo por sí mismos y merecerlo.
El niño que se ha educado en esa forma, cuidadlo desde luego, pero no le deis demasiado, no lo agasajéis, no hagáis festín de él, no exhibáis sus facultades, ni sus gracias, ni sus chistes delante de los demás, porque lo único que hacéis es fomentar en el niño la vanidad que después lo conduce a caminos muy malos, a caminos chuecos, a caminos torcidos, y qué trabajo cuesta al espíritu grande volver a encontrar el camino recto que había perdido.
Los padres son responsables de la prostitución actual que tanto os preocupa.
Estimulas al niño; no lo hagáis interesado, dejadlo que siga su camino; no seáis tiranos con él, sed comprensivos y calculad su edad y sus circunstancias para exigirle sus pequeñas labores, sus pequeños compromisos, sus pequeñas tareas de acuerdo con su edad. No seáis duros con él, siempre dadle una explicación y procurad no golpearlo, no privarlo de sus alimentos y darle buenas costumbres, porque las costumbres se hacen hábitos que duran para toda la vida, y el niño que crece en un hogar desordenado, no podrá ser ordenado jamás y toda su vida será un desastre.
Hermanos míos; cuidad de los niños, cuidad de los jóvenes, y así tendréis hombres conscientes que sabrán cumplir con su deber, serán hombres que estimarán todo porque lo han ganado por sí mismos; serán hombres que comprenderán que no viene nada más a divertirse o a gozar, que vienen a luchar, que vienen a construirse, que vienen a formarse ya por si mismos y adquirir la responsabilidad que todo espíritu debe tener.
José de Arimatea.
17. No forcéis el cerebro de vuestros hijos.
Junio 5 de 1959
La mayoría de los hombres encarnados son impacientes porque no saben que la vida es eterna y continuada, y van creciendo y se hacen hombres y comprenden que su vida es corta y quieren hacerlo todo con violencia, con desesperación.
Recurren a los medios más inadecuados para lograr el fin de que se habían propuesto, porque no saben que la vida es activa, es violenta para los hombres encarnados, según la comprenden ellos, pero que todo en la Creación sigue un ritmo invariable y hay que ser pacientes, porque el progreso no se adquiere a trancos, sino a pasos lentos, a pasos seguros. ¿Por qué quieren correr? ¿Por qué quieren atropellarlo todo para lograr un fin determinado? ¿Qué no comprenden que todo tiene su tiempo medido y que la Ley obra al centímetro, al gramo y al segundo?
Los hombres quieren hacer dinero y no ven los medios, sólo ven el fin, porque están llegando a la madurez de la vida y quieren preparar una vejez tranquila, pero ¿acaso es tranquila su vejez? No; ese ajetreo, esa violencia con que viven acorta sus días y les proporciona una vejez miserable, enfermiza y llena, muchas veces, de remordimientos que los hacen sufrir mucho.
En cambio el hombre paciente, el hombre tranquilo, el hombre que sabe esperar y hacer las cosas a su debido tiempo, ese va más lejos porque va despacio, porque no se violenta para conseguir lo que necesita, sino que espera con calma, espera tranquilo y su cuerpo no resiente esas crisis de violencia y de inquietud que tiene el hombre atolondrado, y llega a una vejez tranquila y vive feliz porque, como meditó todos sus actos, no tiene de qué arrepentirse, porque todo fue mesurado, todo fue pensado y calculado con paciencia.
Qué diferencia entre la vejez del hombre que supo vivir su vida tranquilo, confiado, meditando y haciendo todo a su tiempo, y la de aquel que todo lo arrolló para conseguir lo que quería con violencia, cayendo y levantando y, sin embargo, no triunfó en la vida y su exigencia material fue más cruda o pereció trágicamente; o llegó a su vejez arruinado física y moralmente.
Qué diferencia del que va por su camino lentamente, sin apresurarse, sabiendo que la Ley no se equivoca, que todo se da al hombre a su debido tiempo porque, como dije, la Ley obra al gramo, al centímetro y al segundo.
No os precipitéis; no queráis correr; no queráis seguir en una carrera loca que no os conduce a nada. Conocéis un libro y queréis devorarlo, queréis asimilar los conocimientos que contiene de un tirón y lo único que lográis es una amalgama, una turbación en vuestra mente humana y no sacáis del libro el provecho que esperabais. Leed despacio, meditad lo que habéis leído asimilándolo lentamente en vuestro interno y así veréis que el provecho obtenido es bueno.
Es como la semilla que se deposita en la tierra, tiene su tiempo de germinación, no va a brotar antes por procedimientos químicos, y si brota antes, no lleva la riqueza de gérmenes vitales que lleva la semilla que se desarrolla naturalmente a su tiempo.
No forcéis el cerebro de vuestros hijos; ya veis qué poco viven ahora los juramentados ¿por qué? porque se les da demasiado de todo: demasiado alimento, demasiados conocimientos, demasiada libertad, demasiados placeres y el niño crece rodeado de tantas facilidades que llega a la adolescencia sin haber aquilatado los conocimientos que debía y lleno de vanidad y ahito de placeres porque todo lo tuvo a su alcance.
En cambio, el niño pobre que sabe lo que es el hambre, que sabe de la abstinencia, de las dificultades para conseguir un libro que lo instruya, que sabe de ola humillación y del frío, va a avanzar más pronto, espiritualmente, por el trabajo que le dio aprender y porque fue lentamente, porque no tuvo facilidades y todo lo tuvo que vencer por sí mismo. Así es la obra del espíritu.
Conocen los hombres una doctrina nueva y quieren investigarla pronto y leen y leen ¿y acaso comprenden lo que leyeron? no, es la gota de agua bienhechora de la buena lectura, hecha poco a poco, la que aprovecha , leed un capítulo de una buena obra, meditadlo, volvedlo a leer y entonces sí cosecharéis el fruto que no habíais imaginado; pero si cogéis un libro y lo devoráis en una noche y creéis que lo entendisteis, estáis muy equivocados, especialmente tratándose de las obras de esta Escuela, o de las pláticas que aquí se os dan; no las comprendéis oyéndolas una sola vez, necesitáis leerlas después y meditarlas y sólo así llegaréis a un grado de progreso que no alcanzaréis precipitándoos.
Sed pacientes, aquilatad vuestros conocimientos, meditad vuestra misión, pensad antes de obrar y así lograréis, hermanos míos, un progreso mayor, vuestra luz será más intensa, vuestra experiencia más grande e iréis más seguros por el camino que conduce a la perfección, que es imposible de alcanzar, pero poco a poco iréis adelante, siempre adelante, siempre con la esperanza de ir más allá.
José de Arimatea
18. El recién nacido es más sensitivo que los grandes, y lo capta todo.
Octubre 9 de 1959.
Muchos de los que ahora me escucháis sois padres o madres. A vosotros os quiero hablar porque voy a tratar algo sobre vuestros hijos, sobre los niños en general.
El niño, desde que sale del vientre de la madre, es susceptible de educarse. Es lento para despertar, pero trabaja mucho durante meses para ir dando pruebas de comprensión y de inteligencia; sin embargo, hay niños precoces y todos los niños, aunque no lo aparenten, van formándose del reflejo de sus padres.
Creen los padres que como el niño es pequeño, ellos pueden hablarle libremente, pueden reñir, pueden ejecutar actos de violencia delante de aquel infante que duerme, en apariencia, que está tranquilo y que no se da cuenta de nada, según ellos; pero qué delicado es el niño en ese periodo de su primera vida material.
El niño no es para vosotros lo que es para la mayoría de los hombres; vosotros sabéis que, dentro de esos cuerpecitos pequeños y frágiles, hay un espíritu grande, hay un espíritu experimentado, un espíritu misionero, y que ese espíritu está allí y capta todo lo que le rodea, todo lo que escucha, todo lo que ve y lo transmite a su pequeño cuerpo que en apariencia ni siente, ni ve ni entiende.
La mayoría de los hombres que no saben de la reencarnación, creen que el niño se va desarrollando como un animalito y como un ser inconsciente que poco a poco va haciéndose a la vida material e intelectual; pero vosotros, espiritistas, comprendéis mis palabras y sabéis que ese niño es más sensitivo en su primera edad de nacido que después, porque como su materia todavía no puede actuar, todo lo que hace es recibir, recoger, almacenar lo que ve y lo que oye, y eso va germinando en su pequeño cerebro y después realizará, en actos, lo que presenció y escuchó desde el momento en que nació.
Creeréis que es un absurdo lo que os digo; no, el espíritu está allí, el espíritu está captando lo que la materia no aparenta conocer ni escuchar ni comprender; pero el espíritu lo almacena y lo pone en práctica en cuanto va tomando posesión de la materia que va haciéndose consciente poco a poco.
Qué delicados son los niños; quedan en su mente grabadas las acciones de los padres, porque el niño, ya en materia, aunque su espíritu está con él y el espíritu trajo sabiduría, la materia tiene que irse desarrollando y lo primero que hace es imitar, porque no puede crear, y en el niño se van reflejando las palabras, las aspiraciones, los ruidos, todo lo va incorporando a la vida material lentamente.
Pero si ese niño sufre impresiones fuertes, si, aunque recién nacido, recibe el choque de un enojo de sus padres, o de golpes, o de palabras fuertes, ese niño que se está plasmando llevará esos recuerdos después, llevará esas cicatrices en su alma, que se reflejarán en su mente y le harán crecer con complejos y temores que no traía su espíritu. Es un consorcio de la materia y el espíritu.
Decís que el niño recién nacido no sabe nada, que es un ser inconsciente. No, hermanos míos, esa materia pequeñita, ese cerebro tierno es una placa fotográfica que no revela de inmediato las imágenes y las impresiones que recibe, sino que las va almacenando en su mente y después las reflejará en sus actos.
Qué pocos padres comprenden la responsabilidad de engendrar y de procrear a un hijo. El niño duerme, los padres pueden pelear, pueden beber... ¡el niño duerme, los padres pueden abandonarse a sus momentos de placer sexual!... el niño no se da cuenta de nada; pero no saben que aquel pedacito de carne lleva ya un cerebro donde se van plasmando las primeras impresiones de su vida material.
Cuántos niños crecen tristes, a pesar de que les rodea el lujo y los cuidados, porque en sus primeros días de nacidos recibieron impresiones que se quedaron grabadas en su mente y después forman complejos que los hacen desgraciados, muchas veces para toda su vida.
Padres y madres que me escucháis: respetad a vuestros hijos, acordaos que la materia es materia y que el niño, desde muy pequeño tiene reacción sexual.
Sed precavidos en vuestros actos, sed precavidos en vuestra vida conyugal; el niño dormido pero el espíritu puede estar allí y pasar a la materia las impresiones que recibe y lo que contempla. Sed respetuosos con esos seres que se os entregan; estudiadlos, cuidadlos como cuidáis una semilla que germina poco a poco; el niño es más delicado aún y sois responsables de su desarrollo intelectual, moral y espiritual, así como del material que tengan vuestros hijos.
Acordaos de mis palabras y ved en el niño, en el recién nacido, no el pedazo de carne inconsciente que sólo llora porque tiene hambre o porque siente algún dolor; no. Ved en él el estuche de un alma, de un espíritu que está recibiendo todas las impresiones, que está captando vuestros pensamientos, que está sintiendo vuestras sensaciones y que, a su debido tiempo, esas impresiones que están latentes, se desarrollarán y darán frutos que sorprenderán a muchos padres, pero que son completamente naturales.
Cuidad de vuestros hijos desde el momento en que salen del vientre materno; cuidadlos; no gritéis, no os disgustéis esposos, no os enojéis, hermanos mayores, porque el niño lo está recibiendo todo, el niño está captando aquellas impresiones que germinarán más tarde y luego dicen: qué parecido es al padre, qué parecido a su hermano en el carácter; en los vicios, salió a su padre; es un majadero, es un hombre malo, es un pelele... y no saben que el mismo padre, los hermanos, los mismos afines, sembraron en aquel cerebro virgen esos gérmenes que, a su tiempo, germinarán y fructificarán, y después se asustan tanto.
Cuánto podría decirse de la ley de la herencia; pero eso es la herencia material. Pero cuánto podría decirse de la herencia espiritual que dejan los padres a los hijos, no sólo desde el momento en que nacen a la luz, sino desde el momento en que se engendran.
Esas mujeres que conciben un hijo y que sufren durante el embarazo, que son golpeadas, que son insultadas o que trabajan con exceso y no tienen el alimento suficiente, procrean hijos tristes, procrean niños que vienen ya tarados del alma y del espíritu.
Respetad la vida del feto, respetad la vida del niño; cuidad de vosotros mismos para que engendréis hijos que vengan a la vida con todas sus facultades, las facultades que el Padre Creador da a todos sus hijos.
José de Arimatea.
19. El niño es cera virgen en manos del padre
Julio 7 de 1961.
Hemos hablado mucho sobre los niños, pero es un tema que siempre se puede tratar en distintas formas; tan amplio y trascendental, que vengo a platicar un poco para aconsejar a los padres cómo deben tratar a sus hijos.
Cuántos niños no son tratados en amor y comprensión y frustran la misión que trajeron, porque no supieron sembrar en ellos la semilla del Amor.
El niño es cera en las manos del padre. El niño es dócil. Diréis: no todos son iguales, hay niños rebeldes; sí, porque sabéis vosotros que son espíritus que vienen a pagar deudas, o vienen a aprender o a desempeñar misiones muy altas, trascendentales.
Pues bien, preparad a esos pequeños seres, preparad no sólo sus materias, sino sus mentes y sus espíritus. Haced al niño observador, no le peguéis, nunca maltratéis sus carnes, que son carne de vuestra carne, dadles siempre una explicación cierta y no los engañéis; no llenéis su mente de fábulas que más tarde los perjudicarán, porque cuando se encuentran con la realidad de la vida, sufren un desequilibrio y un desengaño muy grande.
Tampoco os digo que enseñáis al niño, ahora, amargas verdades; no, pero hay muchas maneras que el tino de la madre y del padre deben saber escoger para dirigir a aquel tierno cerebro que se os ha confiado.
Decidles siempre la verdad; no los engañéis. Vosotros que habéis estudiado en esta Escuela, debéis saber cómo educar a vuestros hijos y cómo llevar a sus mentes la verdad y el amor.
Hacedles observar el más pequeño insecto, el más pequeño ser; las flores, el agua, el pececito que nada; el cielo, las nubes de distintos colores, el aire que levanta sus cabellos, tantas cosas que hay alrededor; el vuelo de las mariposas, los colores de los pájaros. Si cultiváis en vuestros hijos la imaginación tan viva que tienen, tan ávida de conocimientos, haréis de ellos hombres rectos y veraces; pero no los engañéis jamás.
No los castiguéis injustamente y cuando os veáis obligados a privarlos de algo, explicadles el por qué; id siempre a su razón, id siempre a su mente, pero con amor y con tino.
El niño es débil, es delicado y es un ser donde se plasman todas las emociones; por eso, delante de ellos, evitad discusiones, evitad disgustos, evitad palabras gruesas. ¿Y qué diré del padre alcohólico, de los pleitos en los matrimonios, de los golpes? Esos niños crecen heridos ya en sus almas, esos niños crecen tristes, temerosos, amargados, y esas tiernas plantas que desde pequeñas sintieron el golpe del vendaval, no podrán crecer lozanas ni elevarse mucho.
Comprended la trascendencia de la educación de un niño, aunque no sea vuestro hijo.
¿Cómo es posible que haya hombres, sí, hombres que enseñan a los niños a ser viciosos desde pequeños? Las fieras no lo hacen; las fieras cuidan de sus hijos con ternura, y el hombre... esos hombres que enseñan a sus hijos a conocer, desde pequeños, el lado negro de la vida, cuántas veces los enseñan a contraer vicios desde su tierna infancia. ¡Qué responsabilidad tan grande! ¿Cómo van a responder al Padre del depósito que se les hizo?
Hombres y mujeres de la Tierra: pensad en que construís y el que construye debe hacerlo sólidamente, y si al construir una casa os fijáis en los cimientos y en el material que vais a usar, ¿por qué no os fijáis en la base moral y espiritual de la educación de vuestros hijos, esos tiernos seres, carne de vuestra carne, sangre de vuestra sangre, que llevan un espíritu al cual moldearéis vosotros con vuestro ejemplo, con vuestra ternura? porque asumís una responsabilidad muy grande ante el Padre Creador que os confía esos seres.
Y decís: no todos los niños son iguales. Sí, sabemos que vienen a encarnar espíritus negros, espíritus atrasados, ¿Qué podemos hacer con ellos? Estudiadlos y mientras son niños, es fácil dirigirlos y someterlos y, como he dicho, preparadlos para que, si la misión que traen es muy dura, sea menos si están bien preparados.
Atended mis palabras y cuidad de vuestros hijos y de todos los niños.
Que el Padre bendiga y os ilumine para ello.
José de Arimatea.
21. Los espíritus por nacer
Noviembre 3 de 1961.
Hermanos míos y hermanas en particular; voy a haceros una súplica, después de la plática que habéis oído(1), os voy a pedir a todos y, como digo, en particular a las hermanas mujeres, que todos los días hagáis una petición de ayuda para los espíritus valientes que vienen a encarnar en estos momentos; para los niños de todos los credos, para los niños de todas las razas, para los niños de todos los colores, para los niños de todos los confines de nuestro mundo Tierra.
Pedid para ellos ayuda; son misioneros de Luz y de Amor; pero llegan a la Tierra en momentos difíciles y aun su desarrollo físico será, para muchos, doloroso y duro.
Pedid ayuda; pedid luz; pedid protección para ellos; son misioneros de luz; son espíritus de progreso.
Pedid ayuda para esas madres, para que comprendan la responsabilidad tan grande que han adquirido al concebir un hijo. Ahorita necesitan mucha fuerza todos los niños del mundo Tierra que han nacido o van a nacer; dádsela todos; un momento de concentración de todos puede ayudarlos tanto. Recibidlos en amor; pedid ayuda para ellos; llamad a sus guías porque, como nunca, la vida es difícil en el mundo Tierra y ellos vienen como misioneros de amor, protegidos, sí, pero vienen a cumplir misiones muy duras en la transición que está sufriendo el mundo Tierra.
Pedidlo, hermanos míos, especialmente las mujeres que me escucháis; con vuestro instinto de madres, pedid amorosamente ayuda para esos pequeños que serán los hombres del mañana, que vienen ya sabedores de las altas misiones que traen; que se rebelarán contra las injusticias que todavía existen, contra las falsas doctrinas y filosofías, contra las religiones. Son ellos los que traerán la Religión del Amor, y son ellos los que harán la unión de todos los seres.
José de Arimatea.
(1) La plática a que se refiere el maestro es la siguiente:
Dicen muchos hombres: ¡Qué feliz soy! he llevado una vida tranquila; nunca he salido de mi pueblo; viví con mis padres, tuve hijos y mi familia vive aquí, en un país que no se altera, todos unidos, todos tranquilos. ¡Qué buena vida he llevado! Gracias a Dios que me ha dado esta vida de paz, de tranquilidad, de inmovilidad, y diréis vosotros: ¿Qué es una vida de paz, de tranquilidad, de inmovilidad? ¿Para qué sirve esa vida pacífica y tranquila? ¿Qué ha hecho de esa vida? ¿Qué ha ganado ese hombre?
El hombre necesita movimiento, actividad; el hombre debe tener el sentido de la movilidad, no de la estabilidad.
El hombre debe conocer nuevos pueblos, nuevas tierras, nuevos países. Es como si un espíritu encarnara muchas veces en el mismo pueblo y en sus mismos descendientes ¿creéis que habrá progreso para ese espíritu? No. ¿Creéis que habrá progreso en el hombre que nace y vive en su pueblo, viviendo siempre la misma vida de paz y tranquilidad? No.
Los tiempos patriarcales ya pasaron, fueron la simiente de las generaciones venideras, de las generaciones futuras, de las generaciones presentes, y el hombre, ahora que ha llegado a este nivel de progreso, necesita movimiento, actividad, necesita hacer afinidades nuevas cada día.
Por eso veis que los juramentados de hoy son inquietos, salen del hogar prematuramente -dicen los padres- y se van, desahogándose, pasando mil peligros, a otros lugares, porque es el espíritu inquieto que lo hace viajar, conocer nuevas tierras, tratar nuevas gentes; ya no son los espíritus lentos que se conformaban con el mismo horizonte; ahora las generaciones actuales buscan un nuevo ambiente y hacen afinidades muchas veces nuevas, conocen nuevas tierras, nuevas costumbres, nuevos ideales ¿por qué? porque ha llegado el momento en que se borren las barreras, en que las distancias ya no lo sean, por los medios de transporte tan rápidos que hay ahora.
Dicen los viejos: en mi tiempo todo era paz y tranquilidad, y así vivían mis abuelos, así vivían mis padres y así viví yo. ¿Pero qué progreso tuvieron esos hombres? Se necesitaba de esa paz porque la Tierra estaba en ese período de gestación; pero las nuevas generaciones han venido y son actividad y fuerza y luz y movimiento; buscan nuevos horizontes; buscan nuevas afinidades, nuevas actividades, nuevos caminos y por eso veis esa actitud de la juventud, que no sabe a donde va pero que siente el instinto de movimiento, de transportarse de un lugar a otro para tener más y más afinidades.
Como ya he dicho, son los momentos de la transmutación, son los momentos en que tienen que estar unidos y conocerse unos a otros. Aquel mundo Tierra tan misterioso y grande de tiempos pasados, ahorita ya no tiene nada de oculto, porque con los modernos medios de locomoción todo se conoce y se facilitan los viajes a los lugares más remotos.
Estáis viendo que las profecías se cumplen, porque las fronteras se borran y los hombres se unen y todas las razas se fundirán en una sola que sea la raza prometida, la taza superior, para que los hombres se amen ya como hermanos y vivan dentro del Espiritismo, que es Luz y Verdad.
Eso está dicho desde hace muchos siglos proféticamente, y las profecías se están cumpliendo, pero los hombres se deslumbran con tanta luz. Nunca en la humanidad, había habido tal movimiento de progreso, tales conquistas del hombre, que se perjudican unas a otras; sí, porque la humanidad estuvo dormida muchos siglos y ahora hay que despertar deprisa, violentamente, atropellándose unos a otros, porque los momentos son llegados y la luz llega a raudales y se tapan los ojos los retrasados; pero la juventud actual viene a saciar sus instintos, por eso comete tantas cosas que llamáis males, pero ¿qué sabéis de las deudas que traen?
¿Que se van prematuramente? sí, pero volverán llenos de luz, llenos de energía a cumplir las misiones que no pudieron terminar. Han hecho un juramento ante la Ley y a la Ley no se le burla, la Ley exige el cumplimiento de esa promesa y de ese juramento, y por eso veis esa inquietud en los jóvenes, ese deseo de saciar sus instintos, de saciar sus necesidades corporales y ya veis qué pronto se casan, qué pronto se unen a la mujer, y cuántos jóvenes de pocos años son ya padres de familia, y los que se dicen católicos y los moralistas, se espantan, se asustan y vociferan, creen que Satanás es el que está imperando en la juventud actual, y hablan y vociferan y critican, pero no saben que es la Ley, que está despertando a los retrasados.
La Edad Media duró muchos siglos, la edad del estancamiento de la humanidad y ahora los tiempos son llegados y hay que aprovecharlos y reponer ese tiempo perdido que pasaron las humanidades en los tiempos oscuros de la Tierra, y vienen las juventudes, y vienen los muchachos, vienen los juramentados llenos de ímpetu atropellándolo todo y pisoteándolo todo y se asustan los hombres.
La moral, la moral antigua que heredamos de nuestros padres, de nuestros antepasados, es pisoteada por todos. ¿Por qué es este relajamiento de la juventud actual? Es que ellos, después de saciar sus instintos, aunque se están yendo prematuramente, volverán pronto, porque son los que traerán las nuevas ideas, son los que traerán los nuevos caminos, los que formarán los nuevos organismos, los nuevos grupos; son ellos los que tienen en sus manos el porvenir de la humanidad Terrestre. No os asustéis, queridos hermanos, no os asustéis, dejadles el camino abierto.
¿Qué sufren muchos los papás porque los jóvenes ya no los obedecen, ya no reciben ni siguen los consejos, muy sabios que les dan? es que los hijos tienen más sabiduría que muchos de los padres, es que los hijos han vivido más, es que los hijos son la nueva raza que viene a traer a la Tierra las ideas nuevas y, como he dicho, vienen a traer los nuevos caminos.
No os asustéis del despertar de la juventud; acordaos que el despertar del sueño nocturno viene con un estremecimiento, viene con disgusto. Los niños lloran al despertar y este es el despertar de la humanidad que también llora, que también patea, que también se estremece, que también se disgusta; pero después, ya saciados los instintos, ya iniciadas las altas misiones que traen los juramentados, entonces vendrá el equilibrio, entonces reinará la paz, porque en esa falta de respeto que ahora criticáis, porque todos se ven como hermanos y así se tratan, está la base; ya veis cómo se van uniendo ellas con muchachos de todas las naciones y como van aprendiendo idiomas que eran antes desconocidos y cómo se les facilitan los viajes para que conozcan el mundo. ¿Creéis que esto es casual? ¿Creéis que esto es malo?
Cuánto se critica y cuánto añoran los ancianos los tiempos de paz en que el padre ordenaba y dirigía los destinos de los hijos sin tomar en cuenta sus propias inclinaciones, pero era el padre, el patriarca y había que obedecerlo ciegamente, y cuántas carreras gloriosas se frustraron por esa obediencia ciega que se debía a los progenitores; y ahora, el muchacho coge su camino.
¿Que hace cosas indebidas, que asustan a todos? sí, pero vendrá el momento en que desplieguen toda la sabiduría que traen; saciados ya sus instintos y necesidades, reinará en la Tierra la verdadera Comuna de Amor y Ley, con las nuevas costumbres y los nuevos regímenes, con las nuevas organizaciones, con los nuevos caminos que abrirá la juventud presente.
Esto os dice:
MALAQUIAS, el profeta.
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